Por Elena Luz González Bazán
Un seguimiento de las enfermedades en nuestro país puede ser un alerta esencial para verificar que Argentina, por más que muestre cifras de crecimiento económico, este, resulta inexistente en cuanto a cómo golpean las enfermedades infectocontagiosas en la población más vulnerable. Por esto, la demandada de la distribución de la riqueza es una necesidad negada para los seres humanos que sufren de ellas.
Haciendo un relevamiento de los últimos diez años, la tuberculosis es otra de las enfermedades no sólo de la pobreza, sino que evidentemente ha crecido.
Es prevenible, curable, hay drogas, tratamientos eficaces, medidas y procedimientos de control. Pero aquí vale un alto. Existen, el problema es si se llevan adelante, se controlan y se verifica que dicho control sea correcto.
Hacia principios del año 2008, se anoticiaba sobre el recrudecimiento de la enfermedad en al ámbito nacional. Varios factores, además de la pandemia del VIH/SIDA, generan acciones propicias para su agravamiento en distintas zonas del país.
Y se aclaraba que al cuadro de avance de la enfermedad se sumaba el debilitamiento de los programas de control, «que al hacerse menos eficientes en sus acciones, han determinado la emergencia de un importante problema que ensombrece el futuro de la enfermedad: la resistencia a las drogas antituberculosas», La Gaceta.com.
Igualmente, y como en todos los casos, el presupuesto dedicado al control de la tuberculosis se redujo en forma considerable en los últimos tiempos. Además que el presupuesto actual para salud a nivel nacional es del 2 por ciento.
«A la hora de la asignación de recursos, Salud sigue contando con el 2% del Presupuesto Nacional. La variación interanual del 16.2% (página 56) significaría (con la inflación real admitida por los propios funcionarios del 25%), una disminución en términos reales del 8.8%» dijo Jorge Yabkowski, presidente de Fesprosa.
Haciendo historia
La Organización Mundial de la Salud sostenía para el año 2000 que para afrontar la «emergencia sanitaria mundial» le había propuesto a los países dos metas que conducirían a disminuir la morbilidad, la mortalidad y la transmisión de la enfermedad: curar el 85% de todos los casos con baciloscopía de esputo positiva y detectar el 70% de los nuevos casos.
La República Argentina se encontraba entre esos países, en este Plan del Programa Regional. Asimismo, la información publicada por la Organización Panamericana de la Salud alertaba sobre que nuestro país tenía una implementación de menos del 10 por ciento de esas metas.
La pobreza como desencadenante de otra realidad
Es un factor preponderante la pobreza, es determinante a la hora del rebrote que aqueja al país. En este contexto, el crecimiento registrado en la Ciudad de Buenos Aires -el distrito con mayor desarrollo económico y social de Argentina-, es indicativo de la omisión estatal en la implementación y el desarrollo de la estrategia del DOST/TAES.
«El DOTS/TAES (sistema de tratamiento corto con observación directa) es una de las intervenciones sanitarias más eficaces en función de los costos. Esta estrategia global tiene cinco elementos básicos: el compromiso del gobierno para la implementación de un programa contra la tuberculosis; la detección pasiva de casos; el tratamiento acortado directamente observado y estandarizado de todos los casos con baciloscopía positiva; el abastecimiento regular de medicamentos; y un sistema de seguimiento y evaluación del programa». Informe Cels 2001.
Podemos agregar que como afirma la OMS, el 95% de los casos de tuberculosis ocurren en países subdesarrollados.
Tuberculosis, una amenaza que no cesa
Con este encabezado la OMS advertía que si bien había sido erradicada, se reinstaló en casi todo el mundo, asociada a la pobreza y el HIV.
En 1993 se consideró como una emergencia sanitaria global. Por todo esto se consideró a la tuberculosis como una de las enfermedades tratadas con mayor negligencia en el mundo.
¿Por qué la OMS sostenía esto?
