Material enviado por el Lic. Jorge Mancuso
La información oficial referida a la evolución del empleo “en blanco” confirmó que la Argentina no está inmune a la crisis laboral mundial. Sin embargo, el origen de los problemas y sus consecuencias son sustancialmente diferentes al de los países desarrollados. Por eso, más allá de las interpretaciones políticas que se le de al acto eleccionario, la cuestión más importante y urgente es que los nuevos legisladores asuman el desafío de corregir las fallas estructurales en la organización económica y del mercado de trabajo que sus antecesores potenciaron.
El 2008 fue el último año de la bonanza económica mundial. En la Argentina, el empleo privado registrado creció entre el 1º trimestre del 2008 y el 4º trimestre del 2008 en 146 mil puestos de trabajo. Sin embargo, sólo en el 1º trimestre del 2009 la caída del empleo formal se llevó consigo prácticamente todos estos puestos privados registrados. Entre el 4º trimestre del 2008 y el 1º trimestre del 2009, se destruyeron 140 mil empleos, cuando el año pasado para el mismo período se habían generado unos 100 mil puestos de trabajo. Es decir, ni las cuestionadas estadísticas del INDEC permiten sostener una interpretación optimistas de la realidad laboral.
¿Cómo se compara esta dinámica con la observada en los países desarrollados que han sufrido de manera más intensa la crisis financiera? Tomando los datos del INDEC para la Argentina, del INE de España y el BLS de EEUU se puede observar que entre el 4º trimestre del 2008 y el 1º trimestre de 2009:
• En España, el empleo total cayó 3,8%.
• En Argentina, el empleo privado registrado cayó un 2,4%.
• En EEUU, el empleo total cayó 1,7%.
Aunque la cobertura de los datos no son exactamente iguales (para Argentina es empleo privado registrado y para España y EEUU es empleo total), su evolución es comparable porque en los países más avanzados –como España y EEUU– la dinámica del empleo total es muy similar a la del empleo privado registrado. Las evidencias empíricas sugieren que la Argentina no está inmune a la crisis laboral sino que, por el contrario, la intensidad con la que se le contrajo el empleo formal es bastante similar a la observada en los países desarrollados donde se gestó la burbuja inmobiliaria.
Más allá de estas analogías, los fenómenos tienen muchas diferencias. En la Argentina, las contracciones en el empleo registrados producen daños sociales mucho más severos debido a la debilidad de los mecanismos de protección social. Por ejemplo, mientras los seguros de desempleo en los países desarrollados tienen una amplia cobertura y ofrecen prestaciones proporcionales a los salarios (entre un 60 y un 70%, con un piso generalmente fijado al nivel del salario mínimo), en la Argentina el subsidio de desempleo tiene una cobertura muy baja y ofrece prestaciones muy desalineadas con el salario de actividad. Según las normas vigente se pagan prestaciones entre $250 y $400, cuando el salario mínimo legal es de $1.240 y el salario promedio ronda los $3.000.
Una diferencia aun más importante se relaciona con los factores que desencadenaron la crisis laboral. En España y EEUU la causa primaria es una burbuja inmobiliaria producida por la laxitud de las condiciones de acceso al crédito que luego se tradujo en una fuerte contracción del nivel de actividad. Las pérdidas de empleo son mucho más fuertes en España debido a altos impuestos al trabajo y normas laborales mucho más rígidas que en EEUU. En cambio, en la Argentina la principal causa de la crisis laboral es la ausencia estructural de competitividad.
Esto fue disimulado hasta el año pasado por un contexto internacional inéditamente favorable y la fuerte “licuación” de salarios que había producido la devaluación del 2002. Sin embargo, los problemas de fondo, que se han potenciado al extremo en los últimos años, son, entre los mas importantes, la alta y distorsiva presión impositiva, la irracionalidad regulatoria a la que se le asocia discrecionalidad y corrupción, la eliminación de los mecanismos de ahorro, la alta estima social por la litigiosidad laboral, la ineficiencia de la justicia, la mala calidad de la educación, el deterioro del sistema de salud, la inseguridad.
Para los países desarrollados desarmar los efectos nocivos de la burbuja financiera no es una tarea simple ni de resultados ciertos. Pero mucho más complicado es construir una sociedad competitiva desde las condiciones en la que se encuentra la Argentina. Por eso, más allá de la lectura política que se haga de la orientación que el voto popular le dio al recambio legislativo, hay que enfatizar que sólo con un cambio drástico respecto a las prácticas y orientaciones que se vinieron aplicando hasta ahora es posible evitar un recrudecimiento de los daños sociales que ya esta produciendo la crisis laboral.