Para alcanzar el techo de 1.5ºC de aumento de temperatura acordado en la COP15 de París se necesitaría reducir drásticamente las emisiones de gases, en al menos un 55%. El escueto esfuerzo que se ha realizado a nivel mundial apenas alcanza al 7.5%.
A escasos días de comenzar la Cumbre del Clima en Glasgow (COP26), el Programa para el Medio Ambiente de Naciones Unidas (PNUMA) ha presentado hoy su esperado Informe anual sobre la Brecha de Emisiones de gases de efecto invernadero, denominado The Heat Is On, que compara las reducciones de emisiones prometidas por los países y las necesarias para cumplir el Acuerdo de París.
El trabajo revela que las actuales contribuciones determinadas a nivel nacional (CDNs), que cada país se comprometió a entregar y a ir mejorando para lograr una reducción sustancial de las emisiones de CO2, no son suficientes en la actualidad para lograr el objetivo de limitar el aumento de la temperatura media global a 1,5 ºC.
Según el informe, los compromisos climáticos del momento solo suponen una reducción adicional del 7,5 % de las emisiones anuales de gases de efecto invernadero previstas para 2030, en comparación con la ronda de compromisos entregados anteriormente. Los expertos recuerdan que se necesitan disminuciones del 30 % de las emisiones para mantenerse en la senda de 2°C y del 55 % para 1,5°C.
“El panorama que dibuja el informe es desolador: menos de la mitad de las CDN recibidas de los gobiernos es realmente más ambiciosa que la primera ronda presentada en 2015 o 2016”, recalca Joanna Depledge, investigadora en Centro para el Medio Ambiente, la Energía y Gobernanza de los Recursos Naturales de Cambridge (Reino Unido). “El cambio climático ya no es un problema del futuro. Es un problema de ahora”, recuerda Inger Andersen, directora ejecutiva del PNUMA.
Compromisos a medias
A 30 de septiembre de 2021, solo 120 países, que representan algo más de la mitad de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, comunicaron sus nuevas NDC. Solo tres miembros del G20 anunciaron nuevas promesas de mitigación para 2030. Para tener alguna posibilidad de limitar el calentamiento global a 1,5 ºC, el mundo tiene ocho años para reducir las emisiones anuales en 28 gigatoneladas adicionales de CO2 equivalente (GtCO2e), además de lo prometido en las NDC actualizadas y otros compromisos para 2030.
Para poner esta cifra en perspectiva, se espera que solo las emisiones de dióxido de carbono alcancen las 33 gigatoneladas en 2021. Si se tienen en cuenta todos los demás gases de efecto invernadero, las emisiones anuales rondan las 60 GtCO2e. Los expertos coinciden en recalcar que el trabajo, que va por su duodécima edición, muestra una flagrante contradicción con el espíritu del Acuerdo de París: “Varios países del G20 han enviado CDN actualizadas que no son mejores que su oferta anterior (Australia, Brasil y México), o son tan débiles que no requieren más medidas políticas (Rusia)”, lamenta Depledge.
De este modo se desvelan dos principales lagunas. La primera se observa en la brecha de la ambición entre las promesas de los países y los recortes necesarios para cumplir sus objetivos. “La segunda, aún más preocupante, es una brecha de implementación: muchos grandes emisores ni siquiera están en camino para cumplir sus compromisos nacionales existentes”, continúa la experta.
Según Piers Forster, profesor de Cambio Climático y director del Centro Priestley de la Universidad de Leeds (Reino Unido), “esto presenta un panorama demasiado sombrío. Es cierto que la brecha de emisiones para 2030 sigue existiendo, pero si se observan sus cifras, se ve que la brecha en los objetivos de emisiones a más largo plazo está casi cerrada”.
Muchos de los países del G20, incluido el Reino Unido, tienen todavía que entregar sus CDNs. “Estos planes nacionales demuestran que el coste de la acción es mucho menor que el de la inacción, por lo que nos lo jugamos todo en la COP para cerrar aún más estas brechas”, añade Forster.
Aún queda esperanza con los compromisos netos cero
A pesar de todo, el informe abre una ventana a la esperanza con los objetivos de neutralidad climática. Un total de 49 países, además de la Unión Europea, han prometido un objetivo de neto cero, como España para 2050, que permitirá conseguir emisiones netas iguales a cero equilibrando la cantidad liberada a la atmósfera con la equivalente capturada o retirada.
“Y lo que es más importante, el club de los cero objetivos incluye ahora a los dos mayores emisores del mundo, China y EE UU”, dice Depledge. Tras el cierre del informe, Arabia Saudí (para 2060) y Australia (para 2050) también se han comprometido al objetivo de cero neto. Esto abarca más de la mitad de las emisiones nacionales de gases de efecto invernadero, más de la mitad del PIB y un tercio de la población mundial. Hay además once objetivos consagrados por ley, que cubren el 12 % de las emisiones mundiales.
