Por Marcelo Stiletano
El realizador británico Mike Newell rodó la epopeya romántica creada por el escritor colombiano que protagoniza Javier Bardem.
Amor a primera vista es lo que el visitante primerizo o habitual siente cuando puede disfrutar de una esplendorosa mañana como la que ofrece Copacabana, irresistible para una caminata por la costa, para dejarse envolver por el sol en cualquiera de sus playas o, simplemente, para detenerse por un rato y recorrer con la mirada los contornos de su escenografía impar.
Otra clase de romance transcurre del otro lado de la avenida Atlántica, en uno de los hoteles más importantes de esta ciudad. Congrega a una producción cinematográfica heterogénea y cosmopolita con una de las novelas de habla hispana más reconocidas del siglo XX. No debe haber símbolo más propicio para describir el espíritu con el que llegó a esta ciudad la versión cinematográfica de El amor en los tiempos del cólera, que la alfombra roja regada con pétalos de rosa a través de la cual desfilaron los invitados al estreno mundial de la película, cuyo lanzamiento en
“Lo que me tocó el alma fue la posibilidad de ver reflejada a través de la novela mi propia vida o la vida de mis padres, no por haber encontrado paralelos personales con la obra, sino porque allí se recorre la vida entera de dos personas. Casi nadie es capaz de narrar cómo una persona puede cambiar en cuerpo y en espíritu a lo largo de toda su existencia”, dice el realizador del film, el británico Mike Newell (Cuatro bodas y un funeral, Harry Potter y el cáliz de fuego), cuyo diálogo con
Newell contó que una vez comprometido con el proyecto releyó la historia del amor entre Fermina Daza (Giovanna Mezzogiorno) y Florentino Ariza (Javier Bardem), que perdura en el tiempo, a pesar de los rechazos de aquélla, de la decisión de éste de olvidarla acercándose a la mayor cantidad posible de mujeres y de la aparición de Juvenal Urbino como tercero en discordia. “Cuando leí el libro por primera vez, hace varios años, mi reacción inicial fue de encanto y atracción absoluta. García Márquez es un escritor maravilloso y exquisito, un humanista dispuesto a mostrar a la gente tal como es y, sobre todo, alguien que es capaz de contar el pasado y el futuro de sus personajes como si estuviéramos viéndolos en un eterno presente. Sólo un puñado de elegidos puede hacerlo”, precisa.
Al frente de un equipo técnico integrado en su mayoría por mexicanos, colombianos y brasileños, Newell puso en marcha el rodaje luego del triunfo inicial del productor norteamericano Scott Steindorff: convencer luego de tres años de tratativas que García Márquez aceptara ceder los derechos para una adaptación cinematográfica de su obra. Ni Steindorff ni Newell quisieron mencionar cifras, pero los trascendidos más firmes hablan de tres millones de dólares.
Después le tocó a Newell tomar contacto con García Márquez, que en un momento inicial del proyecto llegó a decirle al realizador que jamás se debería hacer una película sobre este libro, hasta que llegó a sus manos el guión escrito por el sudafricano Ronald Harwood (El pianista, Oliver Twist). El relato del director lo dice todo: “García Márquez siempre estuvo comprometido con este proyecto y cuando hicimos una primera versión del guión escribió una serie de notas muy valiosas. Durante todo ese tiempo sólo hablamos dos veces. El estaba en México, no se sentía muy bien en ese entonces y el idioma nos separaba, por lo que me sentía un poco avergonzado. Nunca en mi vida tuve tanto miedo como en el momento en que vio la película terminada. Pero al final, sin palabras, hizo un gesto de aprobación que alejó cualquier duda”.
Fue allí cuando los responsables del film tuvieron la certeza de que el proyecto –que terminó costando unos 45 millones de dólares– tenía el camino allanado, pero había que sortear un obstáculo más, finalmente allanado: convencer a las compañías de seguros de que podía hacerse un film como este en Colombia, que desde hace 25 años no es escenario de rodajes internacionales por su complicada situación política. De este modo, se cumplió el propósito original de rodar el film en Cartagena de Indias (con escenas adicionales en los estudios Twickenham, de Londres) y dejar de lado la idea original de filmar en Brasil.
“Este proceso –agrega Newell– hizo que la película fuera tomando de a poco una identidad cada vez más latinoamericana y ganara, creo, en autenticidad. Eso fue lo que buscamos cuando se armó el elenco y le aseguro que el proceso de casting fue uno de los desafíos más arduos.”
Pero fue aquí donde el realizador recibió los mayores cuestionamientos mucho antes de que se estrenara el film: no se tomó en cuenta la exitosa experiencia de Diarios de motocicleta, de Walter Salles, hablada íntegramente en español, y El amor en los tiempos del cólera, pese a su origen y a las características de sus actores, tiene al inglés como idioma original.
“Estaba realmente dividido por este dilema –reconoció Newell después de valorar la contribución de Salles a la preproducción de su película–, pero tenía que considerar ante todo el hecho de que yo tenía a disposición mucho dinero y me debía de algún modo a mis productores. Por eso optamos por el idioma que más favorece la llegada de la película a la mayor cantidad posible de mercados.”
Un elenco sin fronteras
Un verdadero seleccionado latino, con algún toque anglosajón, fue conformado para integrar el elenco de El amor en los tiempos del cólera.
El español Javier Bardem encarna a Florentino Ariza; la italiana Giovanna Mezzogiorno, a Fermina Daza, y el californiano Benjamin Bratt, hijo de madre peruana, a Juvenal Urbino.
Aparecen en papeles gravitantes la brasileña Fernanda Montenegro (Estación Central), como la madre de Florentino; la colombiana Catalina Sandino Moreno como Hildebranda, la prima de Fermina, y el también colombiano (aunque radicado en Nueva York desde los cuatro años) John Leguizamo, como el padre de Fermina, y Héctor Elizondo (norteamericano, hijo de español y portorriqueña) encarna a Don Leo.
También se destacan las mexicanas Ana Laura Talancón y Laura Harring (El camino de los sueños), la colombiana Angie Cepeda y el norteamericano Liev Schreiber.
Los sonidos de Shakira
“Fue muy refrescante escapar por un segundo del mundo pop para crear música dentro del contexto del folklore latinoamericano”, dijo la cantante colombiana Shakira, que sumó su aporte a la banda de sonido del film –compuesta por el brasileño Antonio Pinto– con tres temas originales, a los que también le puso voz.
“«Pienso en ti» es una canción hecha con silencios y pausas como el amor de Florentino, un amor sin apuro; «Hay amores» es un bolero, que remite a la vieja Cartagena, a la ciudad que enamoró a García Márquez y nos situaría en ese momento y en ese tiempo, y «Despedida» es la canción de mis sueños, que evoca a las montañas de mi país y al lamento de los Andes. Escribirla fue exorcizar mis temores más profundos, porque habla de la pérdida y de la muerte, y además me permitió experimentar con instrumentos como el bombo legüero, la caja y el charango, que me acercaron más a de dónde vengo”, dijo al describir cada una. (