El Gobierno sirio ha dado su visto bueno a la entrada de ayuda humanitaria en Madaya, una ciudad que se muere de hambre tras seis meses de cerco por parte de las fuerzas de Bachar al Asad.
En el interior de esta localidad rebelde situada a una treintena de kilómetros de Damasco viven cuarenta y dos mil personas. En las últimas semanas, veintitrés han muerto por inanición o abatidas por francotirados cuando intentaban abandonar el nucleo urbano.
En una localidad en la que falta de todo, el kilo de arroz supera los 200 dólares y el litro de leche en polvo los 400. Las imágenes y los testimonios de la desesperación que sufren sus habitantes, que afrontan la nieve y el frío invernal sin combustible para alimentar las estufas, ha generado un movimiento de solidaridad internacional que ha terminado por doblegar la posición del régimen. La ONU ha obtenido el permiso de Damasco para llevar medicinas y alimentos a Madaya y a las poblaciones de Fua y Kefraya, en el norte del país.
Gatos y perros han desaparecido poco a poco de la ciudad. Los habitantes comen hierbas y hojas secas para sobrevivir.