Por Nikolay Gueorguiev y Ryota Nakatani
Una cuidadosa calibración de las políticas fiscales y de gasto puede reducir la desigualdad causada por la automatización.
Para muchos observadores, la automatización ha sido responsable tanto del fuerte crecimiento económico como del aumento de la desigualdad en muchos países en las últimas décadas. La automatización aumenta la productividad, pero puede exacerbar la desigualdad. Esto se debe a que reemplaza a los trabajadores poco calificados y ayuda a los propietarios del capital a obtener rentas de monopolio mayores. Y con el advenimiento de la automatización de siguiente nivel en forma de robots, el desafío es más urgente que nunca.
Sin embargo, en una investigación reciente del personal técnico del FMI , encontramos que las políticas fiscales correctas —el gasto público y las políticas tributarias— pueden mejorar el equilibrio entre crecimiento económico y desigualdad. Pero no todas las políticas fiscales son igualmente efectivas en este sentido.
Estudiamos varios paquetes integrales de política fiscal para abordar las compensaciones entre crecimiento y desigualdad en la era de la automatización. En general, la desigualdad se puede reducir redistribuyendo algunas de las ganancias de la automatización de los ganadores (propietarios de capital y trabajadores calificados) hacia los perdedores (generalmente trabajadores poco calificados, que sufren pérdida de empleo y bajos salarios). Dicho esto, las políticas de redistribución generalmente requieren impuestos adicionales, lo que puede deprimir la inversión y la oferta de mano de obra y, por lo tanto, reducir la producción. Discutimos los pros y los contras de varios paquetes de políticas y buscamos definir las compensaciones relevantes entre crecimiento y desigualdad para cada uno de ellos.
Encontrar el equilibrio adecuado
Para nuestro análisis, capturamos las características definitorias de la automatización: reemplazar a los trabajadores poco calificados y aumentar la productividad, las ganancias y, por lo tanto, el poder de mercado de quienes la adoptan. Vinculamos el poder del mercado corporativo con el grado de automatización con base en evidencia empírica. Específicamente, asumimos una correlación positiva entre el margen de precios de las empresas (una medida del poder de mercado) y su uso de robots (un proxy para la automatización), calibrando la relación utilizando datos de EE. UU. Intuitivamente, cuanto mayor sea el número de robots por trabajador, mayor será la productividad y mayores las ganancias. Por ejemplo, las grandes empresas pueden aprovechar la propiedad de la plataforma que establecieron y adquirir otras empresas del mismo sector para obtener altas cuotas de mercado y grandes márgenes de beneficio.
Nuestra investigación analiza las compensaciones entre crecimiento y desigualdad a través del prisma de tres paquetes de impuestos y redistribución: un impuesto sobre la renta del capital, un impuesto sobre las ganancias corporativas en exceso (el impuesto sobre el margen) y un impuesto sobre los robots. Todos los paquetes implican un aumento en un impuesto en particular, y los ingresos se utilizan para transferencias a los trabajadores poco calificados. Un cuarto paquete reduce directamente el impuesto al salario de los trabajadores no calificados.
Descubrimos que los efectos y las compensaciones son muy diferentes a corto plazo y a largo plazo. A corto plazo, tres paquetes de políticas (excluido el impuesto sobre la renta del capital) generan ganancias modestas del producto per cápita y una reducción considerable de la desigualdad. Sin embargo, a medida que pasa el tiempo, la acumulación de capital y la productividad comienzan a rezagarse. El impuesto a los robots es la herramienta más poderosa para reducir la desigualdad, ya que ralentiza la sustitución de mano de obra poco calificada por robots, pero la otra cara de la moneda es la acumulación más lenta de robots altamente productivos y la producción perdida. De manera similar, un recorte de impuestos a los salarios de los trabajadores no calificados reduce la desigualdad y aumenta la producción a corto plazo, mientras que la mayor proporción de mano de obra no calificada (menos productiva que los robots) pesa sobre la productividad a largo plazo.
Otra forma de ver el problema es comparar la dinámica de ingresos de los trabajadores calificados y no calificados, un aspecto clave de la desigualdad. La historia es parecida. Los trabajadores calificados, que trabajan con (y por lo tanto complementan) robots en el proceso de producción, verán un impulso inicial en sus ingresos pero una disminución gradual durante un período más largo. Los trabajadores no calificados se benefician de las políticas de redistribución de manera duradera, aunque las mejoras se esfuman a largo plazo.
Tres lecciones aprendidas
- Los instrumentos de política fiscal pueden reducir la desigualdad, generalmente a costa de un crecimiento perdido a largo plazo. El punto específico a elegir a lo largo de esta compensación depende de las preferencias de la sociedad con respecto al crecimiento y la desigualdad.
- Los formuladores de políticas deben considerar los beneficios y costos de las políticas tanto a corto como a largo plazo. Lo que funciona mejor a corto plazo puede resultar costoso a largo plazo. Esto no invalida automáticamente tales políticas —las preferencias de la sociedad tendrán la última palabra— pero deben tenerse en cuenta.
- La política fiscal podría abordar de manera más eficiente el equilibrio entre equidad y eficiencia al gravar el exceso de ganancias de las empresas con poder de mercado en la economía automatizada.
La era posterior a COVID podría ver una aceleración en la adopción de la automatización, especialmente dada la escasez de mano de obra emergente en muchos países. Nuestro análisis proporciona algunas ideas sobre lo que puede hacer la política para mejorar los efectos secundarios negativos de este proceso.