Un flujo de ropa desechada que ahoga a los países en desarrollo
La moda ultrarrápida, o «fast fashion», no solo impulsa un consumo desmedido, sino que también genera un preocupante flujo de residuos textiles que, en gran parte, termina en vertederos de países en desarrollo.
Un informe reciente destaca que, a pesar de los esfuerzos por la circularidad, menos del 1% de las fibras textiles se recuperan de las prendas comercializadas, revelando una industria con escaso compromiso con el reciclaje.
Los peligros de un modelo insostenible
El auge de la moda ultrarrápida ha disparado el envío de ropa usada desde Europa hacia países con menos recursos.
España, en sintonía con las directivas europeas, ha implementado nuevas medidas para fomentar la circularidad en un mercado donde el reciclaje de fibras textiles es casi inexistente.
Ruth Carrasco-Gallego, experta en sostenibilidad y profesora de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), señala que «de todas las fibras que se ponen en el mercado, menos del 1% son fibras recuperadas desde el textil».
La complejidad de los tejidos, a menudo mezclas de diversas fibras entrelazadas, dificulta enormemente su separación y reciclaje.
El diseño mismo de las prendas no contempla la posibilidad de recuperar materiales, lo que convierte el reciclaje textil en un proceso costoso y complicado.
«El reciclaje textil no es sencillo», afirma Carrasco-Gallego, coautora de un informe para Ecodes sobre la Ley de residuos y suelos contaminados para una economía circular.
Nuevas obligaciones legales y el desafío de la trazabilidad
Este año, España ha comenzado a aplicar nuevas obligaciones derivadas de directivas europeas, como la implementación de la recogida selectiva de residuos textiles por parte de los municipios y la extensión de la Responsabilidad Ampliada del Productor (RAP) al sector textil.
Este mecanismo, basado en el principio de «quien contamina, paga», busca financiar la gestión de residuos. Sin embargo, la experta advierte que la RAP por sí sola no garantiza un tratamiento adecuado de los residuos y requiere medidas complementarias.
La Comisión Europea ha puesto el foco en la exportación de residuos textiles fuera de la UE. Datos de comercio internacional de Naciones Unidas (UN Comtrade) revelan que en 2019, el 46% del textil usado exportado desde la UE tuvo como destino países africanos, y el 41% fue a Asia. A pesar de la falta de trazabilidad, la tendencia es clara: el volumen exportado sigue en aumento.
El crecimiento exponencial de la producción textil, que se ha multiplicado por 2,5 en los últimos 30 años, agrava aún más el problema, con una gran parte de las prendas terminando en vertederos o incineradoras. «Necesitamos capacidades industriales para reciclar el textil», subraya Carrasco-Gallego.
La reutilización local: Una solución con barreras
La reutilización local es una de las estrategias más efectivas para una moda verdaderamente circular, implicando la recogida de prendas usadas para su venta en mercados de segunda mano o su donación.
No obstante, las entidades de economía social y solidaria, que tradicionalmente gestionaban esta actividad, se enfrentan a un mercado local saturado e incapaz de absorber el enorme volumen de ropa desechada por la moda rápida y de bajo coste.
Carrasco-Gallego propone la creación de incentivos fiscales que favorezcan la reparación y reutilización de ropa. Critica que la «economía lineal está en cierto modo subvencionada», ya que la gestión de residuos suele estar cubierta por tasas municipales y políticas que promueven el desecho en lugar de la reparación o reutilización.
«La mejor prenda es la que te pones muchas veces, ya seas tú o alguien más», comenta, refiriéndose a la creciente tendencia de los «armarios compartidos». Sin embargo, lamenta que «no hay incentivos fiscales para reparar, reutilizar… sale más barato muchas veces comprar algo nuevo».
Aunque la normativa europea obliga desde enero a la recogida selectiva de textiles, el verdadero desafío reside en el tratamiento posterior. «No creo que la recogida del textil sea un problema; la gente está concienciada. El problema es qué hacer con el contenido», resume Carrasco-Gallego.
Si bien algunas empresas han comenzado a recuperar algodón o lana mediante procesos industriales de reciclaje mecánico, estas soluciones aún no están ampliamente disponibles ni desarrolladas a gran escala.
En definitiva, la circularidad textil es una aspiración que dista de ser una realidad. Requiere cambios profundos en el diseño, la producción, la legislación, el consumo y la fiscalidad.
Mientras tanto, todo apunta a que la ropa desechada continuará su camino desde los armarios europeos hasta los vertederos del sur global.
¿Qué otras medidas crees que serían necesarias para fomentar una verdadera circularidad en la industria textil y evitar el envío masivo de ropa desechada a otros países?