Por: Diego Domínguez (UNNE – AGENCIA CYTA – INSTITUTO LELOIR)
Un estudio dirigido por el profesor José María Alonso, del Instituto de Medicina Regional de la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE), alerta sobre la potencial contaminación de areneros, plazas y patios de casa.
En estos lugares es donde niños y niñas podrían contraer toxocariosis, una infección que el ser humano adquiere de manera accidental a partir del contacto por boca con huevos eliminados al ambiente con materias fecales de perros no desparasitados. La población más proclive a la infección es la infantil, por sus hábitos de juego vinculados a la tierra o arena, contacto cercano con perros y la costumbre de comer o llevar las manos sucias a la boca.
La infección, de difícil detección clínica, se produce por medio del parásito Toxocara, el cual constituye un problema sanitario ampliamente difundido en todo el mundo, aunque aún hay aspectos poco conocidos.
El trabajo de investigación es realizado por un grupo de investigadores de la UNNE, que desde 1995 investigan la prevalencia de infección humana y el grado de contaminación de los suelos de espacios públicos con huevos de Toxocara canis en las ciudades de Resistencia y Corrientes.
El grupo de trabajo está integrado por los bioquímicos María Viviana Bojanich, María de los Angeles López y Gustavo Javier Fernández, del Area de Microbiología de la Facultad de Ciencias Exactas, Naturales y Agrimensura de la UNNE.
La detección de la infección a nivel clínico no es fácil, porque los síntomas son muy comunes e inespecíficos: fiebre, inflamación de ganglios o del hígado, aumento de los glóbulos blancos (especialmente de los eosinófilos), a veces algo de anemia, todos síntomas compatibles con otras patologías de menor importancia.
Sólo se reconoce con análisis de sangre específicos en los que se solicita el conteo de eosinófilos y la búsqueda de anticuerpos especiales contra este parásito, lo que permite confirmar la existencia o no de la infección parasitaria.
La infección también puede afectar los ojos, y en ese caso solamente el oculista podrá detectar el daño provocado por la larva del parásito en el globo ocular. En muchos casos la pérdida de visión que ocasiona es irreversible.
Dentro de la problemática sanitaria de Latinoamérica hay numerosas patologías humanas que se vinculan con las condiciones del ambiente y muchas de ellas afectan en particular a los niños.
La toxocariosis es una de ellas, ya que es una zoonosis (enfermedad de los animales que se transmite a las personas) adquirida por el contacto con suelos contaminados con heces de perros y gatos, a través de manos sucias pero también por mala higiene personal o por el consumo de vegetales crudos de huertas caseras contaminadas, por riegos con aguas servidas.
Sucede que tanto perros como gatos son los que alojan a las formas adultas de Toxocara canis y Toxocara cati respectivamente, mientras que el ser humano adquiere la infección de manera accidental a partir del contacto por boca con huevos embrionados eliminados al ambiente con las materias fecales animales.
Las manifestaciones clínicas que presenta la infección por Toxocara en humanos están en relación con los tejidos afectados: se encuentran dos formas principales, la llamada Larva Migrans Visceral y la Larva Migrans Ocular, aunque también pueden presentarse otras formas.
Una vez que el niño ingiere los huevos larvados del parásito, por acción de los jugos gástricos, eclosionan en el intestino delgado, penetran en la mucosa, traspasan la pared intestinal, llegan al hígado a través de la vena aorta y de allí al corazón y pulmones. Luego penetran en la circulación mayor donde son empujadas hacia los distintos tejidos periféricos, según establecen los investigadores.
Las larvas continúan diseminándose y se detienen cuando su tamaño excede el diámetro del vaso sanguíneo por el que viajan.
Cuando esto ocurre, traspasan activamente la pared vascular y migran hacia los tejidos circundantes. La migración larvaria va acompañada de hemorragia, daño a los tejidos y reacciones inflamatorias, que puede continuar varios meses o permanecer durante años en estado quiescente, es decir vegetativo, para luego reanudar su migración. Finalmente, algunas permanecen encapsuladas y rodeadas de un tejido inflamatorio. Algunas llegan a ser destruidas por los mecanismos de defensa del huésped, pero otras, paradójicamente, son protegidas por la propia reacción inflamatoria de los tejidos.
Los huevos de Toxocara canis tienen gran capacidad de resistencia a las condiciones ambientales. Luego de ser eliminados por el perro, los huevos deben permanecer en el suelo entre 10 y 14 días para su maduración, a partir de lo cual pueden mantenerse viables en el suelo por más de dos años, si las condiciones de temperatura y humedad son adecuadas.
Sin embargo, se destruyen rápidamente cuando se hallan expuestos a las radiaciones solares directas, a altas temperaturas o a la desecación. Por el contrario, el desarrollo larvario se detiene a temperaturas inferiores a los 10º C y la larva muere a temperaturas inferiores a los -15º C.
Medidas para evitar el contagio
* Es fundamental desparasitar periódicamente a los animales domésticos de la casa.
* Vigilar una muy buena higiene de manos en los niños particularmente.
* Buena limpieza de frutas y hortalizas de consumo crudo.
* Prestar atención cuando los chicos tienen fiebre de origen poco claro, con eosinofilia y hepatoesplenomegalia (aumento del tamaño del hígado y del bazo, provocado generalmente por una gran actividad de defensa inmunológica del organismo). Esto es sospechoso de Toxocarosis.
* En todo niño con pérdida unilateral y rápida de la visión, o con estrabismo, uveítis, endoftalmitis, papilitis o lesión granulomatosa de la retina, debe investigarse por posible Toxocarosis ocular. (ARGENPRESS)
me parece interesante el articula ya que mi marido contrajo la infeccion y estoy preocupada porque tengo un gato y una perra, me gustaria mas informacion gracias emi