Por Diego Kenis
Lo explicitaron los medios de prensa interesados en una derrota oficialista durante la última semana. Vicente Massot, dueño del diario La Nueva Provincia, de Bahía Blanca, le advirtió que, de no bajarse, se transformaría en el “caballo de Troya” de CFK.
Como podía preverse, la algarabía de las corporaciones de empresas de medios de comunicación por los resultados del domingo 11 comenzó a disiparse tan pronto como emergieron otros números que dejaron las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO), que ratificaron que el Frente para la Victoria sigue siendo la primera fuerza política del país con entre el veinticinco y más del treinta por ciento de adhesión popular según la variable que se tome, al cabo de la primera cita electoral en diez años en que nadie de apellido Kirchner o Fernández aparece como máximo candidato en alguna de las listas.
Entre 2003 y 2011, todas las boletas de candidatos a presidente por el oficialismo llevaron en el primer lugar de la fórmula a Néstor Kirchner o Cristina Fernández, quienes también encabezaron las nóminas de aspirantes a la Cámara de Diputados y Senadores del FpV por la provincia de Buenos Aires en 2005 y 2009, respectivamente.
La derrota de aquel año en territorio bonaerense, en elecciones anticipadas, en medio de los primeros meses de crisis financiera mundial, con la 125 recién rechazada y el maoradicalmacrismo en las rutas fue más dura que la de estas preliminares de la provincia. Kirchner perdió en primera persona y renunció a la presidencia del Partido Justicialista como manda la tradición pero ningún ciclo terminó ni ninguna etapa se cerró. Sí se miró al futuro, porque en ese escenario adverso se recuperó el fútbol, se sancionó la nueva ley de medios, se aprobó el matrimonio igualitario y se implementó la asignación universal por hijo.
La salvedad que debe puntualizarse es que Francisco de Narváez, ganador de esas legislativas, no podía ser candidato a la presidencia por haber nacido fuera del país. Esa prohibición de todas maneras no alcanza para explicar la victoria de Cristina Fernández dos años después, en las presidenciales de 2011, por un 54 por ciento luego de la enésima repetición de la profecía del fin de ciclo.
Salir del 13
Ningún gobernador de la provincia de Buenos Aires logró ser luego electo presidente de la Nación, ni siquiera tras la reforma que eliminó el Colegio Electoral y otorgó al territorio bonaerense mayor peso en las elecciones nacionales a partir de su caudal de habitantes empadronados.
La tendencia histórica que desde 1983 ha hecho que los ganadores de los partidos o frentes que logran el primer lugar las elecciones de medio término a nivel global nacional se impongan en las siguientes presidenciales debería ser mirada desde esta perspectiva, ya que lo que parece importar no es quién obtenga el primer lugar en la provincia sino cuántos votos bonaerenses aporte cada lista a su espacio político en el plano nacional y cuán desarrollado encuentre éste su estructura federal para la sumatoria.
Es en tal sentido que cobran relevancia las operaciones matemáticas que, impresas al papel, buscan trasladar el triunfo de Sergio Massa a la órbita nacional. De los cargos en juego en estas PASO, el único rubro que resulta comparable a una elección presidencial es el que comprende a los precandidatos a diputados nacionales, que al 11 de agosto encontró a 30 millones y medio de empadronados habilitados para ejercer el voto contra los poco más de seis que votaron senadores por sus distritos.
En ese apartado, quien se impuso fue el Frente para la Victoria. Con mayor estructura territorial que el Frente Renovador, aunque montado en las espaldas del impredecible PJ, el FpV estuvo a pocos puntos porcentuales de doblar en votos a su segundo y logró cómodamente el primer lugar, por 26, 31 contra 13, 54 del massismo, sin contar los respaldos de aliados efectivos o potenciales.
Todos los votos consignados en el total general para el Frente Renovador pertenecen a Sergio Massa, que los recolectó en territorio bonaerense. Esos 3.041.969 votos que el FR obtuvo en Buenos Aires lo hicieron quedar primero en el distrito con una ventaja 5, 4 por ciento respecto del FpV de Martín Insaurralde pero segundo en la general, casi tres millones de voluntades debajo del oficialismo. De estos números se extrajeron las principales conclusiones opositoras, cuando la euforia por la victoria bonaerense comenzó a ceder y dejó ver grandes posibilidades de derrota nacional y continuidad vital del ciclo que habían anunciado en agonía una y otra vez.
La urgencia de ganar
Trasladar los guarismos de esta elección a la de 2015 es un acto profético que no cabe en una nota periodística, porque restan dos años donde el FpV seguirá siendo gobierno. Además, aún no se sabe quién será el candidato oficialista para suceder a Cristina Fernández, cómo impactará su imagen en el electorado y qué clase de campaña mediática procurará dar cuenta de él o ella.
De allí que la primera reacción de varios medios opositores haya sido la de tomar los resultados triunfantes del Frente Renovador en Buenos Aires para dar por cerrada cualquier posibilidad de una nueva reelección para la gestora del modelo político y económico actual, quien a su vez es su intérprete más brillante.
A La Nueva Provincia de Bahía Blanca cabe siempre el rol más explícito, lejos de cualquier sutileza. En sus páginas se leyó el martes 13 que los resultados las PASO en la provincia clausuraron “sin derecho a apelación, el proyecto de máxima del kirchnerismo: la reforma de la Constitución Nacional. Ahora sí la hegemonía del oficialismo es cosa enterrada y la continuidad de Cristina Fernández después del 2015 ha pasado a ser una utopía”.
