El actor tenía 88 años y llevaba más de seis décadas de carrera, en la que actuó en 85 películas y más de 30 obras de teatro.
El mundo del espectáculo está de luto. A los 88 años, murió Jean-Paul Belmondo, una de las máximas estrellas del cine francés y representante del movimiento Nouvelle Vague, que marcó una era en la pantalla grande. La noticia la dio a conocer su abogado, Michel Godest. “Había estado muy cansado durante algún tiempo. Falleció silenciosamente», le comunicó a la agencia AFP.
«Bébel» -como la apodaban- fue uno de los máximos exponente de la Nouvelle Vague o «la nueva ola francesa» junto a Alain Delon. Hijo del escultor Paul Belmondo comenzó su carrera como actor a mediados de la década del 50, cuando luego de sufrir una crisis decidió abandonar el boxeo y dedicarse a la actuación. Se destacaba por su carisma, su atractivo físico, con su nariz desviada, y su gran sentido del humor, que lo hacía moverse como pez en el agua en comedias y películas de acción, en la que no quería tener dobles de riesgo.
Trabajó en 85 películas de la mano de los directores más destacados. Y el gran salto lo dio en 1960, cuando Jean-Luc Godard lo eligió para protagonizar Sin aliento. «Después de Sin aliento, de la noche a la mañana, me fui a Italia a rodar cuatro películas seguidas. El teléfono no paraba de sonar: hubiese podido hacer veinte por año, si quería», reveló en una entrevista.
A ese film le siguieron Al final de la escapada (1960), también de Godard, El hombre de río (1964), de Philippe de Broca, El cerebro (1969), de Gérard Oury y El furor de la codicia (1971), de Henri Verneuil. «Estoy orgulloso de ser una estrella popular, no desdeño la aprobación del público», manifestó ante las críticas que recibió por interpretar papeles humorísticos y no tan profundos como esperaba la crítica. Y con seis décadas de trayectoria se convirtió en una leyenda de la pantalla grande, con varios récords de taquilla en su haber. Mientras que en teatro hizo más de 30 obras y también encaró varios proyectos para la televisión. «Si fuera tan fácil llenar los cines, entonces el mundo del cine estaría mucho mejor de lo que es. No creo que me hubiera mantenido en el centro de atención durante tanto tiempo si estuviera haciendo cualquier basura. La gente no es tan estúpida», señaló.
En 2001 sufrió un derrame cerebral que le dejó algunas secuelas en su cuerpo, motivo por el que pasó varios años alejado de las cámaras. Pero en 2009 volvió al ruedo con Un hombre y su perro, de Francis Huster, una nueva versión del clásico de los 50 Umberto D, de Vittorio de Sica. Más allá del reconocimiento del público y de sus colegas, en 1989 se ganó el Premio César como Mejor Actor por la película El imperio del león (1988), de Claude Lelouch, pero lo rechazó. Y en 2016 ganó el León de Oro por su trayectoria en el Festival Internacional de Cine de Venecia.
FUENTE: NA