sábado, noviembre 23, 2024

Crónicas en Domingo, Guillot, Locales, Opinión

Crónicas en domingo ¿Será así?

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Silvia Guillot

Fue la pregunta. ¿Sobre qué?, se preguntarán ustedes.

Paso a contar.

Hace unos días, en una de las reuniones periódicas que tenemos con un grupo de amigas, de alguna manera nos encontramos hablando de la asunción de un nuevo presidente de  un país extranjero. Una de mis amigas comentaba que había escuchado parte del discurso y alguna que otra declaración del nuevo mandatario y se había sentido agradablemente sorprendida. Claro que inmediatamente preguntó: ¿Será así?

Mi respuesta fue la frase que tomo para mis propias decisiones y juicios: Hay que esperar. Es sólo cuestión de tiempo comprobar si alguien miente o dice la verdad. Y no es porque la mentira tenga patas cortas, como dice el refrán, sino porque los ojos bien abiertos permiten observar deslices y los archivos de los medios son cada vez más eficientes.

Más allá de la conversación y las conclusiones a las que arribamos en ese momento, lo que me pareció aun más interesante y valioso de la pregunta fue la acción de dudar. No sobre si este mandatario cumplirá o no con sus dichos, sino la duda en sí.

Quien domina el discurso tiene poder. La retórica, estudiada y practicada, de los líderes de cualquier agrupación (económica, política, religiosa) puede llevarlos a la cima tan anhelada, pero la duda de quienes escuchan esos discursos puede impedir el avance de quienes sólo poseen la cáscara de la retórica vacía de contenido.

El hecho de que el pueblo dude es una muy buena señal. Indica que más allá de los miedos, de los intereses personales, de las palabras que se quieren escuchar, hay un momento de detención, de asimilación y cuestionamiento.

Dudar es saludable para la sociedad, y aquellos que no  lo entiendan y prefieran viejos modelos en los que se adormecía a la gente con cantos de sirena van a quedar irremediablemente antiguos y desfasados.

No hay que tenerle miedo a la verdad. No hay que temer a un pueblo que se permite dudar. Sí a la obsecuencia y a los disfraces. Sí a las medias verdades. Sí al engaño.

Un pueblo que se permite dudar y cuestionar las acciones y acontecimientos internos y externos es un pueblo maduro. De esto, no tengo dudas.