viernes, noviembre 08, 2024

Opinión

INTERNAUTAS/OPINIÓN: Morir por 100 pesos o con pollo en mal estado.

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Por Rubén Lasagno/Agencia OPISanta Cruz

La muerte de Carlos Marriera en Plaza de Mayo como causa de la caída de una farola de bronce que dio en su cabeza es triste y lamentable, pero por desgracia no es la primera ni la última vez que pasa. En Río Turbio en junio del 2007 en un acto K hubo obreros intoxicados y uno muerto. La rueda de la apariencia no se detiene. La presidenta no parece conectar el mensaje vacuo con la realidad que la rodea.

Lo que el oficialismo denomina “prensa opositora”, siempre rescata las anécdotas que se generan en los actos del PJ donde indefectiblemente la mayoría de la gente es arreada, obligada y pagada para asistir a coronar los discursos del matrimonio presidencial. Sin un atisbo de vergüenza, los Fernández y hasta el mismo Kirchner en sus alocuciones hablan de generación espontánea en la concurrencia a sus eventos partidarios, cuando todo el país sabe cuáles son los movimientos de dinero que hace el oficialismo para adornar sus bases y obligarlas de alguna manera a concurrir con el fin de hacer número.

Lo que tantas veces se ha dicho y sostenido desde los medios críticos, el miércoles quedó trágicamente al desnudo con la muerte del joven Carlos Marriera de 21 años que fue víctima de la desaprensión, la burda y reiterada historia de querer aparentar lo que en realidad no se puede por los medios convencionales de la sana y desinteresada convocatoria.

Marriera no conocía Buenos Aires y fue traído por el Intendente de una localidad de Tucumán (puntero él) junto a 2000 personas más por $ 100,00 dos sándwiches, una gaseosa y la promesa de un plan “Jefes y Jefas de Hogar”.

Esta es la realidad que encubre el discurso presidencial; se hizo trágicamente cierto lo que tantas veces dijimos desde acá, y la Agencia DyN despachó un cable con los tristes detalles de una muerte sin sentido, que nadie en el fragor del acto lloró, porque nada podía empañar a la presidenta y como si la vida fuera otra pancarta más u otra de esas banderas especialmente dibujadas para la ocasión, mientras las de telas eran enrolladas hasta el próximo acto, un avión de la gobernación cargaba el cuerpo del chico y se lo devolvía a su familia, pero muerto.

¿Cuál fue la gran causa por la que murió este joven de 21 años?, ninguna. Una muerte estéril, inaudita, estúpida. Simplemente no hubo causa, sino que fue un instrumento utilizado por la política de la prebenda y la mentira para hacer número en una plaza comprada con vítores ensayados, bajo una oleaje de proclamas entintadas en cartones y plásticos que solo sirven para que la presidenta acaricie su ego con la idea de que es vitoreada por lo que dice y no por lo que compra.

Carlos Marriera – Derecha

La muerte inútil del chico podemos relacionarla con cuestiones que van desde el destino de estar en el lugar y en el momento equivocado, hasta decir que fue una víctima más de esta locura por aparentar lo que no se es o para medir quien la tiene más larga, aunque para ello se deban arrear miles de personas que ni siquiera entienden para qué están allí.

Listo el pollo

Cuando el 22 de junio de 2007 Kirchner junto a Cristina llegaron a Río Turbio (Santa Cruz) para hacer el anuncio del pago del 82% móvil y la reducción de las horas de trabajo a los mineros, como es costumbre se movilizó todo el aparato sostenido por la caja pública y además de darse asueto a los empleados administrativos, el personal de la construcción fue subido a colectivos y llevados desde Gallegos a Turbio por el módico precio de las horas extras, una bandeja con una milanesa de pollo y una gaseosa que le dieron al ascender al colectivo a cada uno para alimentarse aquel día.

Posteriormente más de 20 personas fueron internadas con intoxicación en distintos hospitales porque el pollo estaba en mal estado y hasta hubo gente que falleció como consecuencia de lo ingerido. De esto nadie habló, nunca nadie denunció nada, jamás un medio local o provincial dijo lo que había ocurrido.

Cuando publicamos aquella nota nos tildaron de tremendistas, algunos nos miraron de reojo y nosotros supimos que al menos un cajón con un obrero fallecido, partió de aquí hacia el norte del país con algo de dinero adentro.

Ayer murió un chico de 21 años por 100 pesos una gaseosa y la promesa de un plan Jefes y Jefas… tan lamentable como triste; y no solo triste por la pérdida irreparable de una vida, sino triste por ver a lo que ha caído la política en los últimos tiempos, si es que alguna vez fue mejor, donde en vez de generar trabajo para los jóvenes del país, prefieren hacerlos rehenes de dádivas miserables y las promesas que nunca van a cumplir.

Sería bueno que la presidenta cuando hable, quite de su léxico algunas palabras que son recurrentes en sus discursos y en vez de inventar enemigos para justificar la aplicación autoritaria de sus caprichos, se dedique a generar las condiciones para que nunca más muera otro Marriera, obligado a concurrir a uno de sus actos a fuerza de promesas miserables con el fin de levantar la mano para que el gobierno se sienta ilustrado.

Los padres de Carlos Marriera no tenían consuelo y hasta se vislumbraba la vergüenza que sentían por la forma en que murió su hijo; sin embargo no son ellos quienes deben sentirse culpables por tener que mendigar un plan Jefes y jefas para vivir, la responsabilidad es de quienes no se preocupan por el futuro del país y se detienen en componer cuadros para la foto, que no ayudan a los hospitales que hay, pero prometen construir 300 más, los que presupuestan por cifras siderales el tren bala mientras la gente viaja como ganado en el conurbano; los que le cuentan a los chicos que hace 53 años hubo un bombardeo donde murieron valientes argentinos y que en los 70 la historia se repitió con muchos argentinos más y los veneran, los recuerdan, mientras gruesas indemnizaciones y suculentos subsidios corren por cuanto bolsillo está abierto y el índice de pobreza trepa a valores históricos.

La imagen de Marriera debe permanecer como un ícono de la injusticia y el dislate político, para que no vuelva a ocurrir otra vez lo mismo; como Cabezas, como Kosteky y Santillán, como Teresa Rodriguez, imágenes recurrentes que invoca el matrimonio presidencial para ejemplificar al pueblo que los únicos que tienen memoria y respetan a los muertos sociales, son ellos.

¿Incluirán en el próximo discurso el nombre del chico de 21 años que murió en Plaza de Mayo donde fue llevado por 100 pesos, dos sándwiches y una Coca?. Sería bueno.