La economía de Alemania, el cuarto poder económico mundial y primero en Europa, no creció en la última primavera boreal, por el contrario, se ha contraído y camina hacia una posible recesión «técnica», lo que enciende alarmas.
Para Berlín, la fase expansiva, como han anunciado varios indicadores, está terminando, pero las autoridades germanas aunque preocupadas rechazan la idea de estímulo específicos.
La situación económica alivia el rigor presupuestario. El PIB alemán cayó en el segundo trimestre del año 0,1% en comparación con los tres meses anteriores, aunque de todos modos eso no acarrea cambios anuales (ajustados estacionalmente +0,4%).
Hay pesar en la industria alemana, tan orientada a las exportaciones, pero afectada por las tensiones comerciales de países extranjeros en todo el mundo, en particular las difíciles relaciones entre China y Estados Unidos, con su guerra de tasas y las impredecibles perspectivas del Brexit.
En cambio, el consumo privado aumentó y las empresas invierten más permitiendo que Berlín declare que «la economía nacional es sólida».
El PIB ya había sufrido en el último trimestre del año pasado una caída ligera de -0,2%, para luego volverse positivo, pero con un crecimiento débil.
El rendimiento alemán ha afectado a toda la Eurozona, donde ahora se espera más estímulo monetario del Banco Central Europeo (BCE) de cara a su próxima reunión.
En el segundo trimestre el PIB sólo aumentó un 0,2% tanto en la zona euro como en la UE-28 después de que en el trimestre anterior había crecido un 0,4%.
Además, la la producción industrial en junio cayó un 1,6% en la zona euro y 1,5% en la UE-28. Desde la mañana los mercados en Europa reaccionaron muy mal ante este panorama.
El freno en el crecimiento se anunció hace unos días y disparó indicadores negativos para junio: -44 puntos del índice Zew sobre la confianza de los inversores en Alemania, exportaciones también en baja (-8%, el peor descenso desde julio de 2016) y producción industrial igual, al -1.5%. Todo en negativo.
Señales de «advertencia» para Alemania, como lo asumió el ministro de Economía germano, Peter Altmaier: estamos en una fase «de la debilidad económica», pero «no la recesión», afirmó el funcionario, aunque los analistas pronostican una disminución también para el trimestre en marcha, creando las condiciones de una «recesión técnica».
Antes del anuncio de los datos sobre el PIB, la canciller Angela Merkel había hablado en contra del lanzamiento de un paquete de medidas de estímulo económico «clásico» y dijo que «reaccionaremos según la situación».
Una línea confirmada por un portavoz gubernamental que este miércoles destacó cómo «la política fiscal del gobierno federal ya está orientado a lo expansivo y «permitirá que la economía alemana crezca» ligeramente» en 2019.
«Después de todo, sería el décimo año de crecimiento continuado, que trajo un aumento de los ingresos reales en 21 trimestres en una fila, como nunca después de la reunificación alemana» de 1990, añadió.
Al menos por ahora, por lo tanto, no hay ni una mínima luz para salirse de los presupuestos equilibrados para estimular la economía. Alemania no quiere vivir situaciones económicas que desemboquen en déficit. (ANSA).