La OTAN da un paso adelante y refuerza el contingente en Europa del Este, con muchos países aliados que anuncian el envío de hombres y vehículos, incluidos barcos y aviones caza.
Es la primera reacción concreta del Pacto Atlántico al deterioro de la crisis ucraniana, más allá del apoyo a Kiev.
Estados Unidos también está evaluando el desplazamiento de tropas en el Báltico (se habla de 5.000 soldados, que se pueden aumentar si es necesario) y el presidente, Joe Biden, convocó a los líderes europeos a una ronda de consultas.
Todo mientras en Bruselas los 27 ministros del Exterior de la Unión Europea buscan la «coordinación» en la línea a seguir con Moscú, más allá de la promesa de «unidad» y firmeza en caso de invasión.
En definitiva, la semana se abre con una reactivación del expediente más espinoso de la agenda internacional.
El Kremlin, por su parte, arremete contra la Alianza, a la que culpa de «elevar la tensión».
«Rusia no puede ignorar las actividades de la OTAN», se quejó el portavoz de Vladimir Putin, Dmitry Peskov.
«El riesgo de que las fuerzas armadas ucranianas realicen provocaciones en el Donbass es ahora mayor», dijo.
Pero no es el único frente donde sube la tensión. Estados Unidos, de hecho, anunció la evacuación de las familias de los diplomáticos destacados en Ucrania (la encargada de negocios Kristina Kvien todavía está en su lugar), una medida que fue copiada por Gran Bretaña y que molestó a las autoridades ucranianas.
«Lo consideramos prematuro y excesivo», dijo el vocero del ministerio de Relaciones Exteriores de Kiev, Oleg Nikolenko.
La UE, en este punto, baila sola.
«No dramaticemos la situación», comentó hoy el Alto representante europeo, Josep Borrell, antes del inicio del Consejo de Asuntos Exteriores en Bruselas.
Agregó que «la UE no retirará su personal diplomático de Ucrania» y que «(el secretario de Estado estadounidense, Antony) Blinken explicó luego que simplemente quien deseara dejar el país fue autorizado a hacerlo».
El secretario de Estado norteamericano, de hecho, se conectó con el Consejo a través de videoconferencia, siguiendo la línea de Washington del «nada sobre Europa sin los europeos», que en las últimas semanas ha marcado una intensa labor diplomática a ambos lados del Atlántico, ambas entre socios de la OTAN y entre los estados miembros de la UE.
El mantra es «unidad» contra la estrategia abierta de Moscú de «dividir» el frente occidental. En cualquier caso, las señales ocultas se multiplican.
El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, por ejemplo, se reunió con la ministra de Relaciones Exteriores del Reino Unido, Elizabeth Truss, en Bruselas.
Londres, por otro lado, está asumiendo un papel cada vez más independiente y extremista hacia Rusia, para júbilo de los países de Europa del Este: el primer ministro británico, Boris Johnson, volvió a advertir a Vladimir Putin que la invasión de Ucrania sería «un paso desastroso», prácticamente «otra Chechenia».
En tanto, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, anunció un paquete adicional de ayuda financiera a Ucrania de «1.200 millones de euros».
El presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky lo agradeció, pero al mismo tiempo instó a la UE a mantener la «unidad» (de nuevo esta palabra) de los 27 en defensa de la «soberanía e integridad territorial» de su país.
Sin embargo, ya se pueden ver algunas grietas en la anunciada posición granítica europea. No en vano, el canciller alemán, Olaf Scholz, hablará el martes con el presidente francés, Emmanuel Macron. Porque, ahora está claro, Berlín se encuentra en las filas de los prudentes.
«Si la diplomacia falla», aseguró Borrell, «estamos en un punto avanzado en el desarrollo de nuestra respuesta, que será rápida y coordinada, no solo a nivel de la UE sino desde un punto de vista internacional».
Se trata de las infames sanciones sin precedentes contra Moscú sobre las que el propio Borrell, de momento, invocó «discreción» para preservar su «eficacia». (ANSA).