Material enviado por el Lic. Jorge Mancuso
Luego de la devaluación, tanto los salarios como las jubilaciones sufrieron una fuerte caída en su poder de compra. La reducción de las remuneraciones hace a la esencia del modelo de tipo de cambio alto ya que permitió recomponer la rentabilidad de las empresas y las finanzas públicas, aunque con costos sociales altos. Por esto, el problema central que enfrenta la Argentina en el 2009 no es la crisis internacional sino que con la recuperación en el valor real de las remuneraciones se hace explícito que las mejoras de competitividad y los superávits fiscales observados en los últimos años no tienen bases sustentables.
La mega devaluación del 2002 generó una fuerte transferencia de ingresos. La clave fue promover incrementos de precios internos mucho mayores que los salarios y las jubilaciones. De esta forma, se incrementaron los excedentes de las empresas y del Estado. En la medida que los salarios y las jubilaciones se mantuvieron fijos, o se ajustaron en porcentajes menores a los precios, se mejoró la competitividad y la situación financiera del sector público. En otros términos, la «licuación» de salarios y jubilaciones fue fundamental para recomponer rápidamente la competitividad y generar superávit fiscal.
Para ilustrar cómo opera la «licuación» de salarios y jubilaciones en la generación de competitividad y superávit fiscal es interesante observar la evolución que tuvieron los salarios docentes, las jubilaciones y los salarios registrados de las empresas. Con datos del Ministerio de Educación, ANSES y AFIP se pueden observar que:
- El salario real docente corregido por inflación mayorista cayó entre el 2001 y el 2003 un 51%, luego se recupera y en el 2008 tienen el mismo nivel que en el 2001.
- Los haberes reales previsionales cayeron un 48% entre el 2002 y el 2003, y en el 2008 todavía están un 30% por debajo del 2001.
- Los salarios reales privados tuvieron una caída del 44% entre el 2002 y el 2003 que se fue revirtiendo hasta llegar en el 2008 a un nivel un 17% inferior al 2001.
Las evidencias son contundentes en torno a que la devaluación tuvo un fuerte impacto depresivo sobre las remuneraciones. Salarios y jubilaciones perdieron aproximadamente la mitad del poder de compra que tenían antes de la devaluación. Allí está una de las explicaciones del explosivo aumento de la pobreza. Pero, por otro lado, para las empresas y el sector público (nacional, provincial y municipal) una reducción de estos órdenes de magnitud en la masa de salarios y jubilaciones significó una fuerte mejora de sus finanzas.
Semejante transferencia de ingresos fue políticamente viable en el contexto de una crisis profunda. Como era previsible, a medida que la situación económica y laboral tendió a normalizarse las presiones sindicales, políticas y judiciales forzaron a normalizar las remuneraciones. El caso más notable es el de los salarios docentes. Duplicaron su valor real entre el 2003 y el 2008 recuperando toda la pérdida sufrida en la devaluación. La contrapartida es el debilitamiento de las cuentas fiscales provinciales. Es por esto que el planteo gremial de continuar en el 2009 con aumentos por encima de los precios -lo que podría colocar por primera vez en la década al salario docente por encima del nivel del 2001-, desencadena el conflicto ya que las finanzas provinciales no están en condiciones de financiarlo. Las analogías en el sector privado son claras. Con la devaluación se licuan los salarios y las empresas mejoraron su rentabilidad. Pero, a medida que los costos laborales se recuperan, la competitividad se esfuma.
El agotamiento del modelo de tipo de cambio real alto es previo e independiente de la crisis financiera internacional. Obviamente que un contexto internacional menos favorable agrega un factor adicional de presión. Pero el tema central es que el nivel de remuneraciones que impone el modelo de tipo de cambio real alto es inconsistente con las aspiraciones políticas, gremiales y judiciales que prevalecen en la Argentina.
Por eso, el peor de los diagnósticos es creer que los problemas de la economía argentina son de naturaleza externa. No menos peligroso es creer que la solución viene con una nueva mega devaluación. Esta receta, en el mejor de los casos, implica repetir la experiencia del 2002: enormes costos sociales para sostener transitorias mejoras fiscales y de competitividad. Como en la actualidad la capacidad ociosa es mucho menor que en el 2002, seguramente, los costos económicos y sociales serán mayores y la transitoriedad más corta. Las soluciones pasan por un agresivo programa de reformas estructurales que haga sostenible la mejora de salarios y jubilaciones gracias a aumentos de productividad en el sector público y privado. Es decir, exactamente la misma agenda que quedó pendiente en el 2001, antes de la mega devaluación.