Por Sebastián De Toma
La batalla comercial digital entre Estados Unidos y China tiene varios frentes. TikTok, la tecnología 5G y Huawei, la segunda empresa que más teléfonos fabrica en el mundo detrás de Samsung y que está prohibida por Trump.
Historia de una pelea entre dos gigantes que desnuda lo que verdaderamente importa: quién será el dueño de la tecnología en el mundo que se viene.
La guerra comercial “tech” entre China y Estados Unidos comenzó oficialmente en 2018 cuando Donald Trump anunció que iba a imponer aranceles a los productos chinos por millones de dólares. China, en represalia, hizo lo propio con 128 productos estadounidenses. Esta “guerra tibia”, al decir de un analista local, finalizó tras 18 meses, en enero de este año, cuando Pekín y Washington firmaron la “fase 1” de un acuerdo. Para seguir con la metáfora bélica, celebraron un armisticio.
Este enfrentamiento es como un tangram, ese rompecabezas chino que tiene más de 2000 años y que permite, desde las siete piezas geométricas (cinco triángulos, un cuadrado y un trapecio), formar una infinidad de figuras distintas. Es lo que sucede cuando se analiza la pelea entre Huawei y el gobierno estadounidense: depende del enfoque que se tome, va a aparecer una figura distinta. Disputa comercial, la pelea por la supremacía global, las distintas luchas militares que se realizan más o menos en sordina y, pegada a estas, la ciberseguridad.
Pero entonces, ¿cómo es lo de Huawei? Retrocedamos hasta 1987.
La corta marcha de Huawei
Huawei es una multinacional china que se especializa en investigación, desarrollo, producción y comercialización de equipamiento en telecomunicaciones. Tiene centros de investigación y desarrollo distribuidos por toda China: Shenzhen, Shanghái, Pekín, Nankín, Xi’an, Chengdu y Wuhan; y también fuera de su país natal, en Suecia, Estados Unidos, Ecuador, Irlanda, Colombia, México, India y Rusia.
Esta empresa la fundó Ren Zhengfei en 1987, primero distribuyendo productos importados de telecomunicaciones y luego fabricandolos. Zhengfei, nacido en 1963, es ingeniero y tuvo un paso por el Cuerpo de Ingenieros del Ejército chino, donde ocupó varios cargos pero sin rango militar. En 1982 fue parte del 12º Congreso Nacional del Partido Comunista de China y se retiró en 1983 cuando el gobierno disolvió todo el Cuerpo de Ingenieros.
El crecimiento de la compañía fue meteórico. En 1996 ya ofrecía equipamiento para el desarrollo de telefonía móvil y para 2004 sus ventas en el extranjero sobrepasan a las locales gracias a una alianza con Siemens. Entre 1998 y 2003, contrató a IBM para conseguir una transformación tanto de su estructura gerencial como de su proceso de desarrollo de productos. En 2003, una alianza con 3com (que desapareció en 2010, luego de que HP completará su compra) le permitió fabricar routers y conmutadores basados en el protocolo de internet; y en 2007 hizo lo propio con Symantec para desarrollar equipos de seguridad y almacenamiento de datos para operadores del mercado telco.
El primer celular lo fabricó en 2003 y luego siguieron laptops, tablets y dispositivos vestibles como relojes y pulseras dedicadas a la actividad física y salud. La empresa es el fabricante global número dos de smartphones, detrás de Samsung, de acuerdo a datos de la consultora IDC.
Los ingresos de esta empresa alcanzaron los US$ 122.000 millones en 2019 y tiene 194.000 empleados en todo el mundo. Este crecimiento no debe sorprender y para muestra vaya un botón: un testigo de primera mano cuenta que, cuando estuvo en Shenzen hace más de una década, tuvo la oportunidad de visitar uno de los centros de I+D de Huawei y se encontró con que debajo de las estaciones de trabajo había colchonetas para pasar la noche sin volver a casa. Si bien esa no es una práctica tan desconocida en el mundo de la tecnología, y no solo es algo que sucede en China, constituye una muestra palmaria de la dedicación que le pusieron todos los empleados al desarrollo de la compañía. La razón, aunque puede no ser la única, es universal: muchos de los empleados de Huawei son también sus propietarios, dado que tienen acciones de la empresa a través de su unión sindical. La cuestión es MUY compleja y requeriría una nota aparte, así que les dejo una pieza de The New York Times sobre el asunto y el link a la mejor herramienta de traducción en línea que conozco, por las dudas.
La manera de crecer que encontró Huawei fue ver lo que hacían los demás en todo el mundo, comenzar a hacerlo de forma similar y luego, a través del I+D, sobrepasarlos y quedar arriba de la pirámide. No es el único caso: Xiaomi, fabricante de smartphones y otros equipamientos de cara al consumidor final, siguió un camino similar y ya es uno de los primeros cinco a escala global.
