Investigadores del Conicet analizaron los cursos de agua desde el Pilcomayo hasta el Luján. Encontraron “altos niveles” del agroquímico y una presencia creciente a medida que el río avanza por las zonas agropecuarias. También aparece en las costas.
Un estudio llevado a cabo por investigadores del Conicet reveló la presencia de glifosato en la cuenca del río Paraná, en tanto que registró “altos niveles” del mismo herbicida en los sedimentos acumulados en la desembocadura de 23 arroyos y cursos que tributan a sus aguas desde el río Pilcomayo hasta el Luján.
La investigación –llevada cabo con la cooperación de Prefectura Naval– fue publicada por la revista especializada en temas ambientales “Enviromental Monitoring ad Assessment” y es la primera de esa escala realizada en la cuenca del Paraná.
El año pasado, la Organización Mundial de la Salud (OMS) confirmó que el herbicida produce daño genético en humanos y lo recategorizó como “probablemente cancerígeno”, segundo en una escala de 1 a 5.
“Desde el punto de vista biológico, este trabajo nos muestra que la actividad productiva agropecuaria está impactando en el ambiente, y los herbicidas que para ella se utilizan dejaron de estar solo en el campo para movilizarse hacia distintas zonas a medida que entran en contacto con las cuencas hídricas”, resumió a Página/12 el biólogo Damián Marino, del Centro de Investigaciones del Medio Ambiente (CIMA), que depende de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP).
El trabajo, contó el investigador, fue realizado con la cooperación de Prefectura Naval, que aportó la logística y el buque que permitieron recorrer la cuenca del río Paraná y concretar testeos en 23 puntos específicos.
La información fue recabada entre 2011 y 2012 para conocer cómo los afluentes del río transportan materiales por movilidad hídrica natural y “el estado de salud de todos los afluentes conectados con el Paraná”.
“La única fuente de aplicación del compuesto al ambiente es el modelo productivo de agricultura intensiva, que usa como base química al glifosato”, dijo el biólogo.
De acuerdo con las mediciones registradas, en la parte superior de la cuenca se registraron valores no detectables, aunque la huella del glifosato se intensifica hacia la fase final de la zona del río Luján, con registros de algunos miligramos por kilo.
“A medida que aparecen las zonas de producción agropecuaria, que comprenden a las provincias de Santa Fe y Entre Ríos, las concentraciones aumentan, por lo que su origen está confirmado”, apuntó.
Según explicó el investigador, no existen parámetros para determinar el nivel de gravedad de los valores encontrados. “Si uno intenta comparar eso con niveles de referencia, para sedimentos no existe, y para agua, todas estarían bien, es decir que encuadra con lo reportado por la literatura nacional e internacional”, dijo. Sin embargo –advirtió–, “si tenemos en cuenta que se trata de un compuesto sintético, ningún valor debería considerarse normal”.
El estudio de los investigadores de la UNLP demuestra, además, que el glifosato es poco afín a permanecer en el agua, por eso fue detectado en una baja concentración en el centro del río. El relevamiento indica que el herbicida tiende a adherirse en el fondo y se acumula en el barro. Por este motivo, la tendencia es que se mueva hacia las costas y se acumule en las playas.
Por el momento, se desconoce el lapso que el glifosato podría permanecer en el ambiente, aunque la referencia, aportada por la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos, es que el glifosato está considerado un contaminante pseudopersistente. “Esto significa que el ambiente está recibiendo una cantidad superior de la que puede degradar”, detalló Marino.
–¿Qué consecuencias podrían traer para la vida acuática estos niveles de glifosato?
–Es difícil hacer una asociación causa-efecto porque hay un conjunto de compuestos, distintos al glifosato, que pueden estar afectando a la biodiversidad. Sin embargo, hay algunos estudios ecotoxiológicos que indican que podría modificar estas poblaciones en términos de número de individuos, alterar su normal desarrollo o generar efectos crónicos, como cambios de talla o de ciclos reproductivos. En los casos más agudos, la mortalidad.
Informe: Paz Azcárate.