Crecen las dudas sobre su capacidad para reducir CO2 y los temores a sus efectos adversos – Reino Unido cuestiona los objetivos marcados por
A los biocombustibles cada vez les resulta más difícil llevar colgada la etiqueta de fuente de energía ecológica. La culpa es del creciente número de expertos, investigadores y ecologistas que cuestionan su capacidad para reducir las emisiones de CO2, y hablan los efectos de deforestación y de aumento de las desigualdades que pueden causar.
Por segunda vez en lo que va de año,
«Seguimos pensando que es razonable y hasta modesto aspirar a que en 2020 el 10% de la energía para el transporte proceda de los biocarburantes, hay que pensar que la alternativa es el petróleo». Ferran Tarradellas, portavoz del comisario de Energía, Andris Pieblags, mostraba así la firme decisión de mantener los objetivos.
También los defendió con los mismos argumentos el propio comisario hace dos meses, justo después de conocer un informe presentado a
Los economistas del área de Medio Ambiente de
Se trata de un constante cruce de acusaciones y apoyos que mantienen al sector en vilo, especialmente en Europa. Según Roderic Miralles, presidente de la sección de Biocarburantes de
Jorge Riechmann, del equipo técnico del Instituto Sindical de Trabajo, Ambiente y Salud (ISTAS) de Comisiones Obreras, prefiere no mostrar a los biocombustibles, de partida, como ecológicos. «No todo aprovechamiento de la energía renovable resulta sostenible. La idea de sustituir la gasolina y el gasóleo por carburantes elaborados a partir de la biomasa sólo sería buena con muchos menos vehículos de motor en el planeta y mucho menor uso de los mismos; es decir, con otro modelo de transporte», sostiene.
Uno de los cuestionamientos que se ponen a los objetivos de
El cultivo y producción en terceros países, la roturación de terrenos vírgenes, el empleo de maquinaría pesada para la plantación y recolección, la utilización de fertilizantes y plaguicidas y el transporte hacia los lugares de procesamiento y consumo cuestionan la contribución de los biocombustibles en la lucha contra el cambio climático y, por el contrario, hacen pensar que, incluso, pueden favorecer el aumento de las emisiones. Así lo piensa, no sólo el instituto holandés, sino organizaciones ecologistas como Greenpeace y Amigos de
El Instituto para
La nueva directiva europea de energías renovables dice que no se podrán etiquetar como biocombustibles los que utilicen materias primas de bosques vírgenes, praderas y áreas protegidas o de la conversión de humedales y zonas de silvicultura, ni los que emitan por encima de un 35% menos de GEI que los combustibles fósiles. «Esto supone primar el uso de carburantes fósiles», asegura el IDAE.
En cualquier caso, las investigaciones para mejorar los biocombustibles siguen en marcha. Y avanzan. «Entre las muchas direcciones en las que se trabaja, está la de atender a las características de cada mercado. Por ejemplo, en el norte de Europa, habrá un desarrollo viable y sostenible en torno al aprovechamiento de los residuos forestales y de las fábricas de pasta de papel. En el sur de Europa habrá que pensar en aprovechamientos o plantaciones que no supongan una alta demanda de agua. Es decir, adaptarse a la geografía y la climatología para producir de forma sostenible», asegura Luís Cabra, director corporativo de Tecnología e Ingeniería de Repsol YPF y presidente de
Con información de Ricardo M. de Rituerto (Bruselas) y Patricia Tubella (Londres). (EL PAÍS)