En la COP29, la lucha contra el cambio climático ha resaltado la necesidad urgente de más que meras palabras.
Los procesos de adaptación y mitigación, esenciales para frenar el deterioro planetario, requieren financiamiento, un flujo que puede provenir tanto de entidades privadas como públicas.
La Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) supervisa estas transferencias de los países desarrollados hacia los en desarrollo.
El cambio climático es un problema global que demanda un elevado volumen de financiación para transformar los procesos productivos y de consumo a nivel planetario.
Los países en desarrollo, que son los más vulnerables, enfrentan grandes costos en esta transición. Aquí es donde el financiamiento climático juega un rol crucial en su mitigación y adaptación.
En Bakú, capital de Azerbaiyán, se discute el nuevo objetivo de ayuda climática para los países menos desarrollados. La cantidad, que ronda el billón de dólares anuales, y la estructura del fondo son temas de intenso debate.
Dinero y Justicia Climática en la COP29
En tres décadas de negociaciones climáticas, probablemente nunca se había discutido tanto sobre financiamiento.
En la cumbre, la cantidad, la estructura y la responsabilidad de la financiación climática han provocado los primeros bloqueos.
No se trata solo de cifras; el trasfondo es un debate sobre justicia climática y confianza en el proceso diplomático de Naciones Unidas.
El Nuevo Objetivo Colectivo y Cuantificado (NCQG, por sus siglas en inglés) cubrirá los próximos cinco años, reemplazando al anterior de 100.000 millones de dólares anuales, un objetivo alcanzado con dificultades en 2022.
Según el Acuerdo de París, esta cifra debe ser el mínimo y no el techo de la financiación climática. Los expertos estiman que el NCQG debe alcanzar al menos un billón de dólares anuales hasta 2030.
En los primeros días de la cumbre, el grupo de países menos desarrollados, el G77, ha acordado una cifra de 1,3 billones de euros.
El Grupo Independiente de Expertos de Alto Nivel sobre Financiación Climática sugiere incluso 2,4 billones de dólares anuales.
Debates sobre Quién Debe Pagar
La cuestión de quién debe contribuir ha sido otro punto conflictivo. Hasta ahora, solo los países desarrollados estaban obligados a financiar según la CMNUCC.
Hoy se discute la inclusión de países emergentes como China y los BRICS en la base de donantes. A pesar de que China es ahora el principal emisor, las emisiones per cápita de EE.UU. y la UE superan a las de China.
Estructura de los Fondos: Cebolla vs Aguacate
Las negociaciones sobre la estructura de los fondos han recurrido a metáforas. Algunos proponen una estructura de cebolla, con capas de financiamiento público y privado, mientras que otros prefieren un modelo de aguacate, con un núcleo central fuerte de financiación pública.
Los países en desarrollo prefieren compromisos de fondos públicos, más seguros y predecibles, mientras que los países industrializados, limitados en su capacidad de financiamiento público, optan por una mayor implicación privada.
Reforma de la Arquitectura Financiera Global
Más allá de los objetivos financieros inmediatos, se debate una reforma de la arquitectura financiera global, nacida de los acuerdos de Bretton Woods.
La «Iniciativa Bridgetown» de la primera ministra de Barbados, Mia Mottley, ha ganado apoyo, proponiendo transformar instituciones como el FMI y el Banco Mundial para enfocarse en la transformación verde y aliviar la presión sobre los países endeudados.
A pesar de que una COP no tiene competencias para implementar esta reforma, puede enviar señales de apoyo a modificaciones en la arquitectura financiera global, coincidiendo con la reunión del G20 en Brasil.