Por Oscar Gollnitz
En poco tiempo más la Justicia deberá establecer si existió un caso de los denominados de “gatillo fácil”, al juzgar oral y públicamente a policías por la muerte de un joven que fue alcanzado por una bala oficial el 10 de octubre de 2008 en Necochea.
De acuerdo a las declaraciones de testigos, evidentemente existieron maniobras que hacen pensar en un armado de escena en el lugar del hecho. Pero para la Justicia hay que aportar pruebas contundentes, y en este sentido, no las hay, al menos en gran magnitud. Sí existen indicios, pero hay que ver si su sumatoria alcanza para convencer a los magistrados. Realmente será una tarea difícil de resolver para los jueces.
El hecho tuvo como víctima a Gustavo Martín Moreira, joven que intentaba en ese momento ingresar a las filas de la Policía bonaerense. Alrededor de la una de la madrugada, patrulleros de la Seccional Primera arribaron a inmediaciones de 108 entre 55 y 57. Los policías fueron alertados a través de un llamado al 911, que indicó la presencia de un desconocido sobre los techos de una vivienda.
De acuerdo a la documentación que obra en el expediente, aseguran, el primer móvil en arribar fue en el que se desplazaban los efectivos Agustín Tórtora y Diego Carrizo. Inmediatamente hizo lo propio otro, en el que iba otro policía de apellido Bienkiewichz.
Al parecer, este último uniformado utilizó una escopeta de las denominadas de estruendo para amedrentar a un sujeto que al ver los móviles huyó del lugar, cortando camino por un terreno baldío. Inmediatamente sonaron otros dos disparos. Carrizo dijo que él fue el autor de uno de esos tiros, y que lo hizo al aire. Aseguró que su compañero Tórtora le dijo que se corriera y le disparó al desconocido. “Ni siquiera se dio vuelta” el joven que huía cuando recibió un certero balazo que le cegó la vida, expresó Carrizo.
En la misma causa se estableció que Tórtora se fue del lugar con el pretexto de ir a buscar ayuda médica al Hospital Municipal, distante a no más de seis u ocho cuadras del lugar del hecho. Mientras tanto arribaron más policías, entre ellos el policía Carlos Cabello, a cargo de la Seccional Primera.
Al cabo de media hora reapareció en escena Tórtora, que pasó junto al cadáver. Lo hizo sin la ayuda que había ido a buscar. También en ese momento fue hallado un revólver junto al cuerpo sin vida de Moreira.
Cuando Tórtora llegó al sitio, lo primero que hizo fue entregar su arma para la correspondiente pericia. También hicieron lo propio Carrizo y Bienkiewicz. Las pericias balísticas establecieron que el arma reglamentaria de Tórtora no registró ningún tipo de evidencia de que haya sido disparada. Estaba sin uso, como si recién la hubiesen limpiado.
No obstante, un testigo que estuvo en el lugar del hecho, y luego otro con identidad reservada, escucharon comentarios que dejan bastante mal parado a Tórtora. “Conseguí este (revólver calibre) 38 y lo arrojé junto al cadáver”, dijo a sus jefes departamentales, expresaron los testimonios.
El aroma de un caso de gatillo fácil flota en el aire. Ahora será un tribunal el que deberá establecer que sucedió aquella noche en que murió Moreira y que todavía ni siquiera se sabe si fue realmente la persona que anduvo por los techos. www.espejodenecochea.blogspot.com/