viernes, noviembre 29, 2024

Locales

Violet Hill – Coldplay

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Por Jesica Rosenberg

Influencia de las atmósferas de Buenos Aires y Barcelona y una publicitada experimentación fueron algunas de las gotitas que –meses antes de su salida- fueron cayendo de la canilla de novedades que el cuarto disco de Coldplay traía entre manos.

Los singulares aportes que prometía la participación de Brian Eno (escultor definitivo del sonido de U2 modelo ’80) y un primer corte de difusión pomposo fueron algunas de las coordenadas que nos advertían que el disco número cuatro en la carrera de la banda capitaneada por Chris Martin llegaría envuelto de sorpresas.

A decir verdad, X&Y ya había pavimentado a su manera la pista de aterrizaje para evitar un descenso forzoso, mostrando que el cuarteto inglés era mucho más que un puñado de chicos sensibles con capacidad de crear canciones de «verso-verso-estribillo» en guitarra o piano. Viva la vida or death and all his friends retoma la línea arriesgada de su antecesor y se anima a estirar los límites todavía un poquito más allá.

Ese aire hispánico que dicen haber incorporado, el título inspirado en un cuadro de la artista mexicana Frida Kahlo y el lienzo de Eugene Delacroix (“La libertad guiando al pueblo”) que se reproduce en la portada es un tiroteo de símbolos: más que hispano, el carácter étnico (léase, español, latino, árabe y oriental) representa con más justicia las mareas de sonidos que intercalan y se funden en Viva la vida.

Las referencias políticas, religiosas (la protesta anti-bélica en “Violet Hill”, los punteos sobre la muerte en “Cemeteries of London” y las menciones divinas como en “Viva la vida”) hacen de éste su disco más cargado.

Tanta materia prima tan dispersa es moldeada –aquí es donde la impronta Eno se hace visible- adquiriendo de tanto en tanto dimensiones épicas, bajo pasajes orquestales o sobre canciones que flotan entre melodías subliminales y guitarras narcóticas.

Tal vez no muchas bandas pueden conjugar exitosamente aires flamencos con guitarras psicodélicas como Coldplay lo hace en “Cemeteries of London” o introducir pinceladas arábigas en un tema de guitarras densas de más de siete minutos de duración (“Yes”) y no matarnos de aburrimiento.

Percusiones, cuerdas y violines se enredan en la confesional “Viva la vida”, una de las piezas más elaboradas y exquisitas del disco y el entrañable “falsette Martin” se luce en los primeros versos de “42”, que va tomando impulso desde la balada de cuna hasta el pantano sónico dejando en evidencia el complejo diseño que se esconde por detrás.

A kilómetros de distancia de las melodías soleadas de “Yellow” o “In my place” y sin grandes hits a la vista, la banda que parecería tenerlo todo (popularidad, prestigio y talento) se sumerge en el juego de lo exótico con un único objetivo: el de superarse.

No siempre la sofisticación es sinónimo de calidad, sin embargo Viva la vida se lanza a explorar terrenos desconocidos con una meticulosidad casi artesanal, hilvanando paisajes que van desde lo sutil hasta lo grandilocuente, haciendo de éste disco un placentero desafío para quien escucha.

Coldplay – Violet Hill