De cara al más inmediato octubre, bastan las palabras de archivo. Hace un trimestre, el director del diario bahiense, Vicente Massot, dijo en un reportaje con Infobae que Massa necesitaba “quince o veinte puntos” de ventaja para lograr que al día siguiente el poder de Cristina Fernández se licuase irremediablemente.
Massot tiene motivos para desearlo: la política de derechos humanos implementada desde 2003, con la caída de las leyes de impunidad incluida, lo llevó a estar a un paso de la detención por su participación en el plan criminal de la dictadura desde su rol directivo en el diario La Nueva Provincia de Bahía Blanca.
A diferencia de Héctor Magnetto, que hasta ahora sólo cuenta como firme el riesgo de una reducción patrimonial, sobre Massot pesa un pedido de detención del Ministerio Público Fiscal sobre el que aún debe expedirse la Cámara Federal de Apelaciones bahiense.
Cuando Massa presentó su candidatura en Bahía Blanca, el pedido de los fiscales José Nebbia y Miguel Palazzani tenía recién cumplidos dos meses. El párrafo con que La Nueva Provincia eligió comenzar la reseña de la presentación del precandidato a diputado se hacía eco de la falsa relación entre “construir el futuro” y “dejar de discutir el pasado” que presentó como su propuesta de cara a octubre.
Por esa urgencia que pisa sus talones, los cálculos de Massot merecen tomarse en serio. La entrevista con Infobae fue antes del pedido de detención de la fiscalía, pero para entonces el Tribunal Oral Federal bahiense ya había ordenado, en su sentencia de septiembre en el primer juicio a represores en la ciudad, abrir investigaciones sobre el rol de la cúpula directiva de La Nueva Provincia en el plan criminal de la dictadura.
Los quince o veinte puntos de ventaja para Massa en territorio bonaerense que Massot puso como piso para licuar el poder de CFK no sólo le permitirían arañar más escaños en Diputados sino que impactarían en el total nacional, contribuyendo a acortar la brecha respecto del global recogido en todo el país por el FpV y con dos años por delante para disfrutar de las caricias del pulpo mediático y sellar un mayor número de alianzas federales que le permitan contar con mayor respaldo a la hora de promover un candidato a presidente.
Para lograr el porcentaje restante en la provincia, los diarios anunciaron que Massa buscaría seducir a intendentes vinculados a la estructura del PJ y que se pondría la campaña al hombro personalmente en aquellas secciones electorales bonaerenses en que el desempeño no fue el esperado, como la Quinta y la Sexta, que abarca veintidós partidos y tiene como ciudad más importante y virtual cabecera a Bahía Blanca. A pesar de la militancia que el diario de Massot hizo de su candidatura desde el mismo lanzamiento, los resultados no fueron los esperados: Massa quedó tercero en la ciudad y segundo en la región.
Lamento anticipado
Sin embargo, la discusión más fuerte ocurre puertas adentro de la oposición seudoperonista. Massot sí logró que, como repasó Clarín el martes 13, Bahía Blanca se convierta en la única ciudad del país donde se impuso en todos sus cuerpos la boleta roja que Francisco de Narváez encabezaba entre los precandidatos a diputados nacionales y Héctor Gay en la de legisladores provinciales.
Como Massa ahora, de Narváez había recibido todo el apoyo de Massot cuatro años atrás. Para 2013, el respaldo fue más velado pero se mantuvo en el plano seccional con la presencia de Gay como primer candidato, luego de tres décadas de prédica liberal en el central horario de las 7 de la mañana de la radio LU2, que comparte edificio con La Nueva Provincia y de la que Massot es también dueño.
De Narváez arañó el millón de votos en la provincia de Buenos Aires y no es extraño que el director de La Nueva Provincia se sienta un poco dueño de esa performance. Si esos votos opositores se trasladasen al cómputo de Massa, el intendente de Tigre podría lograr los quince puntos de diferencia señalados como piso, excluyendo los votos en blanco y los nulos.
Por eso es que por las cabezas opositoras comenzó a rondar la idea de una cesión de porcentuales desde Unidos por la Libertad y el Trabajo al massismo, confirmando impresiones previas. Clarín lo sugirió a través de trascendidos que dio por ciertos pocas horas después de cerrado el acto electoral y, una vez que fueron desmentidos por el propio de Narváez, Massot se permitió ser más explícito.
El domingo 18, en un editorial publicado en La Nueva Provincia bajo el título de “Troya” que se no priva de violar la ortografía castellana, advirtió al empresario colombiano que de no bajar su candidatura podría hacer “que sobre él recaiga la acusación de ser el caballo de Troya del kirchnerismo”. Aunque descartó que entre el oficialismo y el denarvaísmo pudiera existir “algún acuerdo espurio” como los que gusta denunciar Elisa Carrió y subrayó que “nadie que no fuese un perverso se animaría a negarle credenciales antikirchneristas” a de Narváez, Massot señaló que “ante la nueva instancia electoral que se abre, corre el riesgo –en caso de presentarse el 27 de octubre– de resultar funcional a la estrategia del Frente para la Victoria”.
“La historia se haya llena de consecuencias no queridas y ésta sería una de ellas: que De Narváez terminase beneficiando a Cristina Fernández”, (sic) lanzó, como un lamento anticipado ante la inhóspita realidad.