Un bombardeo aéreo de EE UU ha matado este sábado a 19 personas en el hospital de Médicos sin Fronteras (MSF) en Kunduz, al norte de Afganistán, según ha informado esa ONG. 12 de las víctimas eran empleados de la organización y siete pacientes de la unidad de cuidados intensivos, entre ellos tres niños.
Además hay 37 heridos, 19 de ellos sanitarios. La clínica, la única que seguía funcionando en la ciudad tras los combates desatados por la entrada de los talibanes el pasado lunes, ha quedado inutilizable. El responsable de las fuerzas estadounidenses ha pedido disculpas al presidente afgano, Ashraf Ghani.
“El ataque puede haber causado daño colateral a un centro médico cercano”, ha reconocido por la mañana el coronel norteamericano Brian Tribus, portavoz de la misión de la OTAN en Kabul. “Se está investigando el incidente”, añadía.
Más tarde el jefe de las fuerzas de Estados Unidos en Afganistán, el general John Campbell, ha transmitido sus condolencias por lo sucedido al presidente Ghani, según un comunicado difundido por su oficina. La aviación de ese país es la única que opera en la zona, ya que los insurgentes no disponen de medios aéreos y los militares afganos no tienen capacidad para vuelos nocturnos. Desde el pasado lunes, ha efectuado doce ataques en apoyo de las fuerzas afganas que intentan desalojar a los talibanes de Kunduz, casi todos en las afueras de la ciudad. El de esta madrugada era el segundo en la zona centro, según Tribus.
El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, reclamó una “investigación imparcial y rigurosa” de los hechos. En un comunicado, expresó su “firme condena” del ataque y recordó que “los hospitales y el personal médico están protegidos explícitamente por las leyes humanitarias”.
No es la primera vez que EEUU se encuentra en el punto de mira por causar víctimas civiles con sus operaciones aéreas. El pasado julio, diez soldados afganos también resultaron muertos por error cuando aviones norteamericanos atacaron la presa que vigilaban en la provincia de Logar, al este del país. Durante los 14 años que ya dura la guerra de Afganistán han sido numerosos los casos de bombardeos a bodas, reuniones tribales y otros accidentes que han terminado minando la confianza de los afganos en el país que les ayudó a librarse del régimen talibán y abierto una brecha para la propaganda de esos radicales islamistas. De hecho, un portavoz de los insurgentes se ha apresurado a condenar el ataque al hospital de hoy.
El representante de MSF en Afganistán, Ghilhem Molinie, declaró a EL PAÍS el pasado miércoles que habían obtenido garantías de las “nuevas autoridades”, en referencia a los talibanes, para el hospital y su personal. El centro de trauma de la organización en Kunduz, el único de su nivel y especialidad en todo el noreste del país, ha atendido a 400 pacientes desde el incio de los combates el pasado lunes. En el momento del bombardeo, se encontraban allí 105 pacientes y 80 de sus 470 trabajadores, diez de ellos extranjeros. Estos últimos están todos a salvo, según ha indicado este diario un portavoz de la ONG. Además de los 9 muertos, el ataque ha dejado 37 heridos de gravedad, 19 de ellos personal sanitario. Los más graves han sido trasladados a un hospital de Puli Khumri, a dos horas por carretera de Kunduz.