Es curioso cómo los libros llegan a nuestras vidas, realmente curioso, pero hoy no voy a hablar de eso, lo dejo para otra ocasión.

No voy a cantar la canción de Lerner, aunque podría. Sólo es una expresión que estoy escuchando muy seguido y que sólo está suavizada por la llegada de tiempos soleados… hablo del clima de esta época del año.

Mal que me pese, no dejo de ver cada cambio de estación como una puerta que se abre hacia nuevas experiencias. Digo “mal que me pese” porque en general los cambios de estación terminan trayendo resfríos, gripes, alergias o golpes de calor, y poco más que eso.

Los pasos se hacen pesados. Se hunden los pies en la superficie blanda.

Pasamos gran parte de nuestra vida buscando nuestra personalidad y, una vez que la encontramos, la acomodamos más o menos a alguno de los tipos o arquetipos socialmente reconocidos y aceptados… y hacemos la plancha (disculpen el lenguaje nada académico).

Hay semanas en las que el tiempo transcurre en una doble dimensión, por un lado los hechos rutinarios de nuestras vidas, por el otro, los ecos del pasado que pudo ser para muchos dolorosamente rutinario. La memoria, movilizante e inquietante, sorprende como ráfaga de viento en un día sin sorpresas.