Por Ernesto Rodríguez III
Cuando Roberto Perfumo dejó la Secretaría de Deporte de la Nación, cinco semanas antes de los Juegos de Atenas 2004, Claudio Morresi, su sucesor, anunció que no se colgaría las medallas que se lograran. Una olimpíada pasó y ahora sí sabe que es tiempo de recoger los frutos de su gestión.
Morresi anunció a fines del 2007 que esperaba unos Juegos de Pekín más pródigos que los de Atenas. El secretario era firme en el concepto: «Seguimos apoyando al alto rendimiento», afirmó. Por esos días, el pase de Jefatura de Gabinete al Ministerio de Desarrollo Social trajo un aumento en el presupuesto de 68 millones de pesos a 107, aunque el perfil que debió tomar la gestión hizo que el total del deporte de elite se mantuviera en términos generales (unos 40 millones de pesos) pero que bajara casi 30 puntos en el porcentaje de recursos de la cartera, justo en el año olímpico.
Una de las promesas iniciales fue apuntar a los deportes que más medallas dan. Argentina tiene su fuerte histórico en las actividades de conjunto y se prometía fomentar deportes como la lucha o la gimnasia que dan gran cantidad de preseas. En China no tendremos especialistas. Aún más, si se consideran los ocho que más podios tienen (éstas, más atletismo, natación, ciclismo, tiro, pesas y canotaje), hay un total de 193 medallas en juego. Llevaremos sólo 37 especialistas de los cuales los candidatos al podio caben en un puño.
Además, el equipo olímpico peca de vejez. Hay quienes van por sus sextos Juegos cerca de la elite (el ciclista Juan Curuchet) y otros que lograron volver al ámbito olímpico después de un paréntesis de 16 años, como el judoca Sandro López o el esgrimista Alberto González Viaggio. La mayoría de los deportistas individuales con chances de pelear bien arriba son los mismos que ocho años atrás albergaban esperanzas para Sydney. ¿Renovación? Escasa, salvo casos puntuales como el atletismo y el yachting. (OLÉ)