Material enviado por el Dr. Juan Pablo Villarreal
«Se siente, se siente, Raúl está presente», vibraban las 3500 butacas del Gran Rex mientras iban entrando los candidatos a escena. «Somos la vida, somos la paz, somos el juicio a la junta militar», sonaba el clásico radical cuando subió al escenario Ricardo Gil Lavedra, camarista en el juicio. «A la celeste la llevo en el alma y a Alfonsín lo llevo en el corazón», aturdía la barra cuando se disponía a hablar Ricardo Alfonsín.
Todo en el Gran Rex recordaba a Raúl Alfonsín. También afuera, donde se vendían sus fotos.
Un poco porque lo buscó y otro porque se dio en forma natural, su hijo Ricardo se convirtió anoche en la viva imagen del ex presidente para las octogenarias que siguieron toda su carrera política y los veinteañeros que empezaron a militar por su recuerdo.
«El 28 de junio no viene el caos ni tampoco explota la alegría, sino que recuperamos la sensatez, el diálogo y la cordura», bramó Alfonsín hijo, con una voz y un rostro calcados de su padre, y un discurso que busca ubicarlo como la figura moderada y dialoguista que él encarnaba.
Ni siquiera el infantil enfrentamiento entre las barras de la CC y la UCR dejó de respetar su figura. «Se siente, se siente, Lilita presidente», se animaba a veces la hinchada de Carrió, cuando el grito de «Alfonsín, Alfonsín», empezaba a apagarse.
Sentados en las butacas, nadie quiso perderse el secreto homenaje. Los bloques de legisladores de la UCR y la CC estaba íntegros, había históricos del radicalismo como Jesús Rodríguez, Luis Brandoni y Marcelo Stubrin, el cobista Daniel Katz, caciques provinciales de la UCR como Angel Rozas, Mario Negri y Carlos Maestro. También estaban todas las espadas de Carrió, desde Elsa Quiróz hasta Fernando Sánchez, y ex radicales como Ricardo López Murphy, escoltado por Milcíades Peña.