La tuberculosis es la principal patología mortal causada por un único agente patógeno.
- Tres millones de personas murieron de tuberculosis en 1995; y en 1996, unos 3.5 millones.
- El 95% de los casos se produce en países en desarrollo.
- La tercera parte de la población mundial se encuentra infectada por el Mycobacterium tuberculosis.
Para ese momento se realizaron, en Buenos Aires, las Segundas Jornadas Neumonológicas del Mercosur, la situación de la tuberculosis en la región y, particularmente, en la Argentina, fue uno de los temas abordados por varios especialistas, locales y extranjeros.
La doctora María Cristina De Salvo, jefa de la División de Neumotisiología del hospital Tornú y presidenta de las mencionadas jornadas sostenía: «El aumento de los índices de pobreza en los países en desarrollo, sumado al crecimiento demográfico, las migraciones en busca de mejores condiciones de vida -que llevan al despoblamiento de las áreas rurales y al crecimiento de la población marginal de los grandes centros urbanos-, la problemática vinculada con el sida y la aparición de bacilos resistentes a las drogas contra la tuberculosis transforman esta enfermedad en una amenaza creciente».
El mapa de Argentina
En ese momento, De Salvo distinguía tres situaciones distintas.
«Salta y Jujuy son una zona caliente, con una incidencia y un nivel de resistencia a los tratamientos realmente alarmantes. Esto se debe a que son vecinas de Bolivia y Perú, los dos países de América latina con mayor incidencia de tuberculosis». Tanto es así que entre un 15 y un 20% de los casos de tuberculosis reportados en la Argentina corresponden a inmigrantes de estos países.
«La ciudad y la provincia de Buenos Aires son una zona de incidencia intermedia, mientras que provincias como San Luís son de baja incidencia, completaba De Salvo.
Argentina reportaba, anualmente, unos 13.000 casos nuevos y unas 1.000 muertes ocasionadas por la tuberculosis. Desde 1985 las cifras se mantuvieron. Por eso De Salvo afirmaba: «Lo que preocupa es no ver un franco descenso de la enfermedad».
Pero, también tener en cuenta que las estadísticas no son confiables ya que se calcula, admitía la doctora De Salvo, que un 65 por ciento de los casos son reportados. «Para resolver el problema de la tuberculosis en América Latina es preciso establecer un correcto diagnóstico de situación».
Otros aspectos, por un lado las medidas hospitalarias: «El problema se soluciona invirtiendo en medidas de salud pública de eficacia comprobada. Estados Unidos, ante un rebrote de tuberculosis vinculado con el sida y las migraciones, tuvo la voluntad política de hacerlo y logró controlarlo», sentenciaba De Salvo.
«Hay que dotar a los hospitales de habitaciones de aislamiento, indispensables para evitar el contagio intrahospitalario, especialmente el de bacilos multirresistentes a los tratamientos convencionales».
Lo otro se trata de tener la provisión adecuada de drogas de primera y segunda línea. Y no descuidar al personal sanitario que trabaja con los pacientes enfermos.
El tratamiento contra la tuberculosis dura seis meses, sostenía De Salvo, 12 pastillas diarias, poca información y un trabajo de los médicos no correcto.
«Los tratamientos duran 6 meses; los primeros 2, el paciente debe tomar aproximadamente 12 pastillas por día. Pero al finalizar el primer mes suele sentirse mejor y piensa que está curado. Esto ocurre porque muchas veces los médicos minimizan la tuberculosis y no le explican correctamente al paciente lo que tiene. El médico debe explicarle tanto a él como a su grupo familiar que tiene tuberculosis, que se puede curar, pero que para ello debe tratarse durante 6 meses, y que si abandona antes de tiempo va a recaer».
Esta situación se modificó, más adelante veremos que en la actualidad, Capital Federal y la provincia de Buenos Aires aportan el 50 por ciento de los casos de tuberculosis.