En este sentido, el informe muestra por primera vez en un capítulo completo que las promesas de neutralidad de carbono podrían suponer una gran diferencia. Estos compromisos podrían reducir otros 0,5 °C y así dejar el aumento previsto de la temperatura mundial en 2,2 ºC, si se cumplieran en su totalidad.
“El veredicto es mixto. Por un lado, si se aplicaran, los objetivos netos cero actuales reducirían las proyecciones de temperatura para el próximo siglo en aproximadamente medio grado, lo que acercaría las estimaciones centrales a los 2 °C, aunque no estarían en consonancia con mantener el calentamiento global muy por debajo de los 2 °C, y mucho menos de los 1,5 °C”, destaca Joeri Rogelj, investigador y uno de los autores principales de dos capítulos del informe.
Pero el atractivo del cero neto es también su debilidad: “Es un objetivo a largo plazo, muy lejano en el tiempo, que permite posponer decisiones difíciles”, subraya Joanna Depledge. Así, estas promesas de cero neto siguen siendo vagas e incompletas en muchos casos y los objetivos a corto plazo de los países aún no sitúan las emisiones en una vía clara de disminución. Doce miembros del G20 han prometido un objetivo neto cero, pero siguen siendo muy ambiguos.
“Esto arroja dudas sobre si estos compromisos se alcanzarán alguna vez. Los países pueden reducir estas dudas dando un paso adelante y pasando de los objetivos a las estrategias, los planes y las políticas que permitan alcanzar las ambiciones de cero emisiones sobre el terreno”, señala Rogelj. También es necesario adelantar la acción para que esté en consonancia con los objetivos de 2030. “El mundo tiene que despertar del peligro inminente al que nos enfrentamos como especie”, apunta Andersen.
El potencial del metano y los mecanismos de mercado
Como cada año, el informe también examina el potencial de sectores específicos. Esta vez, se centra en el metano y los mecanismos de mercado. La reducción de las emisiones de metano de los sectores de los combustibles fósiles, los residuos y la agricultura puede contribuir a cerrar la brecha de emisiones y reducir el calentamiento a corto plazo.
Las emisiones de metano son el segundo factor que más contribuye al calentamiento global. Este gas tiene un potencial de calentamiento global más de 80 veces superior al del dióxido de carbono en un horizonte de 20 años; además, su vida en la atmósfera es más corta que la del CO2 –solo doce años, frente a los cientos de años de este último–, por lo que las reducciones del metano limitarán el aumento de la temperatura más rápidamente que las del dióxido de carbono.
Las medidas técnicas disponibles, de bajo o nulo coste, podrían reducir por sí solas las emisiones antropogénicas de metano en aproximadamente un 20 % al año. La aplicación de todas las medidas, junto con medidas estructurales y de comportamiento más amplias, podría reducir las emisiones antropogénicas de metano en aproximadamente un 45 %.
Los mercados de carbono, por su parte, tienen el potencial de reducir los costes y, por tanto, de fomentar compromisos de reducción más ambiciosos, pero solo si las normas están claramente definidas, se diseñan para garantizar que las transacciones reflejen las reducciones reales de las emisiones, y se apoyan en acuerdos para seguir los progresos y proporcionar transparencia. Los ingresos obtenidos a través de estos mercados podrían financiar soluciones de mitigación y adaptación a nivel nacional y en las naciones vulnerables, donde las cargas del cambio climático son mayores.
Covid-19, una oportunidad de recuperación perdida
El trabajo concluye que en la mayoría de los países se ha desaprovechado la oportunidad de utilizar el gasto de rescate y recuperación fiscal de la covid-19 para estimular la economía y respaldar al mismo tiempo la acción climática. La pandemia provocó un descenso de las emisiones mundiales de CO2 del 5,4 % en 2020. Sin embargo, se espera que las emisiones totales en 2021 vuelvan a aumentar a un nivel solo ligeramente inferior al récord de 2019.
Es probable que solo alrededor del 20 % de las inversiones totales en recuperación hasta mayo de 2021 reduzcan las emisiones de gases de efecto invernadero. De este gasto, casi el 90 % corresponde a seis miembros del G20 y a un invitado permanente.
El gasto para la covid ha sido mucho menor en las economías de bajos ingresos (60 dólares americanos por persona) que en las economías avanzadas (11.800 dólares americanos por persona). Es probable que las lagunas en la financiación agraven las diferencias en las naciones vulnerables en cuanto a la resiliencia climática y las medidas de mitigación.
Fuente: Agencia sinc
Fuente: Energias Renovables