Las dudas y los interrogantes aumentan, en los máximos niveles de la comunidad médica británica, sobre la real conveniencia de un refuerzo con tercera dosis, así como una vacunación extendida contra el coronavirus, entre los niños y adolescentes menores de 16 años.
En estos días, la BBC confió a su mesa científica la recolección de una serie de opiniones de académicos de alto nivel del Reino Unido, algunos de ellos consultores del gobierno de Boris Johnson en materia de pandemia.
El debate se afirma en un momento clave de la campaña de vacunación nacional, que en Gran Bretaña ya tuvo una de las coberturas más vastas y rápidas del mundo para las primeras dos dosis.
Y mientras en Israel la tercera administración ya comenzó a gran escala -decidiendo bajar la edad a los mayores de 30 que hayan recibido las dos primeras dosis de Pfizer al menos cinco meses antes- en Estados Unidos comenzará oficialmente en breve.
Esto ocurre pese a las reservas de la Organización Mundial de la Salud, que quisiera privilegiar en esta fase primero la concentración de las provisiones disponibles para los países pobres o no vacunados en absoluto.
Mientras tanto el gobierno de Boris Johnson se reserva, en forma extraoficial, la decisión de ponerla en marcha en septiembre, al menos para los «vulnerables y los mayores de 50».
Una pregunta que hasta hace un año se veía como pura herejía -si es mejor la inmunidad generada tras una infección natural por coronavirus, o tras la vacunación- hoy se vuelve importante, a juicio de no pocos expertos britanicos, para evaluar el futuro enfoque de los refuerzos que recomendar, o no, a la población en lo inmediato.
Para el profesor Adam Finn, pediatra y experto en vacunas de la Universidad de Bristol, además de consultor del gobierno, «sobreexponer» a los ciudadanos a demasiadas dosis sin tener la seguridad del resultado mejor, y sobre todo sin límites de tiempo, no parece aconsejable en esta fase.
También la profesora Eleanor Riley, inmunóloga de la Universidad de Edimburgo, expresó reservas sobre la propuesta de refuerzos generalizados con cadencia anual.
La idea de restablecer regularmente la inmunidad para toda la vida no se persigue tampoco de modo unívoco para otras infecciones, como el virus respiratorio RSV u otros cuatro coronavirus que causan los síntomas comunes del resfrío.
Tampoco hay dudas sobre el hecho de que se obtiene una respuesta inmunitaria aún más amplia tras haber sido infectados por Covid, respecto de la vacunación.
Ya sea que se haya recibido Moderna, Pfizer o AstraZeneca, el cuerpo humano aprende a identificar la única proteína «spike», subrayan los investigadores.
Y esto permitió alcanzar resultados extraordinarios en el contraste al virus y evitar hospitalizaciones, por lo tanto, se alejaron las formas más graves.
Pero permanece el riesgo de las variantes, según Riley, así como la incógnita sobre la duración de la protección inmunitaria de la vacuna, en un marco en el que preocupan tanto la variante Deleta como eventuales mutaciones futuras.
En lo que concierne a las vacunas para los niños, la cuestión parece abierta. Finn señala solamente que muchos de los que se infectaron en esta franja de edad resultan haber tenido consecuencias blandas o nulas.
Tanto Riley como el profesor Peter Openshaw, de Imperial College London, recuerdan sin embargo los casos de «long Covid» registrados incluso entre los más pequeños, y los daños que la enfermedad puede provocar en algunos casos en órganos que aún están en vías de desarrollo.
Entretanto la UK Health Security Agency, ligada al servicio sanitario público británico, lanzó esta semana un programa de tests de anticuerpos «hágalo usted mismo» dirigido a quienes contrajeron coronavirus, para monitorear en particular la eficacia de las vacunas a mediano plazo.
Es posible realizarlo mediante un kit enviado directamente a casa para verificar el estado de las defensas inmunitarias antes y después de haber contraído la infección. (ANSA).