Acusaciones contra Huawei
La primera acusación contra Huawei por parte de EE.UU. llegó en el 2000, luego siguió otra en 2003 (de parte de una empresa privada estadounidense, Cisco, que reclamaba por transgresiones a la propiedad intelectual) que fue solucionada rápidamente y, ya en 2012, la firma china fue acusada de hacer espionaje a favor del gobierno de su país de origen; por eso, fue vetada como contratista en Canadá y Australia, y fue investigada en la Unión Europea en 2013.
Así llegamos a 2018, cuando comenzó la verdadera escalada en contra de Huawei. Las causas son varias y dependen del interlocutor que uno tenga delante. Los más suspicaces hablan de cuestiones de seguridad nacional y de espionajes. Otros, mayoría (tal vez sesgada por la elección de las fuentes), dicen que el motivo principal es comercial y relacionado con la supremacía económica, y todo lo que tiene que ver con seguridad es la zanahoria para los halcones estadounidenses. (¿Como con TikTok?)
En febrero de 2018, ya con Trump asentado en el poder, distintas agencias de inteligencia estadounidenses expresaron su desconfianza hacia los smartphones de Huawei y desaconsejaron su uso. ¿Motivo? Sospechas de espionaje. Pero el motivo principal fue claro: “No comparten nuestros valores”, expresó oportunamente el director del FBI, Chris Wray. Por supuesto, la compañía china desmintió todo, relaciones carnales con el gobierno chino inclusive, y puso el foco en su competitividad frente a los productos estadounidenses.
Más adelante, en abril de 2018, EE.UU. le prohibió a ZTE hacer negocios hasta 2025, alegando relaciones comerciales con Irán y Corea del Norte. La escalada continuó en agosto de 2018, cuando el gobierno estadounidense prohibió que funcionarios y contratistas gubernamentales utilizaran dispositivos de varias compañías chinas, Huawei y ZTE entre ellas. El motivo: consideraban que eran controladas, de alguna manera, por el gobierno chino, para realizar tareas de espionaje.
Y la estocada más importante llegó en diciembre, tras una breve tregua firmada durante la reunión del G20 en Buenos Aires, cuando detuvieron a Meng Wenzhou, la directora financiera de la empresa, acusada de hacer caso omiso a las sanciones que Estados Unidos le impuso a Irán.
Finalmente, llegó el fin de la “guerra tibia” entre los dos países, en enero. Pero la suerte de Huawei nunca cambió: el año pasado (mayo) Estados Unidos prohibió que las empresas de su país tengan tratos con Huawei; entre ellas, Google, Qualcomm e Intel. Eso le complica el desarrollo de chips, que necesita de patentes estadounidenses aunque sean propios; pero, más que nada, la firma china no puede usar el sistema operativo Android. O, mejor dicho, no será seguro hacerlo: todos los equipos Huawei lanzados más allá del 16 de mayo de 2019 que vienen con software Android no están certificados por el gigante de Mountain View.
La cuestión del 5G y la innovación
Hasta hace poco, EE.UU. era el líder en registros de patentes. Pero el año pasado ese honor quedó del lado chino: la World Intellectual Property Organization (entidad que registra las patentes en todo el mundo) indicó que China aplicó para 58,990 patentes versus los 57.840 de los Estados Unidos. Es la primera vez que el país americano baja del primer puesto desde que en 1978 se puso en marcha el Tratado de Cooperación en materia de Patentes (PCT, por su sigla en inglés). Por ahora, siguen siendo la principal economía del mundo. Por ahora.
El proveedor más grande de telecomunicaciones del mundo es Huawei, ya lo dijimos. Con una salvedad, claro: tiene en el bolsillo el 40% del mercado mundial que está en China. Aparte aparecen los suecos de Ericsson y los finlandeses de Nokia. Y después llegan ZTE y Samsung. ¿Notan que falta algo? Sí, claro… ¡no hay ninguna empresa estadounidense!
La nueva pelea geopolítica se esconde detrás del 5G (más info, acá) y va más allá de los reclamos de los consumidores. Mientras la industria no termina de dar con un modelo de negocio sustentable para esta nueva tecnología (que precisa de muchas antenas para… ¿qué? ¿Internet de las Cosas? ¿Reemplazar los cables? Nadie lo tiene claro todavía), que aún no tiene un estándar definido globalmente, los principales aeropuertos y lugares comerciales del Primer Mundo están llenos de publicidad al respecto. Y en los Estados Unidos AT&T lanzó una suerte de pre-5G al que llama 5GE.
Mientras que Estados Unidos declaró en julio tanto a Huawei como ZTE una “amenaza a la seguridad nacional” (lo que incluyó bloquear el uso de cualquier equipo o tecnología de estas empresas en las redes de comunicación del país), deshacerse de ellos no les será tan sencillo como un simple embargo. Es demasiado tarde, los chinos hace rato dejaron de tener el pie en la puerta; ahora tienen el cuerpo completo. Las empresas elegidas por el gobierno estadounidense, a falta de una propia, son Ericsson, Nokia y Samsung. Pero ellas están utilizando patentes chinas: las redes 5G que están desarrollando AT&T, T-Mobile US, Verizon y el resto de las telcos de los EE.UU., está basada en el trabajo realizado en el país asiático y, principalmente, por Huawei. Lo que nadie sabe es hasta que punto: hay quienes dicen que Huawei sabe más de 5G que cualquier otro. Incluso si esto no es así, es innegable que es el jugador más importante de este desarrollo.
