Por Walter C. Medina
“Hay que reorganizar el hospital”, declaraba Héctor Martitegui en 2012 al periódico local Ecos Diarios. “Vamos a hacer cambios pero para eso hay que juntarse con los jefes de cada uno de los servicios y trabajar para el bien de esta institución”, remarcaba el por entonces flamante director de ese centro de salud pública, quien -por lo que se ve- no ha logrado materializar sus buenas intenciones.
El deplorable estado de salud del hospital local es un simple reflejo del estado general de la ciudad en la cual se encuentra emplazado. Claro que las cuestiones edilicias resultan apenas una anécdota, una nimiedad irrelevante si se tienen en cuenta las reiteradas negligencias cometidas por ciertos profesionales que continúan trabajando allí, aún con sendos expedientes abiertos y sospechados de dudosas prácticas.
“Hay que llevar adelante una política sanitaria de crecimiento del Hospital y de beneficios para la gente”. A las declaraciones de Martitegui me remito a sabiendas de que no hay nada más fidedigno que el archivo de Ecos Diarios para comprobar que lo que se dijo que se haría sólo sirvió para rellenar espacio en tan respetado medio necochense, propenso siempre a oficiar de portavoz de los diversos líderes locales.
Una política de crecimiento y de beneficio para la gente hubiera concluido de inmediato en la necesidad de plantearles cara a ciertos irresponsables matriculados que desempeñan sus funciones como si en vez de la salud, lo que estuviera en juego fuese otra cosa. Si bien es cierto que la medicina no ha logrado escapar a las pautas del capitalismo, relegando la esencia misma de esta ciencia que es en definitiva la vocación de servicio, ciertos médicos del Hospital Municipal Dr. Emilio Ferreyra sobrepasan de manera notable los límites de cualquier ética. El sistema, siempre atento como un bróker de Wall Street después del café con leche, ha encontrado la manera de rentabilizar la salud transformándola en un producto de mercado. En el caso puntual de la medicina podríamos decir que aquello de “mi hijo el dotor” ya no debería enorgullecer a ninguna madre que a estas alturas no tiene por qué dudar de las verdaderas intenciones de ese título que cuelga del consultorio de su hijo el dotor. ¿O usted qué se creía?. ¿Acaso cree que a los médicos del hospital les importa medio comino su salud, la de sus hijos o la de sus padres?. Si así fuera, el libro de quejas no estaría plagado de denuncias (estériles por su puesto, ya que éstas no se publican en el Eco), unos cuantos pacientes no hubiesen fallecido (al menos no si hubieran sido atendidos como corresponde) y los doctores Héctor Gustavo Novarino y Marta Esker jamás hubiesen ejercido, poniendo en riesgo la salud de los ciudadanos.
Casualmente, y ya que la menciono, intenté dialogar con la responsable del área de Maternidad del hospital, Dra. Marta Esker, con el fin de que me aclarase al menos una de las malas praxis que bajo su responsabilidad se han producido en ese centro de salud. Ante su negativa la opción fue dirigirme a Sanidad con el fin de entrevistarme con su directora, la Dra. Benita García, pero el intento resultó en vano. “Diríjase a Legales”, fue el consejo que obtuve de parte de una de las empleadas administrativas de la Municipalidad de Necochea. “Curioso método de disipar dudas”, pensé de inmediato. Y al mismo tiempo me pregunté por qué debería hablar con un letrado en lugar de un responsable de Salud que, en definitiva -y si no hubiera nada que ocultar- debiera ser quien atienda a mis preguntas.
Martitegui no estaba errado en su convicción (trunca convicción pero convicción al fin), en esa necesidad de reorganizar el hospital que apenas hace dos años hacía pública ante un periodista de Ecos Diarios. Habría que preguntarse cuáles pueden haber sido los factores para que tamaña y brillante idea no viera finalmente la luz. Habría que preguntarse qué es lo que hace que hijos dotores como Novarino y Esker continúen poniendo en juego la salud de la gente. Habría que plantearse si usted, vecino de esta ciudad, merece una atención como la que se le brinda en su hospital, el público, el que usted paga a través de sus impuestos. Y yendo un poco más lejos en la exigencia, habría que buscar a los responsables de ciertas muertes por negligencias y descuidos que, aunque usted no lo crea, continúan en sus puestos de trabajo y puede que esta tarde lo operen a usted. Tenga cuidado. Así como el humo del tabaco, el hospital también puede matarlo.
Qué se necesita para intervenir ese hospital?. Por qué no se hace nada?. Hace años que escuchamos quejas de usuarios de la salud. Alguien tiene que dar la cara.
Que la justicia tome cartas en este tema. Hay mucha gente damnificada por ese hospital. Que averiguen lo que pasó con Brenda. Hay que hacer algo, no podemos dejar que nuestra salud quede en manos de delincuentes disfrazados de doctores. Te felicito Walter por el texto.
Lamentable ese hospital. A mi sobrino le hicieron un desastre. En el materno de mar del Plata nos dijeron que el medico que lo había atendido en el hospital de necochea era un animal. POr favor hagan algo