Tras una reacción inicialmente tibia, el Gobierno alemán ha endurecido progresivamente su actitud respecto a las futuras negociaciones para la salida de Reino Unido de la UE. Berlín cree que antes de empezar a hablar de la futura relación UE-Reino Unido, será necesario cerrar el contrato de divorcio.
“Las negociaciones deben primero aclarar cómo vamos a deshacer nuestros vínculos actuales, y solo cuando esta cuestión haya sido aclarada podremos, espero que pronto, empezar a hablar de nuestra relación futura”, aseguró el miércoles la canciller Angela Merkel en Berlín. Con esta negativa, la líder más poderosa de Europa envía un mensaje de confrontación a Londres, que preferiría iniciar las dos conversaciones de forma paralela.
En las negociaciones que se avecinan, el dinero será una de las grandes chinas en el zapato. El Gobierno alemán ni confirma ni desmiente el cálculo de la Comisión Europea de 60.000 millones de euros en facturas pendientes.
Berlín apuesta por que Bruselas -quien llevará la voz cantante en las negociaciones- acuerde primero con Londres un método de cálculo; y que de este método se llegue a una cantidad concreta.
Pese a estos planes iniciales, todas las partes involucradas son conscientes de que tienen por delante negociaciones complejísimas de las que nadie sabe muy bien cómo pueden acabar.
Merkel reiteró su idea de que, incluso fuera de la UE, Alemania y el resto de socios mantendrá una estrecha relación con Reino Unido. Su ministro de Asuntos Exteriores, el socialdemócrata Sigmar Gabriel, fue más allá al reclamar “una amistad” entre los dos bloques. Pese a esta mano tendida, Berlín lanza algunas advertencias.
Fuentes de Exteriores insisten, por ejemplo, en que el ofrecimiento de amistad no puede hacer olvidar que Reino Unido ha dejado de formar parte de la “familia de Los Veintisiete”. “Esperamos que los británicos lo tengan claro”, insisten estas fuentes. Con este aviso, resaltan una idea fundamental que Merkel ha repetido en los últimos meses: las libertades garantizadas por la UE no se pueden trocear. Es decir, Londres no podrá elegir lo que más le convenga del catálogo —movilidad de bienes o capitales— y desechar lo que considera más engorroso –libre movimiento de personas-.
La perspectiva de un Brexit duro ha impulsado en Berlín el convencimiento de que, ante todo, es necesario mantener la unidad de los 27 miembros que permanecen en un club amenazado por el auge de movimientos nacionalistas europeos y por una nueva Administración estadounidense fervorosa defensora del Brexit.
Francia quiere recuperar un papel protagonista en la UE
Francia ve en el Brexit una oportunidad para reforzar la integración europea de acuerdo con los intereses franceses. La UE posterior al Brexit, según el presidente François Hollande, pasa por facilitar las cooperaciones entre un número reducido de países en ámbitos concretos: la famosa Europa de varias velocidades. Hollande cita la defensa común, que hasta ahora recaía en la OTAN, como uno de estos ámbitos en lo que los europeos deben avanzar en los próximos años. En el consenso republicano, que comparten los partidos tradicionales, la salida de Reino Unido permite a los franceses, desdibujados en años recientes por la pujanza alemana, retomar un papel protagonista. Pero, Francia, inmersa en una campaña electoral, no puede dar nada por seguro. La ultraderechista del Frente Nacional Marine Le Pen, con alta probabilidades de clasificarse para la segunda vuelta tras la elección del 23 de abril, tiene una visión opuesta del Brexit. En su programa, figura un referéndum sobre la salida de Francia del club. La posibilidad del Frexit está en el centro de la campaña.
Hollande aseguró, este miércoles desde Yakarta (Indonesia), donde se encuentra de visita oficial, que el Brexit será «doloroso económicamente», y que el Reino Unido tendrá que enfrentarse a costes «en términos de trabajo, circulación libre y posibilidades financieras». Un proceso que «ya ha comenzado con la instalación de empresas en territorio francés», dijo el presidente francés, que por otro lado aseguró que la intención de Francia no es en ningún caso «castigar» al pueblo británico.
Madrid apuesta por un acuerdo transitorio
España es partidaria de un acuerdo transitorio que amortigüe el impacto del Brexit. Convencida de que en dos años no será posible pactar el nuevo marco de relaciones entre el Reino Unido y la UE, Madrid aboga por conceder a Londres un trato privilegiado mientras llega un acuerdo de libre comercio que deberá ser refrendado por los parlamentos de los 27. No se trata de generosidad, sino de puro interés. España será uno de los países más perjudicados por la espantada británica: Reino Unido es el primer destino de las inversiones españolas en el extranjero, su primer mercado turístico y la balanza comercial es favorable a España. En las islas británicas viven unos 300.000 españoles y en España, en torno a 800.000 británicos. Pese a ello, el Gobierno se niega a buscar acuerdos bilaterales y remite a los emisarios británicos al negociador comunitario, Michel Barnier. Con una excepción: Gibraltar. Si el Peñón quiere mantener una relación especial con la UE, deberá pasar por un pacto entre Madrid y Londres.
El Bloque del Este busca un buen acuerdo para sus ciudadanos
Los países del Este, que tienen a un buen número de sus ciudadanos trabajando en Reino Unido tienen mucho que perder con el divorcio británico de la UE. No sólo se quedan sin un tradicional aliado en el club comunitario, sino que se verán ampliamente afectados si los futuros acuerdos limitan el derecho a vivir y trabajar en Reino Unido de sus nacionales. Por eso, el llamado Club de Visegrado (Polonia, República Checa, Eslovaquia y Hungría) ha amenazado con vetar en Bruselas cualquier tipo de acuerdo que les perjudique. En este asunto Polonia lleva la voz cantante, no sólo porque es mayor exportador de trabajadores a Reino Unido —más de un millón— sino también porque la salida británica ha abierto la puerta a la idea de la Europa de distintas velocidades a la que el Gobierno de Ley y Justicia tanto se opone. Varsovia, eso sí, quiere capitalizar de la mejor manera posible el Brexit y ha anunciado medidas para atraer a Polonia a grandes compañías financieras y puestos de trabajo.
Italia pide un diálogo amistoso
El Gobierno italiano “no recibió con alegría” el resultado del referéndum de Reino Unido, pero mostró respeto por la voluntad de los votantes y ha optado por el pragmatismo para minimizar los daños de la salida y proteger los intereses económicos. El primer ministro, Paolo Gentiloni, visitó a su homóloga británica, Theresa May, el pasado mes de febrero, solo dos meses después de tomar posesión de su cargo, y le trasladó la intención de su Gobierno de afrontar las negociaciones del Brexit “en un modo amistoso y constructivo”. “No será una negociación simple, pero sabemos que debemos afrontarla, y esta será la posición de Italia, en modo amistoso y constructivo, no tenemos interés en un proceso disruptivo entre Europa y Reino Unido”, incidió Gentiloni, antiguo ministro de Exteriores. Lo más importante para Italia, que el sábado pasado hospedó las celebraciones por el 60 aniversario del Tratado de Roma, es reforzar la Unión Europea y lograr la unidad de los Veintisiete para alcanzar “el mejor acuerdo posible” con Reino Unido.