No, no voy a comentar la obra de Mircea Eliade. Voy a divagar sobre esa costumbre de repetir arquetipos y volver eternamente a usos y maneras institucionalizadas largo tiempo atrás por gente con nombre y apellido particulares y en sociedades también particulares por sus contextos históricos.
Parecería que cuesta despegarse de esos roles y costumbres. Que es más fácil copiar que crear. Que se teme la innovación. Que repetir vale más que animarse a seguir un camino propio, como el que dice Machado en su poema: el que se hace al andar.
Estamos, al menos yo lo estoy, esperando que nos sorprendan. Que de una buena vez cada actor social se ubique en su rol, pero con el contexto espacio-temporal que nos comprende. Somos hoy. Ayer fue ayer, porque a pesar de ser una obviedad muchos se aferran al pasado, casi con miedo de soltarlo.
No hace falta ser psicólogo para entender que el pasado es el anclaje de nuestro ser, como persona y como sociedad. No se trata de negarlo ni taparlo. Se trata de conocerlo, quitar las nebulosas, asumirlo, repararlo en caso de que se pueda y vivir el presente proyectando un futuro con menos errores.
Es por eso que no alcanzo a comprender la insistencia en las frases hechas, los discursos calcados, el egoísmo de mirar siempre el propio ombligo, las plazas anacrónicas, los olvidos intencionados, las medias verdades, y la creencia, fuertemente arraigada en el pasado pero que sigue vigente hoy, de que somos inútiles, ovejas o idiotas.
*14 de julio del 2019