Son insectos milenarios que gracias a la acción del ser humano cada vez son más frágiles y vulnerables.
Sin ellas, no podríamos sobrevivir, puesto que cumplen un rol vital para el medio ambiente: la polinización de las plantas con flores.
La frase de Einstein
Según una frase atribuida con o sin razón al célebre físico Albert Einstein: ‘si las abejas desaparecieran de la faz de la tierra, al hombre sólo le quedarían cuatro años de vida’.
Aunque ninguna fuente confiable ha confirmado que esta cita fuera realmente pronunciada por él, la magnitud de su sentencia no deja de ser impactante.
La cantidad de abejas sigue en franca disminución, por lo que la supervivencia de las abejas es un tema muy preocupante.
Resulta fundamental ser conscientes de la importancia que estos insectos tienen para los ecosistemas y en si es tan temible para el ser humano que éstas desaparezcan.
Útiles e imprescindibles
Un ecosistema es una unidad ecológica dentro de un entorno natural, que está compuesto por el conjunto completo de constituyentes, ya sean vivos (animales y plantas) o inertes (minerales, agua, etc.), que son partícipes directos e indirectos de una multiplicidad de interacciones. Los bosques, los suelos, los humedales, los agro sistemas y hasta una gota de agua, son ejemplos de ecosistemas.
La polinización es uno de los procesos de estas interacciones, ya que es la forma de transferencia de polen entre los especímenes masculino y femenino de las plantas con flores de la misma especie y que es el que posibilita la fecundación, la reproducción y la supervivencia de estos vegetales.
Hay una serie de vectores de polinización entre los que destacan: la autopolinización, el viento, el agua, los insectos y otros animales como pájaros, anfibios, reptiles y hasta mamíferos. Sin duda, los grupos más importantes de polinizadores son las moscas sírfidas, las abejas silvestres y las abejas domésticas (apis mellifera).
Las relaciones entre las abejas y las plantas son benéficas para ambas especies, puesto que tienen un carácter cooperativo. Mientras los insectos se alimentan de néctar (un líquido dulce y muy nutritivo) y del polen en cada flor, su cuerpo se impregna de granos de polen y los transportan, polinizándolas y fomentando su reproducción.
Alrededor del 90% de las plantas de flores silvestres y del 70% de los 124 cultivos principales que proporcionan alimento a los humanos, dependen directamente de la acción de algún agente polinizador. Y el 80% de los insectos que cumplen esta función son abejas, mayoritariamente las domésticas, pero también las silvestres.
¿Silvestres o domésticas?
La apis mellifera o abeja doméstica es la especie más común utilizada en todo el mundo para la polinización de cultivos. Su organización en colonias, conformadas por miles de individuos es un activo importante para que existan las plantas angiospermas (con flores), como los árboles frutales, algunas legumbres, cereales, verduras, etc.
Sin embargo, los estudios más recientes han demostrado que las abejas silvestres son mucho más eficientes en términos de polinización, que las abejas melíferas, una observación que es válida tanto para plantas silvestres como para cultivos.
Ello podría deberse a que, como estas especies no viven en colonias, sino que son insectos solitarios, deben ser más rápidas al alimentarse con el fin de volver al nido y vigilar su puesta de huevos.
Los científicos creen que, la actividad polinizadora de las abejas silvestres complementa y mejora significativamente la de las abejas melíferas, por lo que su preservación y protección puede aumentar el rendimiento y la calidad de las frutas y hortalizas de las áreas en las que intervengan.
FUENTE: Ecoticias