Es decir, por más que no venda en los Estados Unidos porque los hayan prohibido, Huawei (y ZTE) van a seguir cobrando regalías por las patentes. Y, más importante, China (o estas empresas, como gusten) tiene el control del estándar 5G. Tanto así que los EE.UU. tuvieron que modificar sus sanciones comerciales para no boicotear el desarrollo del estándar 5G entre chinos, estadounidenses y europeos en la 3GPP, la organización global donde estas cuestiones se están definiendo justo ahora. “Los EE.UU. no cederán el liderazgo en la innovación global”, dijo Wilbur Ross, el secretario de comercio estadounidense al explicar la medida. De eso se trata. Con un agregado no menor: el miedo a que los chinos puedan interferir las redes de telecomunicaciones de sus enemigos en caso que alguna vez se llegue a una guerra abierta entre las principales potencias. En Estados Unidos al menos, se acordaron bastante tarde de esto, parece. Aunque la lucha sigue: en julio, EE.UU. anunció sanciones contra empleados de Huawei como una forma de presionar a China. En un comunicado, el Departamento de Estado advirtió a las telcos del mundo: “Si están haciendo negocios con Huawei, están haciendo negocios con abusadores de los derechos humanos”.
Huawei será parte del desarrollo del 5G en el continente europeo (Inglaterra ya decidió dejar de utilizar equipos de la firma china pero se dio bastante tiempo para cambiar de opinión… 2027); tanto así que a principios de este año anunció que instalará una fábrica de antenas 5G en Francia, la primera de este tipo que estará ubicada en el continente europeo.
Hay un giro más en esta historia de máscaras sobre máscaras que un poco se parece a cuando se desvelaba quien era el malo en Scooby-Doo. Una coalición de empresas occidentales proponen una nueva manera de desarrollar el 5G a través de la virtualización y las redes de acceso definidas por software. Es lo que llaman la “alternativa a Huawei”, la Red de Acceso Radioeléctrico Abierto (en inglés es RAN). Pero muchos especialistas técnicos dicen que esto es un complemento para el 5G, no su reemplazo. Mientras tanto, Cisco (estadounidense) y Rakuten (japoneses, los de la camiseta del Barcelona) están trabajando con este estándar abierto, aunque sin resultados concretos, más allá de la publicidad.
En esta clave hay que entender toda la carrera: se trata, nada más y nada menos, que de una disputa por el dominio económico y tecnológico de todo el mundo. Y, más allá de que la retórica racista pueda desaparecer si Joe Biden asume la presidencia de los Estados Unidos, la lucha por la preeminencia no cesará. Es, de ambos lados, una cuestión de Estado. Y, cabe aclarar, Huawei a estas alturas es más importante que muchos otros países del globo.
¿Qué pasará? El tiempo lo dirá.
Y acá, ¿qué?
Las sanciones comerciales le están pegando duro a Huawei, que no pudo lanzar sus nuevos equipos -el Mate 30 Pro, por ejemplo; el el Mate X, que es plegable- en el Occidente. En China sí y lo hizo con un sistema operativo y Play Store propio (al que llamó App Gallery) pero no alcanza porque en cualquier caso no tienen apps de Google como Gmail, Chrome, etc.
En la Argentina todo esto no se nota porque Huawei, que había empezado a fabricar equipos en Tierra del Fuego en 2013, se retiró en 2018 luego de que se depreciara la moneda argentina y en medio de críticas tanto a las obligación de fabricar aquí como a los impuestos aduaneros. Entonces no hay disponible a escala local estos dispositivos, aunque claro que se pueden conseguir importados o a través del “mercado gris” de legalidad dudosa.
En cualquier caso, como proveedor de equipamiento de telecomunicaciones, la empresa china está en el país desde 2001 y tiene importantes clientes locales. El más importante, cuando se piensa en los proveedores de servicios de telecomunicaciones, es Telecom, que realiza su despliegue con los equipos Huawei. Telefónica, por su parte, tiene el sistema core pero utiliza otros proveedores; para el 5G ya eligió a Ericsson. La cartera de proveedores de Claro es muy diversificada y la participación de la empresa china es mínima. “Lo que hay que decidir es quién querés que te espíe”, me dijo alguien, entre divertido y tremendista.
En cualquier caso, falta bastante para que haya que tomar partido y, con un poco de suerte para el resto del mundo, la sangre no llegará al río. Pero el que crea que Argentina no será protagonista (de reparto, seguro, pero protagonista al fin) se equivoca.