sábado, marzo 15, 2025

Agro

Inventos argentinos que le dieron nueva vida al maíz

Sharing is caring!

Héctor Huergo (Clarín)

¿Cómo estás?

Yo muy bien, con toda la energía que convoca este aluvión de maíz que, felizmente, se nos viene encima. Ya arrancó la cosecha, en sus distintas acepciones, y tengo ganas de contarte una de ellas, que es una de las tantas epopeyas de la Segunda Revolución de las Pampas. Se trata del silo de grano húmedo, donde la creatividad criolla generó una tecnología de impacto fenomenal. Arranco.

En primer lugar, como siempre pido perdón por alguna auto referencia. Pero Clarín Rural tuvo su rol en esta historia. Al menos como actor de reparto, como dice siempre Néstor Cestari cuando habla de otra innovación crucial: los carros tolva autodescargables, que a la sazón tienen mucho que ver con el grano húmedo. Sin ellos no hubiera sido posible. Pero vayamos por partes.

Primero te cuento que la Argentina tiene una larga historia aportando soluciones en la cosecha de maíz. Desde cuando se juntaba a mano y se hacía las trojas. Pero aquí se había inventado la cosechadora automotriz (Rotania, 1929). Y en los años ’50, cuando el maíz se cosechaba a mano y las espigas de volcaban en las trojas, tres amigos de Bell Ville (Carlos Mainero, Francisco Lambertini y Carlos Bernardi) inventan el maicero: la plataforma que arrancaba las espigas y las metía en la corta y trilla. Se pasó de la maleta al granel, sin atravesar la etapa de la juntadora (aunque hubo fabricantes locales como Berini en Pergamino). Hoy todos los maiceros del mundo se basan en el mismo sistema de arrancado de las espigas. Un verdadero «stripper» de maíz.

Pero desde entonces, la cosecha a granel tropezaba con la necesidad del secado. Y esto era complicado sobre todo para quien quería aprovechar su propia producción para agregarle valor.

A mediados de los ’80, visitando el feedlot más moderno del mundo, vimos por primera vez la alimentación con “corn flakes”. El emblemático Monfort, en Colorado, por entonces de la empresa Conagra, sometía al maíz a un proceso de rolado al vapor, con lo que se incrementaba mucho la digestibilidad del almidón. Veíamos salir de la “cocina” un camión mixer tras otro, humeando, directo a los kilómetros de comederos del feedlot. En la Argentina todavía no había ningún corral de engorde de envergadura, y al ver eso percibimos que había demasiada brecha que recorrer hasta alcanzar semejantes niveles de competitividad.

Pero al salir de Monfort, nos topamos con un silo bunker subterráneo, donde entraban camiones con maíz húmedo. El maíz se tiraba al piso de cemento, y de allí un tractor con pala lo levantaba y volcaba en una moledora de tina. Una cinta transportadora llevaba el maíz molido hacia el fondo del bunker, y allí un par de Caterpillars lo pisaba minuciosamente, como si fuera un silo de pasto picado. Eureka. Fotos. Quedó en la memoria.

Unos años después, el doctor Francisco Prea, por entonces Director General de Terrabussi, pero un apasionado por la ganadería (era veterinario) me preguntó qué alternativa intermedia había entre el silo de maíz planta entera y el grano seco. Francisco había oído hablar del grano húmedo, pero nadie lo hacía. Charlamos el tema y una semana después me llama para contarme que estaba moliendo maíz húmedo y metiéndolo en un bunker armado con rollos y film de polietileno. Allá fuimos. Hubo nota.

Se entera el inefable Carlos Martínez, de Tandil. Junto con su socio Martín Stanek tienen un impromptu genial: juntar la moledora con una embolsadora. Todavía no se fabricaban bolsas en el país. Fueron a ver a Zacarías Klas y Carlos Puiggari, los genios de Ipesa, que proveían de lonas plásticas para tapar silos. Se embalan. Nace la moledora embolsadora, patente mundial de M&S, luego replicada por varios fabricantes nacionales, algunos bajo licencia y otros inefables copiones… A pedido del agente de marcas de M&S, fue un honor revisar y corregir el texto de esa patente. Martínez y Stanek arrancaron primero brindando servicio con un par de máquinas grandes, pero enseguida vieron que el filón era la fabricación, y allá fueron. Nació una linda empresa que siguió y sigue innovando desde Tandil.

La moledora embolsadora fue un verdadero boom. Técnica que se inscribe en la inteligencia de las agricultura “liviana”. ¿Para qué secar si el grano con alta humedad fermenta perfectamente y se conserva perfecto, mientras no se dañe la bolsa? Y además, aumenta la digestibilidad. El flake o copo de maíz ya no tiene sentido, con las enormes inversiones en equipamiento. Y además los silos donde guardarlo seco, lo que implica secadoras y energía para el secado. Por supuesto, pisaron algunos callos y tuvieron que pelear con los “novandar” de siempre.

Corolario: la técnica del grano húmedo, que se usaba en muchos lados, cobra nueva vida a partir de un invento argentino. Segundo corolario: el embolsado de grano húmedo le abre la puerta al silobolsa para el resto de los granos. Hoy la Argentina es el país que más granos embolsa (prácticamente la mitad de la cosecha pasa por un bolsón) sino que se convirtió en el mayor productor mundial de silobolsas, abasteciendo a más de cincuenta países.

Este producto, además, explica la parte del león de la demanda de grumo de polietileno elaborada en el país. La materia prima del polietileno es del gas natural. El silobolsa le agrega valor a Vaca Muerta. Y como no alcanza, también pone en valor al que es necesario importar para abastecer la tremenda demanda.

Valga entonces el homenaje a don Francisco Prea y a Carlos Puiggari, que ya no están con nosotros. Y a Carlos Martínez y Zacarías Klas, que siguen aportando creatividad e ingenio desde sus canteras inagotables.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *