Joe Biden lo ha dicho en una tienda de regalos: no habrá sorpresas en la respuesta a las exigencias de Rusia para rebajar la tensión prebélica en Ucrania, a cuyas puertas tiene desplegados unos cien mil soldados. Si hubiera una invasión, ha dicho el presidente de Estados Unidos, «tendría enormes consecuencias en todo el mundo. Con todas esas fuerzas, sería la mayor invasión desde la Segunda Guerra Mundial. Cambiaría el mundo», sentenció el inquilino de la Casa Blanca.
Dos semanas de esfuerzos diplomáticos no han logrado desactivar la crisis, sobre la que pesa una exigencia que suena a ultimátum: para retirar sus tropas de la frontera con Ucrania, el presidente ruso, Vladímir Putin, quiere garantías de que Ucrania y Georgia no ingresarán jamás en la OTAN. También exige el cese de toda cooperación con todas las antiguas repúblicas soviéticas, incluidas las que son miembros de la Alianza Atlántica, algo inconcebible en Occidente.
El viernes pasado, el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, se volvió a reunir en Ginebra con su homólogo ruso, Serguéi Lavrov. Blinken se comprometió a responder esta semana por escrito a las exigencias de Moscú.
En este contexto, el presidente estadounidense, Joe Biden, ha asegurado que no tiene intención de desplegar tropas en Ucrania, aunque el Pentágono ha puesto en «alerta elevada» a unos 8 500 soldados para, llegado el caso, desplegarlos en el este de Europa. La oposición republicana quiere más:
- «Habría que desplegar tropas adicionales de la OTAN, incluyendo algunas de las nuestras en Polonia, Rumanía, el Báltico, y ahora, no después de una incursión», afirmó el senador Mitch McConnell, líder de la minoría republicana en el Senado.
Según los sondeos, solo uno de cada cuatro estadounidenses confía en Joe Biden para gestionar eficazmente esta crisis. Las mismas encuestas auguran que los demócratas perderán el control de la cámara de representantes en las elecciones de medio mandato el próximo mes de noviembre.