Por Prof. Horacio J. Tellechea
Han pasado 25 años y cada vez que me acuerdo aquella tarde del domingo 5 de junio de 1.988 y me vuelve esa sensación mezclada entre llanto, alegría y la piel de gallina, que solo provocan los grandes acontecimientos que marcan la vida tranquila de un adolescente de pueblo, como era yo por esos años.
Como describir el abrazo interminable que nos dimos todos los hinchas, y cuando digo todos, es todos. Porque ahí estábamos los de Rivadavia, los de estación, los de Mataderos, los de La católica, los de Defensores de puerto Quequèn, los de Villa del Parque, los de Huracán y para que seguir nombrando clubes, estaba Necochea, estaba Necochea y por supuesto Quequèn, detrás de un plantel de gladiadores que no le hicieron caso a los pergaminos que traía Olimpo.
Y si muchachos, no se puede describir, como todo lo que atraviesa el corazón para dejar una huella imborrable no tiene palabra en el diccionario que la abarque. Alegría (es poco), emoción (sigue siendo poco). Solo los que estuvimos esa tarde supimos lo que sentimos cuando la caprichosa salía de los pies de “ paquillo “ para descansar tranquilo, como dice la tribuna,» contra los piolines» del arco de Mercury.
Era el ladrillo final que se le colocaba a la mayor obra del deporte colectivo que vimos en Necochea. Sin desmerecer otros logros esto fue distinto, fue distinto, porque, el “mela” era del barrio, a “paquillo” lo chocábamos por las calles de Quequen, y el “gualicho” siempre andaba por la playa, eran de acá viejo, y eran tan nuestros que no necesito poner nombres para saber de que estamos hablando.
Por eso quiero decirles gracias, como hincha del futbol, gracias. Como amante de mi distrito, por poner su nombre en lo más alto, gracias. Y como hombre, por hacerme comprender aquella frase, que lo imposible solo tarda un poco más, infinitas gracias.
Y por último, permítanme decirles, que con mucha humildad, tratare de recoger la bandera del esfuerzo conjunto, el amor por el barrio, y los sueños sin límite que ustedes sin hacer alarde pregonaron y así hacer que Necochea vuelva a ser ese distrito, donde de cada casa emergía un deportista y si emergía un deportista, emergía un compañero y también un amigo. Seguramente volveremos a recobrar ese espíritu y volveremos a poner el nombre de Necochea-Quequèn en el sitial que le es suyo por historia. Definitivamente solo puedo decirles gracias.
PD: No se aflijan si a veces no se los recuerda como ustedes se merecen, el tiempo les tiene guardado un cuadro de honor en el corazón de de todos los futboleros necochenses.