Transtango, el show multimedia de la directora Argentina Patricia Bossio, pasó por el teatro Bloomsbury de Londres; Elena Roger hizo una participación especial.
El bandoneón inefable de Pablo Mainetti y el violín en fuga de Alexander Balanescu son un reflejo de sus ejecutantes: jamás se miran sobre el escenario, pero desde el inicio hasta el final del espectáculo se encuentran en una danza sin límites que parece elevarse aún más cuando la voz de Elena Roger les recuerda a los artistas y su música un único origen emigrante.
Transtango, la ópera prima multimedia de la directora Argentina Patricia Bossio, demostró hace una semana en el escenario del teatro Bloomsbury de Londres la vigencia del espíritu de la música ciudadana porteña en tierras europeas.
Pero no se trata de un show de tango: a pesar de que durante casi dos horas esta música se escucha como nunca se lo había hecho antes en la capital británica, esta puesta alterna lo más sutil de la melancolía de la melodía criolla con la proyección de imágenes que dan cuenta de la transformación sufrida por el paisaje urbano londinense por obra de la masiva afluencia inmigratoria que se profundizó en la última década.
Las secuencias, que los realizadores locales William Hicklin, Adam Finch y Brendan McGinty filmaron a lo largo del otoño boreal, apelan a los géneros del docudrama y el video clip para explicar diferentes historias de inmigrantes del siglo XXI y su vínculo con la música florecida en otras orillas, en otros tiempos y en otro país, pero con idénticas penas de desarraigo y esperanzas de progreso.
A pocos días de ese debut en la multicultural Londres, y de una segunda función que contó con una ovación a teatro lleno en el Clunia de Burgos, España, Mainetti reconoció a LANACION.com que aceptó participar de esta obra, entre otros motivos, por el modo en que la historia «sabe capturar» la transformaciones sufridas por el tango, no sólo en sus formas sino también en sus audiencias.
«Hoy el tango ya no puede ser considerado una expresión artística popular, al menos no en el modo en que lo era antes. Porque si hoy alguien interpreta una zamba en Salta en un lugar público, es muy posible que muchas otras personas se sumen a acompañar espontáneamente a ese músico… pero no puede decirse lo mismo del tango en su lugar de origen.
Quizá comience a ser popular en otros sitios, ciudades o países, pero no ya donde lo era hace 50 años… y Transtango se para un poco allí, sobre ese lugar de mutaciones, que es lo que hace que hoy le siente tan bien a esta Londres globalizada», dice el bandoneonista, en una mesa de un café de un aire extrañamente porteño, pero ubicado exactamente a metros de la estación de subterráneo de Leicester Square.
La primera función del espectáculo contó con la participación estelar de Elena Roger, quien ahora está de vacaciones en Buenos Aires por primera vez desde su llegada a la metrópoli británica en febrero del año último, cuando fuera convocada por Andrew Lloyd-Webber para protagonizar el musical Evita. En Transtango, la actriz, cantante y bailarina se lució en la voz de un personaje anónimo que encarnaba la mixtura inmigratoria actual y que por su calidad mereció una de las dos ovaciones más potentes de la noche.
La otra tampoco estaría exenta de magia: ante un indeseado corte de cuerdas del célebre violín de Balanescu («esto pasa una vez en la vida, y a mí me pasó hoy», se disculpó sobre el escenario el divo rumano) Pablo Mainetti se ofreció a salir a escena y, para superar el mal momento, le regaló a la platea un apasionado solo de bandoneón que fue muy bienvenido hasta por el luthier que, detrás del telón del teatro, apresuraba la reparación del instrumento de cuerdas malogrado apenas minutos antes.
Fuera de este lapso de tierna improvisación, tan característico, a la vez, de las comunidades inmigratorias, Transtango se alzó en Inglaterra –y luego, también en España- como una fresca promesa de renovación sobre el modo de interpretar y vivir el tango.
Una promesa que, asegura Bossio, su creadora, «no se quedará sólo con dos funciones, ni solo con dos países», y que además, según la directora, tampoco les cerrará las puertas a otros artistas de primer nivel que quieran sumarse a la propuesta.
Por Adrián Sack