Por Blog del FMI
Con las vacunas a la vuelta de la esquina, existe una mayor esperanza de que la pandemia pronto pueda estar mejor controlada.
Dicho esto, la necesidad de esfuerzos cooperativos para trabajar hacia un futuro mejor nunca ha sido mayor.
Las áreas prioritarias se relacionan con la necesidad de producir y distribuir vacunas a nivel mundial, abordar el cambio climático e impulsar la recuperación económica de la crisis.
Un informe del FMI publicado antes de la reunión de líderes del G20 sostiene que un impulso sincronizado de inversiones en infraestructura podría estimular el crecimiento, limitar las cicatrices y abordar los objetivos climáticos.
De hecho, cuando muchos países actúan al mismo tiempo, la inversión en infraestructura pública podría ayudar a impulsar el crecimiento a nivel nacional y en el extranjero a través de vínculos comerciales.
Este efecto de “desbordamiento” positivo podría proporcionar un impulso adicional a la producción mundial.
Los efectos secundarios creados por una mayor demanda son particularmente impactantes cuando las condiciones económicas son débiles y las tasas de interés bajas.
Cuando las condiciones económicas son sólidas, un mayor gasto público puede impulsar la inflación por encima del objetivo del banco central y desencadenar un endurecimiento de la política monetaria, compensando parte del impulso inicial a la demanda.
Pero cuando las condiciones son débiles y la inflación está muy por debajo del objetivo, es menos probable que la política monetaria se endurezca en respuesta a un mayor gasto público, lo que se traduce en una mayor respuesta del producto.
El contexto de amplia capacidad excedente amplifica así el impacto tanto del gasto público en infraestructura nacional como de la demanda derivada de una mayor inversión pública en el exterior.
Nuestro gráfico de la semana ilustra este punto
Si las economías con espacio para gastar aumentaran el gasto en inversión en infraestructura en un ½ por ciento del PIB en 2021, lo aumentaran al 1 por ciento del PIB en 2022 y lo mantuvieran en ese nivel hasta 2025, y las economías con menos espacio fiscal gastan alrededor de un tercio de esa cantidad durante el mismo período, la producción mundial podría aumentar cerca de un 2 por ciento para 2025 (línea negra discontinua). Aproximadamente un tercio de ese impacto provendría de efectos de contagio transfronterizos.
Para ver esto, considere un conjunto de escenarios hipotéticos donde cada país aumenta el gasto en infraestructura por sí solo, sin beneficiarse de un mayor gasto en el exterior. El impacto global en ese caso sería en promedio de alrededor del 1,2 por ciento (línea negra continua).
En pocas palabras: si los países del G20 actúan juntos, pueden lograr dos tercios más al mismo costo que si cada país actuara solo.
Se obtienen importantes beneficios adicionales de tipos específicos de gasto en infraestructura. Por ejemplo, si dicho gasto da prioridad a las inversiones verdes, también fortalecerá la resiliencia y permitirá un mundo más limpio para la próxima generación.
Se podrían dar prioridad a proyectos eficientes de transporte público, redes eléctricas inteligentes y modernización de edificios para mejorar la eficiencia energética. Las inversiones públicas intensivas en empleo, como el mantenimiento de la infraestructura o las obras públicas que se ejecutan de manera eficiente, también son esenciales.
Cuando los formuladores de políticas de todos los países trabajan juntos e implementan un gasto inteligente de alta calidad en infraestructura, el impacto de sus acciones individuales puede amplificarse y brindar un mayor apoyo a todas las economías.
Basado en una investigación de Jared Bebee, Oya Celasun, Lone Christiansen, Ashique Habib, Ben Hunt, Margaux MacDonald y Rafael Portillo.