viernes, marzo 29, 2024

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Tras el rescate de los niños, la cueva colapsó

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Después de la pesadilla vivida por los 12 pequeños futbolistas y su entrenador, algunos de ellos sedados y transportados atados en una camilla para ser sacados de la gruta Tham Luang, la fortuna jugó finalmente a su favor, ya que tras el rescate la gruta quedó inundada.

Eso se debió a una falla repentina de las bombas de extracción de agua, las cuales trabajaron sin parar durante dos semanas en la cueva donde los niños y el entrenador estuvieron atrapados durante 18 días.

Si una de las mayores preocupaciones antes de la recuperación fue el hecho de que ninguno de los niños rescatados tenía experiencia en buceo, otro video publicado por el Navy Seal mostró cómo los socorristas pasaron por alto el problema.

De hecho, los jóvenes futbolistas y el entrenador fueron sedados y transportados en una camilla a lo largo de una ruta meticulosamente preparada por los rescatistas, en algunos lugares incluso tiraron cables para colgar la camilla, en otras secciones era transportada físicamente por los seis buzos de los cerca de 100 que participaron en la recuperación.

En cuanto a las drogas administradas, es evidente que son mucho más pesadas que los «ansiolíticos» mencionados el pasado martes por el primer ministro, Prayuth Chan-ocha. Un comandante del Navy Seal reveló que los niños estaban aturdidos; algunos casi dormían, otros movían levemente sus dedos. Todos llegaron, sin embargo, conscientes al hospital.

Y si el operativo fue un enorme éxito logístico y de cooperación internacional, el componente de la fortuna tuvo su peso. Algunos de los buzos que completaron la misión revelaron que las bombas succionadoras cedieron pocas horas después de la salida a superficie del último niño futbolista y del entrenador, inundando rápidamente la gruta.

«La gente comenzó a gritar, las luces de las antorchas iluminaban el agua que subía», contó uno de los socorristas, escapando rápidamente hacia la salida que estaba a una hora de distancia, justo cuando estaban recogiendo el equipo.

Entre aquellos que salieron últimos estaba también el médico australiano Richard Harris, quien supo poco después de la muerte de su padre.

La buena estrella que protegió a los niños, sin embargo, todavía está allí. Veinticuatro horas después de la conclusión de una operación que mantuvo al mundo en suspenso, se lanzaron las primeras imágenes de los jovencitos. Perdieron unos dos kilos de peso, pero están bien, se ven bien y hablan entre ellos en la habitación individual donde todos se mantienen unidos, con máscaras en la boca.

Al menos tres de ellos fueron vistos caminando. Incluso aquellos que aún permanecen en la cama están conscientes y felices de ver a sus padres otra vez, incluso ubicados detrás de un cristal por precaución. Solo uno de ellos tiene una infección pulmonar leve, y para todos, por supuesto, la precaución es máxima. Pero los médicos no se muestran ni se manifiestan preocupados.

Mientras que Tailandia todavía celebra el final feliz de la historia, visto también como producto de la colaboración de un país que en la última década ha sido desgarrado por las divisiones políticas y sociales, el jefe de los socorristas puso todo en perspectiva.

«No son héroes, solo niños que tuvieron un percance», dijo el gobernador Narongsak Osatanakorn, con la esperanza de que se conviertan en buenos ciudadanos una vez que hayan crecido.

Pero los sobrevivientes de la tragedia probablemente tendrán beneficios por todo el país. Hasta ahora, un destino exclusivo para los entusiastas de la espeleología, la cueva de Tham Luang se convertirá en una atracción turística internacional, con un museo que contará la historia de la operación de salvamento.

(ANSA).