sábado, noviembre 23, 2024

Internacionales

El gobierno de Bruselas retrocede en su agenda ambiental

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La Unión Europea (UE) tiene un presupuesto de 60.000 millones de euros por año en su Política Agrícola Común (PAC), que es mas de un tercio de los gastos que ocasiona el sistema regional en su conjunto; y ahora la Comisión Europea (CE), el organismo ejecutivo de la región, aspira a incrementar en más de 30 por ciento los fondos de la PAC.

Esto surge a través de una propuesta unánime de sus ministros (o Comisarios en la terminología de Bruselas) y el siguiente paso es el respaldo de la totalidad de los 27 países integrantes de la Unión, para, finalmente, contar con el voto favorable de más de dos tercios del Parlamento de Estrasburgo, situado en Alsacia, Francia.

El objetivo de esta extraordinaria alza presupuestaria es aumentar los subsidios que se otorgan a los productores que son los más subvencionados del mundo.

Al mismo tiempo, y como contrapartida, la burocracia de Bruselas los ha transformado en los más hiperregulados del sistema global, sobre todo en materia ambiental, el desafío de la época.

Esto ocurre en el momento en que el continente experimenta una auténtica rebelión campesina, en la que el principal reclamo es por los altos costos de producción que se originan fundamentalmente en la enorme presión tributaria de lejos, la más asfixiante de sistema mundial.

También rechazan los productores el grado asombroso de hiperregulación. Y reclaman por los menores costos de la competencia extranjera, exigiendo que la densa trama burocrática de Bruselas se transforme directamente en un aumento del proteccionismo de la región, destinada a excluir de su mercado principalmente a la producción de los países de América del Sur, entre ellos, y en primer lugar, Brasil y Argentina.

Se puede resumir la situación de la producción agrícola europea en los siguientes términos: creada por la Política Agrícola Común de 1964 por decisión del primer presidente de la Quinta República Francesa, el general Charles de Gaulle, reúne una triple condición, es la más proteccionista del mundo, la más regulada, y la de mayores costos de producción. Por lo tanto, es absolutamente incapaz de competir internacionalmente, sobre todo frente a los países del Mercosur.

Por eso, Europa pierde posiciones en el mercado mundial frente a todos sus competidores internacionales, y lo mismo sucede en su propio mercado interno lo que agudiza la exigencia de una política hiperproteccionista de parte de los productores.

La estructura de la PAC muestra trazos sumamente definidos: su presupuesto 2021/2027 asciende a 386.600 millones de euros, frente a gastos de la Unión que alcanzan a 1.21 billones de euros. Y ahora, la CE pretende llevar los primeros a 1.8 billones y los segundos a 600.000 millones de euros, aproximadamente.

Hay un agregado de importancia respecto a la PAC, y es que más de 80 por ciento de sus recursos se destinan a solo 20 por ciento de los productores y entre ellos los más favorecidos son los de mayor tamaño y capacidad productiva. Todo esto ocurre frente a una virtual infinitud de regulaciones burocráticas que aumentan los costos de producción.

Esto hace que el cuestionamiento central al gobierno de Bruselas sea su completa carencia de legitimidad democrática, ya que es la expresión mas acabada del reino de la burocracia “esa institución anónima y eficiente, esencialmente obsesionada por su propia auto perpetuación”, en los términos de Max Weber.

Por eso, la única respuesta de Bruselas a la rebelión campesina consiste en aumentar el nivel de subsidios a los productores, al tiempo que retrocede sistemáticamente en su agenda ambiental.

Es obvio que la preocupación de Bruselas no es la defensa del medio ambiente, sino la afirmación de su enorme sabiduría en materia de auto perpetuación, que es su verdadera y profunda vocación.

Así, por ejemplo, la presidenta de la CE, Úrsula Von De Leyen, directamente retiró el proyecto de ley que había presentado prohibiendo el uso de pesticidas en la región, lo que significa aceptar en todos sus términos el reclamo unánime de los productores europeos a través de la sonora utilización de cientos de tractores en las calles de la capital Belga.

En un instante fue enviada al archivo de los papeles irrelevantes la ley que poco tiempo antes se había proclamado como el eje de la campaña mundial contra el calentamiento de la atmósfera o cambio climático.

Dice Churchill en las Memorias de Guerra que siempre le había llamado la atención «la extraordinaria capacidad que tenían los norteamericanos para llevarse bien con su conciencia”. Habría que agregar ahora la semejante aptitud que están demostrando las autoridades europeas.

Clarín