Hemos escuchado muchas veces la frase “Aca en argentina, provincia de Buenos Aires, tiras una semilla y crece”, una frase que además de ser falsa, oculta y desvaloriza el trabajo y el conocimiento de quienes trabajamos la tierra.
En argentina 200 mil trabajadores/as de la tierra poseen tan sólo el 13% de la misma, a la par que producen más del 60% de los alimentos. Acá en Argentina, no hubo reforma agraria, y no hay acceso a la tierra para quienes realmente producen alimentos para el pueblo.
Porque hay que preguntarse ¿Quién produce los alimentos que comemos? Y ¿En qué condiciones se produce?
Nosotros desde la UTT siempre decimos “Somos el otro campo, el campo que alimenta y hay muchísimos compañeros y compañeras que la están pasando mal.
Acá entre Necochea y Quequén trabajamos 25 familias un total de más de 60 personas que abastecemos más del %50 de las verduras que se venden en Necochea. Decimos que hay compañeros que la están pasando mal, porque la mayoría no es propietaria de la tierra que produce, porque dar de comer al pueblo tiene un costo enorme para nuestros bolsillos.
La gran mayoría de nuestras familias alquila o trabaja a porcentaje en las quintas. El alquiler de la tierra acá vale entre 5 y 7 mil pesos la hectárea, y las quintas cuentan con casa (no siempre en condiciones dignas). La mayoría trabajamos alrededor de 5 hectáreas aproximadamente lo que sería alrededor de 32,500 pesos de alquiler por mes fijos.
Al gasto del alquiler de la tierra hay que sumarle todos los insumos y recursos necesarios para producir, que son en dólares, principalmente las semillas y plantones, que por ahora solamente podemos comprar en Mar Del Plata.
Los insumos que nosotras producimos para fertilizar, tratar plagas, hongos e insectos, no son tan caros como los agro tóxicos que utilizan quienes no están en transición, pero aun así demandan tiempo y dedicación que se suma a nuestras extensas jornadas de trabajo de alrededor de 12 horas.
Otro problema derivado de alquilar es que los alquileres son de 2años como mucho, lo cual no permite poder hacer inversiones en invernaderos, porque sabes que, si no te renuevan el contrato, te tienes que ir y no podes llevártelo.
Hoy armar un invernadero con capacidad productiva de 20 x 70 metros aproximadamente cuesta cerca de un millón de pesos. A eso hay que sumarle los sistemas de riego adentro del invernadero y en el campo, también altas facturas de luz por el uso de las bombas de agua, el costo de alquilar maquinas, arreglarlas, porque acceder a créditos para su compra no es algo de lo que dispongamos.
Algunos quizás pensaran, pero son los costos que lleva emprender. Y sí, claro que emprender tiene sus costos, pero en nuestro caso si nosotros paramos de producir, desabastecemos la ciudad, aumentan los precios porque si o si tienen que traer el alimento de otras ciudades y eso es un gasto enorme, con esto queremos decir: nosotras, los y las trabajadoras de la tierra subsidiamos con nuestro trabajo el alimento del pueblo. Decimos que subsidiamos porque con nuestro trabajo, ganancias y producción brindamos acceso al alimento fresco y sano al pueblo.
No se tienen tampoco en cuenta las adversidades del tiempo y la inexistencia de un seguro que nos cubra las perdidas: heladas, hongos, sequías, exceso de agua, plagas, granizo, liebres, hormigas y la posibilidad de perder toda la producción.
Y ni hablemos de los precios, del problema de la regulación de los mismos, o más bien la falta de regulación, durante mucho tiempo el precio de la producción se congela (¡a veces por años!) o te lo van cambiando en la misma temporada -se especula porque saben que si o si tenemos que vender.
La falta de regulación, de una ley anti-monopolio, ley de góndolas y que se regulen estos precios, nos deja sin la posibilidad de reclamo de nuestros derechos como productores, los intermediarios llegan a ganar hasta el 400% de la ganancia. Somos explotados por la cadena comercial.
Estas problemáticas nos llevan a unirnos y buscar soluciones, y como organización sabemos que la necesidad principal es poder acceder a comprar la tierra que trabajamos.
La mayoría trabajamos la tierra desde niñitos/as, muchos/as vinimos a Argentina siendo adolescentes, hace alrededor de 20/25 años en busca de trabajo y tener una vida digna, nuestros hijos e hijas nacieron en Argentina.
Aprendimos el oficio de nuestros padres y madres, la imposibilidad de terminar los estudios por las distancias, la cantidad de horas de trabajo, la situación económica de no contar siempre con recursos y la marginación, discriminación por ser paisanos/as. La mayoría han vivido mas parte de su vida en Argentina que en Bolivia, y lo mismo para quienes son norteñas, han vivido más en la provincia de Buenos Aires que en el norte. Nuestra identidad local es muy fuerte.
Elegimos vivir acá y elegimos producir alimentos para el pueblo, porque sabemos cómo hacerlo. Sin embargo, la discriminación y el racismo están tan naturalizados como la precarización laboral a la que estamos sometidos.
Queremos tener acceso a comprar tierras y con ella a la soberanía alimentaria que es el derecho de los pueblos a decidir cómo y que producir. Queremos producir agroecológicamente alimentos sanos y baratos, sin tener la presión del paquete tecnológico impuesto por el agronegocio de semillas y agroquimicos que nos empobrece y nos obliga a envenenar la tierra, los alimentos y a nuestras familias.
- Por ello pedimos los 1500 metros libres de fumigación establecidos en la ley.
- Que se ponga en funcionamiento el programa de fomento a la agroecología
- Que la usina nos dé la posibilidad de subsidiar nuestra luz
- Que el Estado haga lo necesario para comprar directo a los y las productoras, con intereses si no se paga en el momento.
- Que se fije un precio mínimo sostén para la verdura para el productor, y precio tope para la venta al consumidor.
- Que se nos brinden líneas de créditos blandos a tasa subsidiada para afrontar la emergencia en el sector.
¡Y, por último, el motivo de este verdurazo, queremos LEY DE ACCESO A LA TIERRA YA!