Son las escenas desgarradoras de un padre ante la sepultura de sus dos hijos, dos gemelos de nueve meses. Ambos murieron el martes en el ataque con armas químicas que tuvo lugar en la provincia siria de Idlib.
“Los hemos enterrado. He cogido a Ahmed y a Aya y los he enterrado con mis hermanos. He enterrado a mis hijos con mis propias manos. A mi mujer y a mis hermanos”, explica Abdel Hameed al-Youssef, un hombre destrozado aunque con fuerzas para explicar cómo ocurrieron los hechos:
—“Los solía llamar mis pequeños rubitos, hijo mío, ven a ver a papá. Aya, mi alma, mi amor, mi Aya”.
—“Yo estaba justo al lado de ellos. Los llevé afuera con su madre. Estaban conscientes, pero diez minutos más tarde pudimos oler (el gas) y mis hijos no pudieron soportarlo más. Los dejé con los médicos y me fui a buscar a mi familia”.
En el ataque murieron al menos 72 personas, todas víctimas de la asfixia y los graves problemas respiratorios que provocan las armas químicas.
“Cogí a mi hijo y salí de casa junto a mi marido. Por el camino una camioneta grande nos paró, nos dijeron que llevaban a muchos muertos y vimos a algunos familiares. Todos eran familiares, amigos, vecinos. No me lo podía creer. Dios mío. Niños. Ammar, Aya, Mohammad y Ahmed. Os quiero, mis pequeños pajarillos. Los ví, estaban muertos, todos están muertos ahora”, explica Aya Fadel, profesora de la escuela y familiar de los gemelos fallecidos.
Entre las víctimas mortales habría al menos veinte niños.
Según diversas fuentes, el número de heridos supera el medio millar, todos con síntomas de exposición a sustancias químicas neurotóxicas.
Con Associated Press (AP)