viernes, marzo 29, 2024

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PARQUE MIGUEL LILLO: La historia contada por el Profesor Enrique Ballech. Parte II

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Quienes quieran retomar la primera parte hacen click aquí y luego continúan recorriendo el escrito que dejó para el análisis el prestigioso profesor necochense.

PARTE II

Tengo que detenerme un poco en la gran obra de la creación de ese bosque. Gatti llegó a fines del 47. Al iniciarse el año 1948 emprendió su labor.

El trabajo era múltiple: contratación y formación laboral del personal, instalación de oficinas, implantación de sucesivas barreras de ramas seguidas de un primer cordón vivo de tamariscos, cuidadosa planificación, provisión de agua, y tantas cosas que se requieren para un comienzo.-

Así fue como nació el objeto de la imprevisible discordia actual.

La iniciación y el crecimiento de lo planeado fueron vitales para Necochea. Era el principio de una tarea titánica, histórica para nosotros. Gatti, con sus escasos recursos financieros y no mayor de personal, se dio de lleno a la tarea de sembrar incansablemente, día tras día, y año tras ano, semillas de pinos y de algunos otros árboles. Es una labor manual, de semilla a semilla; no hay sembradoras ni siembra al voleo. Cada semilla va a una lata con tierra bien preparada, con la humedad necesaria. Esto obligó a una constante búsqueda de latas. Después venía el trasplante y la plantación definitiva. Muchas veces todo debe recomenzar poique raramente germinan todas las semillas y con frecuencia las plantitas se pierden por causas diversas.

Cuando Gatti tuvo que retirarse había dejado aproximadamente 450 hectáreas pobladas por un millón y medio de árboles. Todavía faltaba forestar, según el plan aprobado, una superficie de un 50% más y completar mucha obra bien prevista por él: calles, iluminación, diversos esparcimientos, mantenimiento, etc.

La tarca realizada por el jefe del parque en éste es, por si sola, para un estruendoso aplauso. Pero el dinamismo del Ing. agrónomo desbordaba su escenario natural por todos los lados. Se ocupó de fijar y forestar 10 has en la ribera quequenense, de dar asesoramiento para arbolado de rutas, de escuelas y colegios, puertos y cuarteles, para establecimientos rurales, para la verdadera expansión de la Villa Díaz Vélez que representan las Villas Zabala y del Deportista, distribuyó más de 4 millones de plañías. La continuación de la Avda. 10 y la apertura de otras calles sólo pudieron hacerse bajo la protección del parque Lillo.

Todo esto es de tan alto valor económico, sanitario, edilicio y educativo, que las cifras de beneficios que la privatización y loteo de porciones del parque, que se ponderan y lanzan (por otra parte muy fantasiosas), SON ABSURDAS, TOTALMENTE IRRISORIAS. –

Los amantes del parque eran cada vez más numerosos, pero también crecían los demandantes de parcelas del mismo que, en nombre del progreso urbano ejercían presión sobre ese bien común. Esto sobrecargaba las tarcas, ya muy pesadas, y hacían peligrarlas. Era necesario que la población se implicara más con esa gran obra, defendiéndola, ayudándola y sobre todo, siendo más y más partícipes de su vida. Con ese propósito Gatti pidió, y obtuvo de inmediato, la colaboración de personas que amaban el parque, pero que también comprendían que, así como estaba, era un poco un diamante en bruto que podía ser tallado y pulido. Por su iniciativa se fundó la Asociación de Amigos del Parque Miguel Lillo, no sólo para hacer obras, sino también para hacer fíenle a los amantes del loteo y construcción privada, que habían comenzado su ataque.

Integraron la primera C.D. de la nueva asociación, el Prof. P. Arozarena, el abogado F. Zabala Vicondo, el constructor R. Bou, modelo de ciudadano abnegado y desinteresado, el Dr. J. Squadrone, otro gran idealista, A. Melé, A. Zenker, R. Sanmarti, señoras de Guridi, de Fraile, quien esto escribe, y otros. Muchos se acercaron a ayudar en múltiples formas, en especial, juntando fondos, ocupándose de las kermeses, organizando festivales, etc. Fue un pequeño ejército de damas y caballeros de todos los niveles sociales. Fue el pueblo de Necochea que cooperaba con entusiasmo para ayudar a una obra que sentían como propia. Con su ayuda se abrieron calles, se instalaron faroles, se construyó el anfiteatro, la fuente luminosa, el reloj de sol, baños públicos, fogones, el lago de los cisnes, se instaló un trencito, se pusieron buenos recipientes para desperdicios. Se contrató a una señora que mantenía los baños muy limpios.

Ecos Diarios reconoció recientemente que se hizo entonces mucho más por ese bien que lo que hizo todas juntas las sucesivas administraciones municipales. Todo hecho sin aspavientos, gritos, bombos, imposiciones ni divisas políticas. No fue la pueblada sino el pueblo en movimiento, manifestando su fe, su voluntad de cooperar y de luchar por un bien que no es de nadie en particular, sino de todos: por SU PARQUE. –

Fue la época de oro del parque, mientras sujete 11. Gatti estudiaba una cantidad de proyectos de los que hablaré luego. Pero después sobrevino el cambio de jurisdicción del parque, que la provincia pasó a la municipalidad y entonces comenzó su decadencia. Su jefe debió dejar todo en otras manos. Se lo instaló en una pequeña oficina. Sobre su escritorio Gatti encontró, la mañana de su cumpleaños N° 60, que debía hacer los trámites jubilatorios por ser «prescindible”.