Un equipo internacional de científicos descubrió el modo en que ciertas bacterias desencadenan la destrucción de otras mediante la activación de virus mortales. Si bien los resultados de este hallazgo podrían contribuir al diseño de nuevos tratamientos para las infecciones bacterianas, sus autores recomiendan seguir investigando.
Algunas bacterias activan por «control remoto» virus que son letales para otras bacterias. Así lo revela un estudio publicado en la edición de enero de la revista científica Proceedings of the National Academy of Sciences.
«Se trata de un mecanismo desconocido hasta la fecha y que podría abrir las puertas a nuevos tipos de terapias para curar infecciones bacterianas», señala el doctor José Penadés, profesor de la Universidad CEU-Cardenal Herrera, en Valencia, España, e investigador del Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias.
Algunas especies de bacterias emplean estrategias diversas para acabar con otros microorganismos enemigos. «Un caso claro de este tipo de ataques entre bacterias es el que sucede en nuestro cuerpo, en la zona denominada nasofaringe, cavidad entre la nariz y el paladar. Las bacterias Staphylococcus aureus, que ocupan normalmente el interior de la nariz, son atacadas por los estreptococos Streptococcus pneumoniae, desarrollándose así la infección», explica Penadés.
¿Cómo las eliminan?
Las Streptococcus pneumoniae atacan a las Staphylococcus aureus produciendo y liberando dosis de agua oxigenada. Esto ya se sabía, pero los científicos se preguntaban ¿por qué esas mismas concentraciones de agua oxigenada, letales para Staphylococcus aureus, no lo son para Streptococcus pneumoniae?
«En muchos casos, las bacterias son infectadas por un tipo de virus, llamado bacteriófagos, que inyectan su material genético en ellas y las utilizan como fábrica para replicarse. La respuesta de las bacterias, en algunos casos, es curiosa: incorporan el material genético del virus a sus cromosomas y continúan su vida normal, dividiéndose, aunque portando una copia «durmiente» del virus en su interior. Ese tipo de bacterias ‘portadoras’ del material genético de los virus se las denomina lisogénicas», puntualiza Penadés. Y agrega: «Llevar ese material en su interior les da una cierta protección, pero para algunas de ellas el virus puede actuar como una bomba de relojería. Un pequeño daño en el ADN de la bacteria lisogénica se puede convertir en una trampa.»
De acuerdo con el experto, en determinados momentos, los mecanismos de autoreparación (SOS, según sus siglas en inglés) que entran en funcionamiento para proteger al ADN de las bacterias lisogénicas frente a determinados daños en su genoma pueden activar el «virus durmiente» provocando su muerte. «Además, se liberan nuevas réplicas del virus», afirma Penadés cuya investigación demostró que la activación de la respuesta SOS se produce en las bacterias de Staphylococcus aureus en presencia de concentraciones bajas de agua oxigenada.
«Cuando las bacterias Staphylococcus aureus son lisogénicas y llevan en su interior el ADN de un virus bacteriófago, entonces esa respuesta SOS activa la «bomba» de relojería, y buena parte de la población de Staphylococcus aureus queda eliminada. La liberación de agua oxigenada por parte de las bacterias Streptococcus pneumoniae actúa entonces como ‘accionador remoto’ de esa respuesta», destaca Penadés.
Los resultados obtenidos en el trabajo de investigación indicarían que se podrían eliminar bacterias por «control remoto» empleando otras capaces de activar el material genético de los virus insertos en sus genomas como si se tratasen de «bombas de tiempo».
«Este hallazgo podría abrir las puertas a nuevas terapias para las infecciones bacterianas basadas en inducir artificialmente el mecanismo que hemos descubierto, pero de momento hay que ser cautos, ya que esta estrategia tiene como subproducto la liberación de nuevos virus patógenos», afirma José Penadés quien sostiene que es necesario seguir investigando.
En ese hallazgo también colaboraron investigadores de la Universidad Cardenal Herrera-CEU, científicos del Instituto de Agrobiotecnología del CSIC (Universidad Pública de Navarra), de la Escuela de Salud Pública de Harvard (Boston), del Instituto Skirball de Nueva York, y del Centro de Investigación y Tecnología Animal del Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias (CITA-IVIA).