Vuelvo al inicio: ¡Tengo ganas de cantar! Voy a poner alguno de mis temas favoritos en la máquina y voy a subir el volumen, y voy a berrear bien fuerte, y voy a bailar.
No, no se preocupen, no creo que sea un brote sicótico. ¿Acaso nunca les pasó sentir la necesidad de darse un permiso para disfrutar sin que venga algún mala onda a romper el momento mágico, especial o simplemente fuera de la rutina que conseguimos crear a pesar de tantas trabas que se pone al goce?
Larga, la oración, pero cierta. El goce, les comunico, no está muy bien visto.
Por el contrario, está bien visto trabajar 20 horas al día, estudiar únicamente para el diez, sacrificar la propia felicidad por los otros (toda la felicidad), y mil cosas más por el estilo. Pero… no está bien visto gozar.
Y conste que no hablo de goces que impliquen quebrantar una ley, cometer algún improperio o molestar al resto de la sociedad.
En más de una ocasión les habrá ocurrido estar en la calle, una oficina, una tienda, cualquier lugar público y haber estallado a reír por un comentario del acompañante de turno, algún mensaje telefónico, o sólo por el recuerdo de alguna situación graciosa. La pregunta es: ¿cómo los miró la gente que los rodeaba?
A cierta altura de la vida uno deja de prestar atención a esas caras y se dedica a gozar sin culpas de esa pequeña cuota de felicidad caserita y poco compleja que se nos ofrece. ¡Y está bien!
Hay un término, un vocablo, que poco a poco va tomando su lugar en nuestra lengua cotidiana: gozador. Perdió la carga negativa que tenía como sinónimo de persona que se burlaba de otras.
Gracias a gente como Roberto Fontanarrosa o Jorge Guinzbur, entre otros, gozador significa ahora: persona que explora todas o casi todas las facetas de su personalidad y creatividad, disfrutando con cada una de ellas.
Gozador no quiere decir estar ciego ante los problemas y las necesidades de uno mismo y de los otros. Gozador significa darse permiso para disfrutar, para crear y también para equivocarse y volver al inicio, tomarse un recreo y volver a empezar. Siempre es bueno volver a empezar.
Voy a tomarme, ya mismo, unos minutos para “mimar mi ego”, hacer algo placentero y llenarme de energía para seguir con mi vida única y múltiple a la vez.