Por Miguel Abálsamo
Claraz es una pequeña localidad del interior del distrito de Necochea,
inundada y desesperada pero en llamas. Hay agua en sus casas y
fuego en sus corazones. Un pueblo rebelado, dispuesto a todo.
La dicotomía entre el realismo social y el ¨autismo¨molinista.
El ejemplo del estado ausente es la localidad de Claraz. Sola en el mundo, abandonada a su suerte, perdida a pocos kilómetros de Necochea, cabecera del distrito, donde frente a la plaza principal hay una intendencia, dentro de ella un alcalde elegido para su segundo mandato hace unos meses, un equipo de gobierno deambulando en pasillos del poder, el calentito café de la mañana, el sereno almuerzo del mediodía, tardes otoñales y noches de familia. Parece transcurrir todo normalmente, más aún para el intendente doctor Daniel Molina, cuando recurriendo a algún medio de difusión tandilense esbozó que todo esta bien en Claraz. Solamente le faltaría decir…» Claraz esta en orden… !!! Felices Pascuas…!!!
Allí en la localidad, los habitantes de su mismo distrito, los que lo votaron en octubre y los que no, los que pagan sus impuestos y pertenecen a este lugar, hace días están bajo agua por una naturaleza a la que sólo se le obedece respetándola.
Sin clases, con peligros físicos, sin luz, quasi sin alimentos, desconectados del mundo, son los que están solos y esperan, como narraría Leopoldo Marechal.
Ahora hay rebelión en la granja.
Hay un ultimátum clarense, más que un toque de alerta, en horas más tomarán decisiones, como tomar la delegación de ese punto sino aparecen soluciones o no dan al menos la cara los funcionarios. Necesitan apoyo, maquinarias viales, ayuda social y verles la cara a nuestros políticos oficialistas.
Se despertó la ira clarense, y puede ser el iceberg de una generalización que se extienda a otros distritos. Su situación es dramática, en comparación mentirle con la elección de delegados abierta y democrática como prometió dos veces el intendente, es algo mínimo, casi una broma adolescente, hasta perdonable, comparando la altura de los acontecimientos y la altura del agua en ese lugar.
Hay gente que perdió casi todo, menos la dignidad, eso no se compra ni se vende, viene con el ser humano.
Los pueblos mansos cuando se hartan hacen tronar sus escarmientos y terminan a la cabeza o con la cabeza de los dirigentes.
Observando la situación de Claraz me recuerda, salvando distancias, a aquel film nacional ´..¨NO HABRÁ MÁS PENAS NI OLVIDOS..¨ magnífico texto del inolvidable Osvaldo Soriano, marcando la división entre la derecha e izquierda peronista en un pequeño pueblo del interior derivó en tragedia, y nadie a esa altura estaba en condiciones de recapacitar o analizar la situación.
Claraz, no quiere más penas ni olvidos.
Ahora no hay derecha ni izquierda, la bifurcación de los caminos es entre la realidad social y el autismo municipal.
Esta especie de » apartheid» que sufre el ciudadano de tierra adentro, que importa solamente cuando un acto publicitario o a la hora de pedirle el voto.
Claraz viene reclamando arreglo de caminos desde su localidad a Juan N. Fernández, solamente reciben un libro de promesas nunca cumplidas, reparación de sus propias calles de tierra, mayor iluminación, delegados elegidos por el voto popular, etc… Ahora sobre llovido mojado, sobre llovido, mojado e inundados.
Se terminaron las laxitudes de los funcionarios, el jugar a las escondidas, no hay tiempo para retórica. No es tiempo de preocuparse sino de ocuparse.
También debe haber conciencia, esa conciencia que vale por mil testigos.
Y el intendente deberá darse cuenta de la situación, sentirla, vivirla y resolverla.
¿…NO QUIERE VER
NO LE CUENTAN
NO SE DA CUENTA DE
NO TIENE SOLUCIÓN PARA ESTA REALIDAD…?
Tuvimos un señor presidente de una denominada Alianza, que cuando se sentó a responder algunas de estas preguntas, estaba volando en un helicóptero a su departamento céntrico.
te queremos mucho pueblo querido felices 100 años!!!!!!!!!!