lunes, noviembre 04, 2024

Opinión

OPINIÓN: No todo es censura.

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Por Pedro Brieger *

Los periodistas deben enfrentar varios dilemas en su vida profesional. Uno de ellos, sobre el cual se debate más, tiene que ver con la censura directa, además de los condicionamientos que cada uno/a conoce en su ámbito de trabajo; sea por cuestiones políticas, empresariales o de perfil ideológico.

Claro que vale la pena preguntarse también qué lleva a un/a periodista a elegir un determinado tema para informar o analizar. Esto podemos verlo cuando se estudia a la mayoría de los medios de comunicación en la Argentina y su manera de seleccionar los temas del ámbito internacional.

¿Por qué dos estudiantes asesinados por un desequilibrado mental en una universidad estadounidense merecen una página entera y un minero chileno asesinado en una protesta social es ignorado por completo? ¿Por qué el huracán Katrina amerita enviados especiales durante semanas y casi ni se mencionan las inundaciones en el vecino Uruguay? ¿Por qué la burka en Afganistán mereció tanto espacio y sesudos análisis de periodistas que ni la pueden diferenciar de un rusari iraní y tampoco conocen la historia de un país extremadamente complejo?

Es verdad que hay acontecimientos que influyen sobre la política mundial, especialmente aquellos que involucran la intervención de las grandes potencias, que son las que determinan el rumbo del planeta. Sin embargo, hay un elemento central que todavía estipula qué eventos son noticia y cuáles son relegados, y este elemento es la hegemonía informativa de las agencias de noticias europeo-norteamericanas. Hasta el día de hoy gran parte de la información brindada por los principales diarios argentinos sobre América Latina proviene de las agencias europeas.

Esto quiere decir que la mayoría de los periodistas no consulta las agencias de cada país y no genera la información en base a la lectura de los diarios latinoamericanos. En la Argentina de hoy la información que se brinda sobre un suceso en Brasil o Ecuador -a modo de ejemplo- proviene por lo general de una agencia norteamericana o europea. Una lectura al azar de los diarios ratificará esta afirmación.

¿Censura? De ninguna manera. Por (de)formación profesional se confía más en estas agencias y en la información del New York Times o el Washington Post que en las fuentes latinoamericanas. Más allá de los datos fácticos suministrados, la cuestión clave sigue siendo qué se informa y quién determina qué es lo principal; o para decirlo en otras palabras quién impone la agenda informativa o los temas relevantes con la carga ideológica que conlleva.

Indudablemente uno de las cuestiones más polémicas para tratar en la actualidad latinoamericana es la situación en Venezuela. En los años previos al golpe de Estado del 11 de abril de 2002 contra el presidente Hugo Chávez, un número importante de los canales de televisión, los principales diarios y los medios de comunicación internacionales destacaron los aspectos autoritarios del gobierno de Chávez para aislarlo y provocar su renuncia. Es interesante que casi nadie pensó que el golpe podía fracasar.

¿Acaso no contaban con el apoyo de la televisión, la radio y los diarios? “Ver no es comprender” suele repetir con razón Ignacio Ramonet. La televisión venezolana, dominada por los opositores a Chávez, intentaron que el mundo creyera que el “dictador” había sido derrocado por las masas, descontentas masas, y que no había habido un golpe de Estado.

En realidad, se intoxicaron con su propia propaganda de que “todo” Venezuela se había levantado contra Chávez.

Es verdad que los medios venezolanos estaban tan seguros del triunfo que ni ocultaron que lo venían preparando ya hace meses. ¿Para qué ocultar lo que era vox populisi además contaban con el apoyo de Washington?

El Washington Post, en su edición del sábado 13, reconoció que «miembros de la diversa oposición del país han estado visitando la Embajada de Estados Unidos en las últimas semanas, esperando obtener ayuda para derrocar a Chávez”.

El mismo día un editorial del New York Times también tranquilizó a los golpistas ya que señalaba que «con la renuncia ayer del presidente Hugo Chávez, la democracia venezolana ya no está amenazada por un pretendido dictador», mientras el efímero presidente Pedro Carmona era presentado como un “respetado hombre de negocios”.

Cabe preguntarse por qué tantos periodistas latinoamericanos reprodujeron la versión de los golpistas sin cuestionar el hecho de que se estaba pergeñando un golpe de Estado.

No es casual nuestra mención de los diarios más reconocidos de los Estados Unidos. El New York Times (NYT) sigue siendo considerado por numerosos periodistas en todo el mundo como el diario más serio y confiable del planeta aunque haya tenido escandalosos casos de falsa información, participación decisiva en la invasión a Irak o haya formado parte de operaciones políticas.

¿Por qué, a pesar de eso, el NYT sigue siendo más confiable que Al Ahram de Egipto para informar sobre el Medio Oriente o que Por Esto! para informar sobre México? En gran medida por una visión eurocéntrica que prima en la formación periodística, que hace que la mayoría de los periodistas ni siquiera se dignen a hojear Al Ahramo The Dawnde Pakistán para citar algunos ejemplos. Peor aún, tampoco leen La Hora de Ecuador, La Prensa de Panamá o Ultima Hora de Paraguay para conocer la realidad latinoamericana a pesar de que hoy son accesibles por internet.

Es verdad que la censura es un problema real. Pero no lo es todo.

Artículo publicado en el libro “Entre el deseo y la realidad” del Observatorio de Medios-UTPBA.