Por Gastón Fernández Palma*. (Material enviado por Lic. Jorge Mancuso)
La Siembra Directa cambió el paradigma de la agricultura al desterrar la idea de la necesidad inevitable de la labranza para implantar cultivos. Basado en la ausencia de laboreo, y en la presencia de una cobertura permanente del suelo vía cultivos y rastrojos, el sistema de Siembra Directa propone una nueva agricultura, capaz de resolver la disyuntiva entre productividad y ambiente. Permite acceder a un uso racional y sustentable -y hasta recuperador- de los recursos básicos de los agro-ecosistemas, como lo son el suelo, el agua, y la biodiversidad.
Los primeros desarrollos que advirtieron sobre la posibilidad de prescindir de la labranza tuvieron lugar en Inglaterra en la década de 1940. Esto, combinado con la aparición de nuevos insumos para el agro, en EE.UU, se hizo factible la Siembra Directa.
A mediados de los 60′ se llevó a cabo, en nuestro país, un experimento que incluía la «no labranza» y que fue publicado por el INTA Pergamino. Pero los ensayos que le siguieron no fueron siempre exitosos; por la invasión de malezas, la caída en los rendimientos, los costos elevados, la maquinaria aún inadecuada y los riesgos, muy altos. Con todo, algunos productores, técnicos e investigadores pioneros persistieron en la Siemba Directa. El sistema evolucionó gracias a ellos: comenzaron a intercambiar y desarrollar información, consiguieron los recursos necesarios y se abocaron al desarrollo de tecnologías apropiadas. La fundación de Aapresid en 1989 fue la concreción de la acción que aquellos técnicos y productores venían llevando adelante.
La Siembra Directa se impuso en nuestro país llegando a cubrir, en la actualidad, más del 70 por ciento de la superficie cultivada, haciendo de Argentina un referente mundial en la materia.
En 1996 fueron inscriptas en el Registro Nacional de Propiedad de Cultivares las primeras variedades de soja resistente a glifosato y éste fue, sin duda, otro de los hitos de la agricultura. La agricultura se «sube al tren» de la biotecnología, como una expresión de la ciencia moderna.
Actualmente, se encuentran disponibles en el mercado más de 70 variedades de soja resistente a glifosato, herbicida que controla las malezas más dañinas de la agricultura y que, además, se degrada en el suelo en poco tiempo. Se capitalizaron la sencillez y eficacia en el control de malezas, la posibilidad de hacer agricultura en lotes con presencia de malezas perennes o de difícil control, menores costos de producción, y disminución en el uso de herbicidas residuales, de mayor impacto ambiental.
Posteriormente, le sucedieron los maíces Bt- también genéticamente modificados- que cuentan con protección frente a Lepidópteros, disminuyendo la necesidad de aplicar insecticidas, y logrando cultivos sin quebrado de tallos, que toleran mejor los vientos y pueden esperar el momento óptimo de cosecha. Actualmente, la tecnología de resistencia a glifosato y Bt también está disponible en maíz y algodón.
Los transgénicos tuvieron su impacto en la opinión pública. Al respecto, cabe decir que cada agroquímico tiene un determinado nivel de toxicidad siendo el del glifosato menor, comparado con otras alternativas.
Como afirma Jorge Adámoli, destacado ecólogo de la UBA, «hacia fines de los 90′ se alertaba por todo tipo de desgracias, desde alergias a malformaciones. Hoy, con centenares de millones de personas alimentándose con transgénicos, no hay casos para exhibir, lo que de por sí es una conclusión».
En referencia a las periódicas denuncias sobre todo tipo de problemas de salud asociados a las pulverizaciones, en particular con glifosato, Adámoli argumenta que, principalmente, se citan casos en parajes aislados. Establece tres puntos a considerar:
1) Si hay problemas en un paraje aislado, en la zona núcleo los efectos deberían ser, por lo menos, groseros;
2) En los parajes aislados, es muy difícil determinar la causa de las intoxicaciones; los pobladores guardan agua, leche o granos en recipientes de todo tipo de pesticidas, por la calidad de los envases;
3) Las condiciones de manipulación, almacenamiento y aplicación son muy precarias en muchos puntos del interior profundo.
Con respécto al Glifosato, el segundo herbicida más usado en el mundo, y que ha revolucionado la Agricultura moderna, carece a las dosis de uso de marbete efecto de patologías médicas importantes, está demostrado académicamente en todos los países serios, la ausencia de procesos subcrónicos, crónicos, cancerogenicos, y con estudios en vivo y en vitro, efecto teratogénico alguno, solo la ignorancia o la malidicencia, afirman irresponsablemente lo contrario. En realidad según un viejo dicho español, NO DEBE DISCUTIRSE EN PUBLICO CON IGNORANTES O MALIDICENTES, SIN LA PRESENCIA DE UN ARBITRO CAPACITADO A CONFERIR RAZON, YA QUE DE NO ESTAR ESTE, EL ESPECTADOR POCO AVEZADO CORRE EL RIESGO DE NO SABER CUAL ES EL IGNORANTE.
Estas prácticas ilegales tienen que ser denunciadas y combatidas por el propio sector. Agrolimpio es una iniciativa que corre en ese sentido, así como la ampliación de las Buenas Prácticas Agrícolas (BPA’s).
En este sentido, el leiv motive actual de Aapresid es la «Agricultura Certificada», un sistema de gestión de calidad de los procesos productivos en SD, con las garantías que supone ajustarse a un Protocolo de BPA´s y de indicadores de base científica. Hablamos de un «Sistema en SD» donde, además de suprimir la labranza y contener en superficie residuos orgánicos en descomposición, necesariamente se incorporan un conjunto de herramientas que reciben el nombre de Buenas Prácticas Agrícolas. La rotación de cultivos, los cultivos de cobertura, el manejo integrado de malezas, insectos y enfermedades, la nutrición balanceada y restitución de nutrientes, el uso racional y profesional de insumos externos, el registro de las tareas y productos y la sistematización de esa información conforman las bases para un certificado de calidad de los procesos productivos.
La Agricultura Certificada no es una meta, sino un camino. Si de ir lejos se trata, podemos imaginar que esto podría corolar para Argentina una nueva «Marca país». La de ser un lugar de referencia mundial no sólo en la provisión de alimentos; sino también en una producción responsable con el ambiente y en sintonía con el aumento poblacional.
*Presidente de Aapresid