
Además de la incansable defensa del INTA, los productores agropecuarios argentinos enfrentan un nuevo y crucial desafío: proteger el Banco Nación de intentos de privatización.
La historia, lamentablemente, parece repetirse. La sombra de la década de los ’90, cuando miles de campos estuvieron a punto de ser rematados, vuelve a planear sobre el sector.
En aquel entonces, la estrategia fue clara: hacer imposible el pago de créditos a través de tasas exorbitantes, para luego rematar las propiedades y que fueran adquiridas a precio vil por fondos de inversión extranjeros, principalmente estadounidenses.
Las «Damas del Campo» fueron testigos y protagonistas de esa lucha, saliendo a las calles y logrando que el entonces presidente Néstor Kirchner interviniera para detener los remates mediante un decreto presidencial.
Hoy, la situación guarda inquietantes similitudes. Si bien muchos prefieren no recordar esa dolorosa etapa, es vital hacerlo para no caer en la misma trampa. El plan es evidente: pauperizar a los productores. Primero, mediante el aumento de las retenciones, una medida que el gobierno nacional ya implementó y que, según se prevé, podría incrementarse aún más.
Esto, sumado a la imposibilidad de afrontar los créditos solicitados al Banco Nación por el ahogo financiero, conduciría al remate de los campos. Esto no es futurología, es un eco de un pasado que no debe repetirse.
El problema actual radica en que a este gobierno le restan dos años de mandato. Si logra consolidar una mayoría legislativa, el futuro de la producción agropecuaria tal como la conocemos podría verse seriamente comprometido.
En lugar de luchar por la baja de las retenciones, los productores podrían encontrarse peleando para que no les aumenten el combustible que necesitarán para trabajar como UBER con las pocas camionetas que les queden.
La hora de la defensa ha llegado. Es fundamental que los productores se unan y alcen su voz para proteger el Banco Nación, una herramienta vital para el desarrollo del campo argentino.