Es curioso cómo los libros llegan a nuestras vidas, realmente curioso, pero hoy no voy a hablar de eso, lo dejo para otra ocasión.
Lo que sucedió es que uno de esos libros que llegaron hace mucho tiempo a mis manos me deparó una sorpresa.
Días atrás, mientras buscaba material literario para una actividad que tenía que realizar, me encontré con un texto que me obligó a reflexionar sobre ciertas cuestiones muy en boga por estos tiempos. El texto fue escrito por Jorge Luis Borges en 1977, y se trata de una nota que el autor hace a un poema suyo publicado en 1923.
El poema se llama “Rosas” (Fervor de Buenos Aires) y la nota dice lo siguiente: “Hacia 1922 nadie presentía el revisionismo. Este pasatiempo consiste en ‘revisar’ la historia argentina, no para indagar la verdad sino para arribar a una conclusión de antemano resuelta: la justificación de Rosas o de cualquier otro déspota disponible. Sigo siendo, como ven, un salvaje unitario.”
No tuve inmediatamente una idea clara de lo que podía hacer con el hallazgo. Me llevó un tiempo elaborar en palabras las sensaciones que me dejó la lectura de la nota. Finalmente, todo fue simple: la historia la hacen los hombres, la escriben los hombres y la reescriben también. Es decir, según sea el color ideológico del autor de turno el déspota pasará a ser poco menos que héroe, y viceversa; una lucha entre fuerzas desiguales pasará a ser una “guerra”; los justos pasan a ser injustos y los injustos, justos. Creo que lo único que no cambia es la opinión de que los que están en medio de los enfrentados son pobres ovejas insípidas.
¿Adónde quiero llegar?
A que me preocupa que se revise la historia sin tomar en cuenta los errores de todos sus personajes, héroes o no, y se vuelva a pisar sobre terrenos de odios y rencores sin oportunidad para el aprendizaje.
Es constructivo revisar la historia, debería servir para evitar caminos que llevan al fracaso.
Es sano revisar la historia, un pueblo con memoria puede mirar al futuro desde una base más sólida.
Es reconfortante descubrir que hombres como San Martín poseían virtudes y defectos como cualquiera de nosotros.
Lo que no veo positivo es que después de tanto revisionismo, sabiendo todo lo que costó llegar a ser un país que ofrece esperanzas, se pierdan días de trabajo trasladando feriados.
Creo, sin hacer revisión histórica, que a San Martín no le hubiera gustado.