Serbia vivió ayer una catálisis al revés, un ejercicio de negación colectiva y agitación de los viejos fantasmas balcánicos. Belgrado fue escenario de una gigantesca manifestación, tal vez la mayor desde las protestas contra el bombardeo de
Grupos de jóvenes enmascarados o cubiertos por capuchas atacaron con barras de hierro, bengalas y cócteles molotov las instalaciones de varias empresas y embajadas occidentales, entre ellas la de Croacia, Bélgica, Turquía, Canadá y EE UU, que primero fue incendiada (dos plantas de la sección consular) y después invadida ante la pasividad policial.
Sólo después de que el ataque fuera recogido en directo por las cámaras de televisión, y de que el Departamento de Estado de Washington exigiera al Gobierno serbio protección inmediata, intervinieron los antidisturbios. Al menos 88 personas (21 de ellas policías) resultaron heridas en los enfrentamientos posteriores. Tras el asalto, se encontró en el interior del edificio un cuerpo carbonizado, según confirmó el Gobierno estadounidense, informa David Alandete. No se trata de un empleado de
Washington responsabilizó directamente al Gobierno serbio de lo ocurrido. «Serán responsables de cualquier cosa que les ocurra a los empleados de
La llamada marcha del pueblo estaba bien organizada: suspensión de las clases en colegios y universidades, tarde libre en los ministerios, celebridades en el estrado y miles de autobuses y trenes gratuitos para el desplazamiento. «Kosovo es Serbia», era el lema. Se entonaron tristes canciones patrióticas y se exhibieron banderas serbias junto a las enseñas de los países que no reconocen Kosovo, como Rusia y España. Todos los oradores, desde el primer ministro, Vojislav Kostunica, al cineasta Emir Kusturica, repitieron variaciones de un único mensaje. «Kosovo es y será para siempre parte de Serbia».
Allí estaba también Tomislav Nikolic, ex candidato a la presidencia del Partido Radical, quien prometió «no desistir nunca en la lucha por recuperar Kosovo». Fue significativa la ausencia del presidente, Borís Tadic, europeísta furibundo, no menos defensor de la unidad de Serbia, pero más realista, que tuvo un oportuno viaje de trabajo a Rumania.
Si el objetivo de la manifestación de Belgrado, y de las celebradas en Banja Luka -la principal ciudad serbia de Bosnia-Herzegovina- y Mitrovica-norte, en Kosovo, era canalizar la rabia colectiva de un pueblo que se siente robado en sus esencias nacionales, el fracaso fue mayúsculo. Los graves incidentes de Belgrado tuvieron su réplica en Bosnia y en el paso fronterizo de Merdare, al norte de Kosovo, donde cientos de reservistas del Ejército serbio penetraron
La pasión nacionalista está siendo orquestada y dirigida desde Belgrado. El ministro de Infraestructuras, Velimir Illic, dijo hace días que la rotura de cristales era un «ejercicio muy democrático». Mucho más peligrosas fueron sus palabras dirigidas al único político serbio que considera que la independencia de Kosovo se produjo en 1999 y que el responsable de su pérdida fue Slobodan Milosevic. Illic anunció que Ceda Jovanovic, líder del Partido Democrático Liberal, «se reunirá con Djindjic en marzo», una advertencia mafiosa ya que Zoran Djindjic, el primer ministro reformista que entregó a Milosevic al tribunal de
La agitación del fervor y del miedo en las zonas serbias preocupa a la fuerza de
Para hoy está prevista una nueva marcha en Mitrovica-norte, convertida en un fortín anti-UE. Líderes serbios del norte han declarado nula la misión de