Por Guillermo R. Sturla
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…Que la vida es sueño y los sueños… sueños son… ¡Escriba usted su propio desenlace!
HABIA UNA VEZ, un país cuya geografía era privilegiada. Bosques, montañas, lagos, llanuras, terrenos fértiles y generosos, ríos abundantes y caudalosos, extensas mesetas, climas benéficos.
CUENTA LA LEYENDA, que ese país había sido trabajado y respetado por gente que llegó de muy lejos y en otros tiempos desde otros lugares muy sufridos. Y junto a los nativos lo transformaron en un hábitat bello y fecundo.
DICEN POR OTRAS COMARCAS, que en algún momento de su historia, el espíritu maligno de la corrupción generalizada y de la inmoralidad se adueñó de dicho terruño y acostumbró a sus habitantes a expresar cosas como: “yo argentino”, “La política no me importa”, “Roban pero hacen”, “Total todo da igual”.
Y FUE ASÍ, que el pueblo omiso dejó hacer a los iracundos del poder secundados por lugartenientes llamados “amigotes, testaferros, familiares, usurpadores de la fé pública, patoteros a sueldo y charlatanes de pacotilla”.
SUCEDIÓ ENTONCES, que la gente del pueblo cuyo gran pecado fue ser ingenua, sumisa y superficial se vio atacada por las dudas, la inseguridad, la destrucción de principios y códigos. La agresión, la confrontación y el pensamiento único se adueñaron de estas hermosas tierras.
MÁS TARDE, el Imperio se llenó de alacranes ávidos de riquezas, que sólo se preocuparon de llenar sus bolsillos y mantener sus privilegios haciéndole creer a los incautos que trabajaban por ellos.
EN VARIAS OPORTUNIDADES, observóse a espíritus llamados San Martín, Belgrano, Moreno, Castelli, Sarmiento, y muchos otros retorcerse de dolor por ver que aquello que les demandó luchas y sacrificios era pisoteado y bastardeado por gnomos astutos, malvados y pusilánimes que querían adueñarse de la historia.
OCURRIÓ IMPREVISTAMENTE, que los ciudadanos fueron llamándose unos a otros y despertaron.
Pensaron escarmentar a los falsarios y farsantes. Pusiéronse de pie y con gran resolución decidieron expulsar a los mercaderes del templo, a los comerciantes de sueños, a los asesinos de esperanzas, a los traficantes de influencias y sobre todo a los ilusionistas de baratijas y mentirosos de profesión, corruptos y coimeros.
El país del cuento se llamaba ARGENTINA.
Dependerá de nosotros el seguir llamándolo así.
Concluyo con una frase que expresa: “El hombre es mortal por sus temores e inmortal por sus deseos” PITÁGORAS.
¿Qué desea usted para sus hijos y nietos?