Combinar la vegetación autóctona y la exótica permitiría crear un ecosistema sustentable. Las maquinarias y las transformaciones no lograron arrasar con la vegetación natural.
Las playas de Villa Gesell, Miramar, Necochea, Monte Hermoso, Las Grutas y Puerto Madryn a orillas del Atlántico vieron crecer bosques plantados por el hombre, jardines para embellecer los balnearios en ciernes y el vertido del cemento que les dio forma de ciudad.
Entre tanta maquinaria y transformaciones se comprobó que la urbanización no arrasó con la vegetación natural y aún hay tiempo de planificar un sistema sustentable para el futuro.
El Museo Argentino de Ciencias Naturales relevó la vegetación de esas seis ciudades costeras. Tras estudiar cómo había sido la urbanización, el equipo investigó cómo ese desarrollo había impactado en el ambiente.
A pesar de todas estas modificaciones, se observaron especies nativas, exóticas y plantas que provenían de ecosistemas vecinos traídas por aves, insectos o algún curso de agua. La flora ahora es más compleja que la original.
Esta diversidad es un punto de partida con miras al futuro. Se podría aprovechar el diseño para tener un paisaje nativo, otro exótico y poder hacer combinaciones. Planificar de manera tal que ciertas áreas atraigan al turismo, otras sean más agrestes y quede un sector de conservación, de modo de tener un mosaico que haga sostenible el ecosistema.
El avance de rodados sobre las playas también acarrea problemas. Las camionetas socavan la arena y dejan las raíces al aire, lo que es muy malo para la vegetación. Se debería restringir su paso a ciertas áreas, que deberían ser rotadas todos los años para que la vegetación se renueve según informa el diario La Nación.
Otro tema por tener en cuenta es la renovación de los árboles existentes ya que muchas de las forestaciones son de los años 40, con bosques seniles con mucha madera y pocas ramas nuevas, que ante una chispa arden rápido.